MÉXICO, D.F. (apro).- Entre las múltiples manifestaciones que el movimiento estudiantil de 1968 produjo, la poesía es una de las más prolíficas. Existe como testimonio de ello la antología
Poemas sobre el movimiento estudiantil de 1968, realizada por el poeta Marco Antonio Campos en 1980 y publicada por la editorial Pueblo Nuevo.
Reúne ahí 31 poemas, cuatro son cantos tristes de la Conquista: “Se ha perdido el mundo Mexicatil”, “Los últimos días del sitio de Tenochtitlan”, “La ruina de tenochcas y tlatelolcas” y “La prisión de Cuauhtémoc”.
Los 27 restantes son sobre el movimiento estudiantil. Fueron escritos por 26 autores, entre ellos Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño, Jesús Arellano, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde, Thelma Nava, Juan Bañuelos, Gabriel Zaid (de quien se incluyen dos poemas), Isabel Fraire, José Carlos Becerra, José Emilio Pacheco y Carlos Montemayor.
En una reseña del semanario
Proceso, Campos aclaró que no es una compilación exhaustiva, sino “una reunión más o menos selectiva, no una antología; es un documento, no un espicilegio poético”.
En el libro
100 Poemas mexicanos en papel revolución, una antología de Susana Cato, Fernando Orduña y Armando Ponce (Secretaría de Educación y Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal; México, 2010), se publicaron seis de los poemas reunidos por Campos. Los “de mayor intensidad”, se lee en el volumen.
Memorial de Tlatelolco, de Rosario Castellanos, es un ejemplo. Su tercera estrofa es continuamente reproducida:
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues se prosiguió el banquete).
Del poeta chiapaneco Jame Sabines se recoge Tlatelolco, 68, que inicia así:
I
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos el rencor.)
Sin duda hay sobre el 68 también mucha poesía anónima o poco conocida. Un muestra de ello es el poema
2 de octubre, no se olvida, escrito por un lustro después de la masacre de Tlatelolco por, Ricardo Tello Castillo, quien solía reproducirlo a mano para regalar copias a un reducido número de personas que asistía a las manifestaciones conmemorativas en las que él participaba.
Años después, con la ayuda de su nieta Aída Hernández, logró hacer mayor número de copias con la máquina de escribir mecánica y el entonces muy utilizado papel carbón. A 46 años del movimiento estudiantil se reproduce aquí ese poema:
Un recuerdo en este día es poco
porque es poesía en Tlatelolco.
Azteca de la gran Tenochtitlan,
de esta cultura primera,
contigo los muertos están,
recíbelos en tu luna de primavera.
Son hombres, águilas caídas.
Que la sangre de tantas vidas
despierte a los Dioses de Tlatelolco llenos de terror
y castiguen al loco, por favor.
Mexicanos de todas las culturas
no olviden a sus muertos,
viejos, jóvenes y criaturas
que regaron los huertos con sangre y dolor.
Tráeles flores el día de los muertos
y ponlas en las manchas que hay en el suelo,
ellos te darán las gracias desde las nubes altas
que hay en el cielo.
El tiempo y la distancia todo lo cubre
pero no olvides la matanza del 2 de octubre.