Julio César, fragmentos

martes, 4 de noviembre de 2014 · 23:55
MÉXICO, D.F. (apro).- Julio César, fragmentos, una intervención a un texto inglés sobre una historia romana, con un montaje de la compañía escénica del italiano Romeo Castellucci, fue una de las obras sobresalientes del Festival Cervntino. El espectador entra a un espacio en el que las paredes y el piso están tapizados en blanco. Un espacio vació: “La madre de todas las posibilidades”. La austera escenografía no trata de ilustrar la obra sino de acompañarla. Una propuesta que elimina las jerarquías del teatro que logra que el texto, el director, la escenografía y los actores sean elementos con la misma importancia. Cada uno contiene una misión propia, una función que conlleva un signo. Vskij es una presencia que se introduce en los orificios de su cara una cámara endoscópica que se proyecta en una pantalla. El espectador se encuentra con la cerilla de la oreja que es la intimidad del actor. La cámara se introduce en la nariz en una búsqueda de la voz interna. Nos adentramos para descubrir el origen de la palabra que es la presencia de la carne. Una imagen cargada de sensaciones que provoca e incita. Julio César entra forrado de rojo resaltando en el espacio límbico. Una vestimenta que simboliza su poder y su ruina. El emperador es una contradicción en sí mismo pues es un gobernante con un cuerpo viejo, cansado y enfermo. El busto del soberano es subido boca abajo y un majestuoso caballo entra y rodea la escena. El potro orinó y cagó en distintos momentos de cada representación. Los animales son elementos constantes en las obra de Castellucci, ya que considera que su figura posee una carga teológica para el espectador. Su aparición le da un sentido místico a la escena y nos devuelve al origen del teatro: el ritual. Hay una poética corporal que nos muestra cuerpos enfermos que no esconden el sometimiento y deterioro que la vida implica. En Marco Antonio encontramos la contradicción al ver un personaje laringectomizado que pronuncia un potente discurso sobre la traición y el olvido. La palabra, entonces, cobra un costo físico para el actor. El lenguaje se reformula y cae como una bomba: “La palabra armada”, según Castellucci. Los focos puestos en hileras comienzan a explotar uno a uno. Cada foco tuvo su momento de luz, ahora se apaga y explota, la condición de todo lo mortal. Un final que es un principio. Romeo Castellucci es un artista que en los ochenta figuró en el espacio teatral vanguardista de Europa. Su compañía Socìetas Raffaello Sanzio, formada en 1981 e integrada por Chiara Guidi y Claudia Castellucci, conforma uno de los grupos de investigación y producción más radicales de la escena contemporánea. Su teatro posee un nivel de comunicación que rompe las fronteras y las culturas. El espectador no necesita ser un intelectual o un aficionado para conectar con lo que pasa en escena. Es una búsqueda de la materia, la raíz y el origen. La compañía italiana vino a México como parte del 42 Festival Internacional Cervantino y dio dos funciones en el Auditorio General de la Universidad de Guanajuato y dos más en el teatro el Galeón del Centro Cultural del Bosque.

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