Los ferrocarriles, el patrimonio perdido

miércoles, 19 de febrero de 2014 · 20:51
MÉXICO, D.F. (apro).- Ya no es sorpresa que quienes asisten a las salas cinematográficas deban presenciar, antes de la película elegida, una serie de comerciales. Pero sí obliga a abrir los ojos con desmesura al ver, a través de uno de esos anuncios, que el Grupo México se jacta de haber obtenido una concesión por ¡100 años! para operar los ferrocarriles en territorio nacional. La empresa minera considerada como la más grande del país --que explotaba la mina Pasta de Conchos donde murieron 36 mineros en 2006-- opera las empresas Ferrosur y Ferromex, a las cuales pertenece el tristemente célebre ferrocarril La Bestia, en el que se trasladan a diario centenares de migrantes centroamericanos que van en busca de trabajo hacia Estados Unidos. De hecho algunos de ellos "han acusado a empleados de ambas compañías de estar coludidos con criminales que los asaltan y vejan", según público el diario La Jornada el 11 de febrero de 2013. De acuerdo con la página web del grupo, cuentan con tres empresas para dar el servicio ferroviario: Ferromex, Ferrosur (que opera en el sureste como transporte de carga) e Intermodal. La principal es Ferromex con servicios de carga y para pasajeros, que tiene la "cobertura más grande del sistema ferroviario mexicano con siete mil 108.6 kilómetros en vías principales y mil de ramales". Además opera 582 locomotoras y 12 mil 419 carros, algunos propios y otros rentados a terceros. Se debe recordar que el patrimonio industrial, histórico y cultural que fueron los ferrocarriles nacionales de México se privatizó durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Ahora, los diputados Manuel Añorve, Ricardo Monreal, Jaime Bonilla y Roberto López Suárez, de los partidos Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD), del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano, respectivamente, están demandando juicio político contra el expresidente por haber vendido el sistema ferroviario a un "risible costo de mil 400 millones de dólares". Para los diputados el hecho de que Zedillo participe como administrador de la empresa ferroviaria transnacional Kansas City Southern, beneficiaria de esa privatización, es un acto inmoral. En medio del escándalo mediático provocado por las recientes declaraciones del también expresidente Carlos Salinas de Gortari (quien también llevó a cabo varias privatizaciones en su sexenio, como la de Teléfonos de México), al señalar a Zedillo como el responsable del llamado “error de diciembre”, el priista Añorve consideró que el sucesor de Salinas incurrió en una violación a la norma fundamental pues es socio y administrador de la compañía estadunidense y negoció con ella cuando fue presidente. Bonilla dijo a su vez a los medios: “Casualmente desde 1998 no se ha hecho nada. ¡No han tendido ni 10 kilómetros de red ferrocarrilera! En aquella época se propagó la idea de que había trenes baratos, que el costo del traslado de carga se reduciría. Lo único cierto es que Zedillo es accionista y está camuflado de administrador. Él representa los intereses de la empresa Kansas City Southern." Una sola imagen puede hablar de la importancia del ferrocarril como patrimonio histórico y cultural de México, pues fue fundamental para el desarrollo de la Revolución Mexicana: La de una Adelita asomándose en el estribo de un vagón, inmortalizada también en una moneda conmemorativa de la lucha armada. En realidad, el material fotográfico que documenta el uso del ferrocarril por los revolucionarios es abundante. El investigador Francisco Javier Gorostiza documenta en su libro Los ferrocarriles en la Revolución Mexicana la importancia que tuvo este transporte durante el siglo XX y en ese movimiento. Declaró en mayo de 2011 en un comunicado del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: "Desde principios de la contienda armada todos los grupos en pugna tanto los revolucionarios como los federales se dieron cuenta de la importancia táctica y estratégica de los ferrocarriles. No sólo sirvieron para transportar tropas, fueron campamentos, hospitales, y a bordo de los trenes se movilizaban las fuerzas que tomaban y defendías ciudades; obligados o por convicción, muchos operadores cumplieron su responsabilidad de transportar a los insurgentes en condiciones difíciles." El investigador  se basó en otras obras editoriales como La verdadera Revolución Mexicana, de Alfonso Taracena, e Historia del ejército y la Revolución Constitucionalista, de Juan Barragán Rodríguez. Y rememora que uno de los hechos que más le impactaron fue el robo de un tren metalero lleno de carbón por parte de Pancho Villa, que fue vaciado para subir revolucionarios, o cuando Francisco I. Madero huyó de la cárcel hacia Estados Unidos ayudado por un empleado del Express. La escritora Elena Poniatovska también habla de la importancia del ferrocarril en la historia de México desde sus inicios hasta su privatización por Zedillo, en su libro El tren pasa primero. Desde hace un año la escritora, ganadora del premio hispano Cervantes de Literatura, pidió que la antigua estación Buenavista del ferrocarril lleve el nombre de Valentín Campa (1904-1999), quien con Demetrio Vallejo (1910-1985) encabezó la huelga de los ferrocarrileros de 1959. En una entrevista preguntó a Campa, quien este 14 de febrero de 2014 habría cumplido 114 años y cuya viuda Esperanza García falleció el pasado 12 de febrero, por qué tuvo tanta trascendencia ese movimiento. Respondió el líder: “Porque fue la única industria que se desarrolló en México durante el porfirismo y entonces se conformó la gran tradición obrera. Confiamos en que a futuro habría luchas victoriosas, porque la clase obrera creció en forma extraordinaria a pesar de los charros y los Cinco Lobitos.” Quizá lo más justo sea ese homenaje a Campa y para Zedillo no sólo un juicio político. Pero en el México actual la privatización continúa y está por consumarse la de la industria petrolera.

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