Sobre el ajedrez infantil

martes, 4 de febrero de 2014 · 15:19
MÉXICO, D.F. (apro).- Cuando empecé en este ambiente de las 64 casillas las mujeres jugaban mal, realmente mal (más aún en el ambiente del ajedrez en México). La única jugadora que merecía atención era Hilda Acevedo, hija del excampeón nacional (varias veces) y MF Armando Acevedo. Hilda era dedicada y llegó a tener un nivel respetable. La realidad es que era la única que podía luchar con cierto éxito contra los hombres en el ambiente local. Recuerdo, por ejemplo, una partida de Hilda contra el ahora MI Raúl Ocampo. En una partida difícil, sin duda, Hilda estaba mejor y la gente ya estaba arremolinada sobre el tablero en donde se desarrollaba la lucha. Ocampo sentado en su lugar, moviendo una de sus piernas con su característico nerviosismo no veía con buenos ojos su propia posición. Hildita, porque era muy jovencita, apretaba a su rival sin piedad. Finalmente Ocampo tuvo que rendirse e incluso creo recordar que hasta aplausos hubo. Quizás Hilda en ese momento estaría jugando alrededor de 2100-2200 puntos Elo. Un buen puntaje para el nivel local y más en una mujer. Pero esto parecía un caso excepcional y no la norma. De hecho, durante muchos años hubo ajedrecistas que pensaron que las mujeres no podían jugar bien al ajedrez. Vaya, el excampeón mundial Max Euwe alguna vez, a pregunta expresa, declaró que las mujeres sí podrían jugar bien al ajedrez, ¡pero en unos cien años más! Otros ajedrecistas decían que las mujeres no tenían el odio al padre (¿complejo de Electra?), y por ello no había en ellas esa agresividad natural. Las propias ajedrecistas decían que si los hombres tuviesen que parir y criar niños probablemente no podrían llegar a jugar siquiera un nivel aceptable de ajedrez. Todo esto, desde luego, se fue a la basura con la llegada de las hermanas Polgar. En un experimento didáctico, en donde Lazslo Polgar estaba convencido que podía hacer de un niño prácticamente un genio en cualquier actividad humana, claro está, con la disciplina y trabajo adecuados, puso a sus hijas a jugar y estudiar ajedrez. Casualmente el ajedrez demostró ser una buena "cama de pruebas" pues es competitivo, es medible en los avances y además, hay excelencia en el nivel que se puede jugar. El reto no fue fácil pero Zsusza Polgar (ahora norteamericanizado como Susan), fue la primera de las hijas Polgar que lograron éxitos contundentes. Sofía y Judit le siguieron los pasos y poco a poco las tres hermanas demostraron que se podía llegar a jugar como el mejor de los hombres si existía un programa de trabajo completo y sistemático para llegar a ser excelentes en el juego ciencia. Las Polgar tuvieron muchos maestros. Adorjan fue uno de ellos (aunque después acabó peleado con la familia Polgar). Anand convivió con las tres hermanas también. Incluso Fischer pasó una temporada con las tres "prodigios". Es decir, no llegaron las Polgar a jugar así solamente por su afición al ajedrez, sino porque fueron educadas en el trabajo serio, constante, disciplinado en el arte de los 64 escaques y además, de refilón papá Polgar demostró que todas las teorías sobre por qué las mujeres no juegan bien al ajedrez se vinieron abajo. La conclusión parece simple: es una cuestión meramente cultural. Los hombres son más orientados, en las sociedades de occidente, a la competencia mientras que en el caso de las mujeres menos lo son. El caso de las Polgar derrumba el mito de que el cerebro femenino no puede lidiar con el ajedrez. Kasparov dijo alguna vez que las Polgar eran como "perros entrenados". Un comentario poco acertado del excampeón mundial, pues él mismo fue entrenado de la misma manera, si a ésas vamos. Lo que sí puede señalarse es que, efectivamente, las tres hermanas fueron entrenadas en el ambiente del ajedrez, buscando alcanzar la excelencia en el mismo. ¿Qué exactamente hicieron las Polgar para llegar al nivel de ajedrez que tienen? No está muy claro realmente, aunque el papá Polgar escribió un libro llamado "¡Criar un genio!" en donde argumenta todo lo que se hizo en su caso particular. Desafortunadamente el libro no se consigue y no hay tampoco traducción al inglés (el original está en húngaro). Como sea, aparte de las Polgar hay un sinfín de buenas jugadoras ahora. Las chinas son extraordinarias, por ejemplo. La rusa Kosteniuk, Irina Krush, Stefanova, etc., son meros ejemplos del nivel enorme de ajedrez que ahora tienen las mujeres. Tal vez las sociedades occidentales han dado el espacio suficiente para que las mujeres puedan tener más margen de acción en general y es evidente que su buen ajedrez, su trabajo profundo en el juego las ha llevado a tener un nivel de excelencia. El mito sobre de que las mujeres son inferiores en ajedrez a los hombres es sólo eso: un mito. Hoy por hoy las llamadas "del sexo débil" no lo son, al menos en el mundillo del tablero de ajedrez.

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