Del Olimpo a la Ciudad de México

miércoles, 19 de marzo de 2014 · 14:21
MÉXICO, D.F. (apro).- Más de 60 mil visitantes han asistido al Museo Nacional de Antropología (MNA) para ver la muestra Keramiká, materia divina de la antigua Grecia, proveniente del Museo de Louvre de París, Francia, donde se exhiben 94 obras de cerámica y cinco esculturas de mármol --algunas con más de 2 mil 800 años de antigüedad--, representativas de la que es considerada la cuna de la civilización occidental. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que junto con el museo parisino organizó la presentación, destacó que el conjunto de obras ha cautivado al público mexicano desde la apertura de la muestra, el pasado 28 de enero, en la Sala de Exposiciones Temporales del MNA. Ese día iniciaron las actividades conmemorativas del 75 aniversario del INAH, cumplidos el pasado 3 de febrero, señaló su directora, María Teresa Franco, al inaugurar la exposición y destacar el vínculo de México con aquella antigua civilización. “El Louvre que alberga lo mejor del arte y la cultura del mundo celebra nuestra herencia griega, trayendo a México una exposición muy valiosa de su colección sobre la cultura helénica, con la cual hoy (28 de enero) el Instituto Nacional de Antropología e Historia orgullosamente inicia sus festejos por sus primeros 75 años de vida”, señaló en esa ocasión. La funcionaria comentó que la exposición se da en el marco de la relación de cooperación entre Francia y México, y adelantó que próximamente se instaurará la Cátedra Alberto Ruz-Paul Rivet, dos investigadores franceses interesados en la cultura de México. El arqueólogo Ruz Lhuillier se nacionalizó mexicano, exploró las antiguas ciudades mayas y descubrió la tumba de Pakal, así como el Templo de las Inscripciones en Palenque. Por su parte, el antropólogo Paul Rivet, fundador del Museo del Hombre de París, también realizó estudios en México y fue profesor de varios investigadores mexicanos. Para María Teresa Franco, la cultura no conoce fronteras, espacios ni tiempo, y de ahí la relación con la civilización  helénica. “Nos hermana también la arcilla o barro, como llamamos en México la tierra, material que ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes: sea como material para construir, recubrir o proteger, desde lo más íntimo de sus espacios de habitación, hasta lo más amplio y complejo de los sitios de reunión pública; sea como soporte para registrar la memoria mediante la escritura y el grabado del pensamiento, o como generoso elemento natural para el modelaje y la creación de piezas utilitarias y ornamentales que dan sentido a la vida.” Según información proporcionada por el INAH, la colección sobresale por sus cualidades técnicas y riqueza iconográfica. Dicha exposición se centra en mostrar que más allá de las divisiones políticas que separaron a los griegos de otras ciudades rivales, las sociedades de todas ellas estaban unidas por una profunda religiosidad y por la lengua. Las obras han sido organizadas en tres secciones:       “Dioses del Olimpo”, donde se aborda la genealogía de figuras mitológicas como Zeus, Hades y Poseidón, y se habla de sus principales atributos; “La religión en la ciudad”, que habla del calendario cívico de la antigua ciudad de Atenas y sus festividades religiosas, y “La religión en la esfera privada”, en la que se plantea cómo la religión impactó en la vida de los antiguos griegos en eventos importantes como el matrimonio o la muerte. En forma paralela a la exposición se puede encontrar en el sitio www.keramika.inah.gob.mx material donde se explica que a lo largo de la exposición se dan claves para abordar el universo de la mitología de la antigua Grecia. La colección incluye vasos griegos creados entre los siglos VIII a.C y el II d.C, en cuyas imágenes queda plasmada la religiosidad, pues relatan mitos y escenas de la vida cotidiana vinculadas con la religión, que es la vía para acercarse al conocimiento de esta antigua cultura. “Presentes en ambientes domésticos y sagrados, los vasos griegos atestiguaron rituales, banquetes, ofrendas, catas de vino, resguardaron perfumes y sellaron matrimonios o tumbas, dando cuenta de la evolución del rico repertorio de formas y la variedad de técnicas pictóricas empleadas para su fabricación”, puntualiza. Hay también un ánfora de panza llamada El nacimiento de Atenea (550-540 a.C.), una crátera (vasija de cerámica) de columnas con una escena de procesión (600-590 a.C.), un medallón con la representación de un joven sirviendo vino a Dionisio (480 a.C.) y un stamnos, vasija en forma globular con asas horizontales y figuras alusivas a los dioses Zeus, Poseidón, Atenea, Apolo, Hera, Hermes, Hades y su esposa Perséfone (470 a.C.).   Trascendencia universal Sobre el primer apartado de la exposición, la página web detalla que la importancia de la religión helena “se debía también al fundamento mítico sobre el cual se apoyaba y que le ha asegurado una proyección universal. Los dioses y héroes de la Hélade, inmortalizados por poetas como Homero o Hesíodo, han resistido el paso de los siglos y trascendido los continentes. “Las genealogías divinas conllevan toda una cosmogonía que plantea las grandes preguntas sobre el origen del mundo. Al comienzo estaba el caos, de donde nacen Gea, la Tierra, y luego Urano, el Cielo, a la vez su hijo y esposo. Urano cubre a la Tierra en un abrazo continuo hasta el día en que Gea, cansada de llevar en el vientre vástagos que su padre no permite que salgan al mundo, se alía con uno de sus hijos, Cronos, para matar a Urano. Este último, al emascular a su padre, crea el espacio que se abre entre el cielo arriba y la tierra que pisamos, y el tiempo, que estaría marcado por la sucesión de las generaciones. Al término de luchas por la soberanía sobre el universo, en las que los hijos destronan a sus padres, los Olímpicos, cuyo líder es Zeus, instauran el orden, que sucede al caos.” En esta sección se explica la relación entre los diferentes dioses olímpicos, llamados así porque habitaban el monte Olimpo, en Tesalia: Zeus es el principal y da a sus hermanos: Poseidón, el poder de los mares, los temblores y los terremotos, y Hades, el mundo subterráneo y el reino de los muertos. Su iconografía es semejante: Hombres barbados de edad avanzada, vestidos con una túnica de gasa y una capa de lana. Sus hermanas son Hera, esposa de Zeus; Démeter, diosa de la tierra cultivada y protectoria de las mieses, y Hestía, diosa del hogar, que está prácticamente ausente de las representaciones figurativas. Los hijos de Zeus, llamados olímpicos de segunda generación, son Atenea, diosa de la guerra; Hermes, dios del ardid, los ladrones y salteadores, y Apolo y Artemisa, mellizos y arqueros divinos. Pero están también Afrodita, a quien algunas versiones consideran hija de Zeus, y Dione o hija de Urano nacida de su sangre caída en la espuma de mar. “Los dioses griegos no eran en principio visibles a los hombres. El culto sacrificial no comprende ninguna revelación, ninguna aparición divina milagrosa (o epifanía). No obstante, el rayo es considerado una epifanía directa de Zeus y dondequiera que caiga se eleva un santuario. Para explicar la importancia de la religión en la ciudad, el segundo apartado parte de definir a la ciudad (polis): “esencial a la civilización helénica”, que se concibe como el modo de organización política adoptado por la mayoría de los griegos. Así, la religión y lo político quedan estrechamente vinculados en la antigua Grecia: “Los sacerdotes son magistrados y una de las funciones de la religión consiste en asegurar la cohesión del cuerpo social. Así, al financiar hecatombes (sacrificios de cien bueyes), la ciudad ofrecía a todos los ciudadanos --incluso a los más pobres-- un festín de carne, además de un día feriado. La religión está en el corazón de la vida de las ciudades griegas, como lo indican las fiestas religiosas y los concursos que marcaban el ritmo de la vida cotidiana; se presentarán las fiestas más importantes del calendario ateniense, uno de los que mejor se conocen.” Los santuarios marcan la organización del espacio cívico y los centros urbanos rinden culto a una o varias divinidades mayores. En ocasiones, se indica, una de ellas da su nombre a la ciudad. Es el caso de Atenea, para Atenas. En cuanto a la esfera privada, se muestra cómo --igual que en otros pueblos-- en la antigua Grecia el nacimiento, la pubertad, el matrimonio y la muerte van de la mano de la celebración de ritos. El matrimonio fue la fiesta familiar más importante, pues une a dos familias y permite la continuidad. Se celebraba a lo largo de tres días. Otra ceremonia importante fue la muerte, y sus ritos también se llevaban a cabo durante varios días. Para los griegos, el reino de los muertos estaba en un mundo subterráneo. Se tiene conocimiento de las costumbres funerarias por las excavaciones arqueológicas y testimonios literarios contenidos en las obras de Homero: “Los antiguos recurren a la cremación y a la inhumación, y la elección de una u otra práctica parece depender de preferencias familiares o individuales, además de que varía según el espacio y el tiempo. Como se consideraba que el mundo de los muertos era impuro, las necrópolis o ciudades de los muertos están ubicadas por fuera de las aglomeraciones, con el fin de separarlas del mundo de los vivos.” Algunas de las piezas de cerámica de la colección pueden admirarse con detalle en la página web. Ahí mismo puede verse una serie de audiovisuales de los que se encuentran también al final de la exposición, en una sala especial, y donde se explican los temas  abordados en la muestra. El museo también instaló un área lúdica con audios, libros y otros apoyos educativos. Como complemento a la exposición se ofrecen actividades paralelas: los talleres “El caballo de Troya”, “La historia que cuenta el vaso”, “En la guerra y en el amor…”, “Taller del arte antiguo de Grecia”. También se ofrecen visitas guiadas los sábados de 12:00 a 13:00 horas, y los domingos hay una representación teatral titulada Juicio a Sócrates, en la que se forma la asamblea que presenció la defensa que el filósofo hizo de sí mismo en su juicio por impiedad. La exposición estará abierta hasta el próximo 27 de abril de martes a domingo, de 9 a 17:00 horas, con entrada gratuita. Posteriormente, a partir del mes de junio, se montará en el Museo del Centro Cultural Santo Domingo, en Oaxaca.  

Comentarios