Arte: "Sexo, drogas, rock & roll..."
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con un título mucho más atractivo que el concepto y narrativa curatorial de la muestra, el Museo Universitario del Chopo de la Ciudad de México exhibe la muestra Sexo, drogas, rock & roll. Arte y cultura de masas en México 1963-1971.
Comisariado por Daniel Garza y Esteban King, el proyecto no cumple el objetivo que difunde en su discurso: “examinar los cambios radicales que sufrió el arte y la cultura visual en México durante la década de los sesenta, principalmente entre un sector joven de la población”.
Organizada a partir de los tres núcleos temáticos mencionados en su título, la exhibición se reduce a la presentación discrecional de algunas pinturas, fotografías, esculturas, objetos y referencias cinematográficas vinculadas directa o indirectamente con el sexo, las drogas y el rock & roll.
Lo primero que destaca es la homogeneización de las prácticas creativas de los jóvenes de esa época. Diversa y oscilante entre el conservadurismo, el colonialismo cultural estadunidense, el negocio rockanrolero y la rebeldía contracultural, la juventud clasemediera mexicana de los años sesenta no se limita a cuestionables estéticas psicodélicas, fotografías de hippies estadunidenses e indígenas en Huautla, reinterpretaciones actuales de películas de Jorge Rivero o testimonios visuales del Festival de Avándaro.
El capítulo más forzado de la exposición corresponde al vínculo entre drogas, psicodelia y arte. Integrada con relieves en op-art de Ernesto Mallard, pinturas de Arnaldo y Arístides Coen –de este último una pieza de 1973–, y dibujos de formas orgánicas de Nakatani y Luis López Loza, la sección no aborda la identidad de la creación en estados alterados de conciencia. Vivir en un contexto neoyorquino durante los años sesenta como es el caso de López Loza, no produce automáticamente experiencias y poéticas psicodélicas.
En lo que corresponde al sexo, el conocido objeto pictórico de Arnold Belkin de 1970 remite más a las estéticas geométricas y los campos cromáticos del expresionismo estadunidense que a una transformación de la sexualidad corporal. Emplazados museográficamente en la transición entre el sexo y el rock & roll, los logotipos de las Olimpiadas de 1968 y las piezas de la gráfica del movimiento estudiantil no corresponden con los planteamientos del guión.
Y por último, lo mejor y más frustrante de toda la exposición: la mínima presencia de los Tepetatles. Conformado como un irreverente e inteligente conjunto rockero encabezado por Alfonso Arau, el grupo, contratado para actuar en el convencional centro nocturno El Quid, contó con letras de Monsivais y diseños de Vicente Rojo y José Luis Cuevas.
Por su importancia como testimonio de las contradicciones culturales y juveniles de los sesenta, la película 5 de chocolate y 1 de fresa, basada en un guión de José Agustín y con la actuación de Angélica María como una novicia que al ingerir hongos alucinógenos se convierte en una descarada rockanrolera minifaldera, es la gran ausente de la exposición.