Curioso

miércoles, 16 de abril de 2014 · 17:14
MÉXICO, D.F. (apro).- Hay parecidos que ponen carne de gallina y erizan el cabello, estimados lectores de la presente, díganlo si no son así con los que hay entre la Belle Epoque, que terminó con la Primera Guerra Mundial en 1914 y éste en que se vive de 2014. Veamos esas semejanzas. En la Belle Epoque, tiempo que va del 1890 poco más o menos hasta el 1914, París era el escaparate de un mundo regido por el imperialismo… un mundo brillante, alegremente ruidoso, de elegante erotismo y de gran libertad… para los que tenían lo posible para comprarla… mundo por lo tanto apetecible, que tenía vida en otras ciudades, con menos elegancia y brillantes, por todo ciudadano con posibles que se respetara… En fin, fue una era de brillante superficie que servía de tapadera y hechos que no todos eran de oro… y lo mismo pasa desde la desaparición del comunismo como sistema de gobierno, hecho, o al menos así se vendió la idea, de que con la desaparición del Imperio del Mal, se viviría en un mundo feliz o casi, vertebrado por la democracia libertaria e igualitaria, incluyente de minorías y de respetos mutuos… ¿Resultado?... pues que llegamos a un 2014 muy parecido al 1914… a un mundo dividido por las suspicacias… debidas a las arrogancias, ambiciones y miedos… arrogancias, ambiciones y miedos generados y alimentados por la seguridad de que la libre competencia, elemento primordial en un mundo global visto, administrado y dirigido principalmente por la visión empresarial de la historia, puede llevar al ninguneo y hasta la muerte… Aunque no habría que sorprenderse por ello, pues también esas situaciones son hijas de la hipocresía y tener en cuenta que esos valores, por negros y negativos que sean, son los únicos que van a la alza en la bolsa de los sentimientos humanos… y lo curioso estimados lectores, es que el género humano no se haya dado cuenta de ello… ¿o será que se hace?... Pues ya, desde 500 años atrás, Erasmo, con su “Elogio de la locura”, les viene advirtiendo contra la estulticia humana y unos años antes del inicio de la Belle Epoque, el italiano Pablo Mantegazza escribió su ensayo “El siglo Hipólita”, como crítica y prevención contra ese vicio; y un hecho también curioso, en el mismo año que según los estudiosos del tema se inicia la Belle Epoque, en el 1890, el inglés Oscar Wilde escribe su novela “El retrato de Dorian Gray”, de inquietante simbolismo, en la que un joven arrogante y narcisista con posibles, lleva a la ruina y hasta la muerte a una serie de personas, termina asesinando al artista que pintó su retrato y se suicida en su intento por destruir la evidencia de su vida viciosa. Otra semejanza. Así como en la Belle Epoque tuvo su polémica entre Brunetiere y Berthelot sobre “la bancarrota de la ciencia”, proclamada por el primero, esta globalidad en que se vive, apoyada en “la muerte de las ideologías” y en “el principio de incertidumbre” de Heisemberg, que pone en duda la teoría de la causalidad, cuestiona la evidencia del desastre ecológico que a todos afecta. Y otra más. Así como bajo la brillante, alegre y seductora tapadera de la Belle Epoque, las grandes naciones estaban empeñadas en una lucha sorda para repartirse el mundo, esta globalidad en la que nos movemos bajo el velo de la democracia, derechos humanos y dignidad, se da una lucha de intereses por posiciones geopolíticas, materias primas, mercados y se declaran guerras regionales si se va recurriendo a la mentira. Ya se sabe cómo terminó la Belle Epoque y su doble moral, en la trágica, siniestra y estúpida Primera guerra Mundial, la de 1914, que con sus hechos hizo un mito falaz la proclama de “libertad, igualdad y fraternidad”, que desde la Revolución Francesa de 1789, venía siendo un grito de rebeldía y una deseada esperanza para individuos y para naciones oprimidas y explotadas… Ahora sólo falta que las suspicacias, ambiciones, arrogancias y miedos de unos y otros, de las grandes naciones, de las que verdaderamente pesan en las decisiones políticas… y en lo económico… conviertan en otro mito falaz los conceptos de democracia, libertad, dignidad y respeto. ¿Se llegará a eso? O mejor dicho, a la estulticia, sinónimo de la estupidez y la necedad humana, ¿harán buena la declaración de lamisca en la obra “elogio de la locura”: “¿para qué quiero yo templos, si el mundo entero es templo mío y el más espléndido, si no me equivoco? ¿Será? Estimados lectores de la presente, ¿qué tienen que decir a eso? Con el sincero deseo de que Dios les libre de todo mal. EL JUDIO ERRANTE

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