"Vuelta a lo mismo"

martes, 29 de abril de 2014 · 19:20
MÉXICO, D.F.(apro).- Ni modo, desorientados vivientes, si volviera a estar entre ustedes, otra vez tendría que tener encendida mi linterna día y noche, pues a pesar del tiempo transcurrido, no encuentro motivos para no hacerlo en esa globalidad en la que respiran y de la que tan orgullosos están. Los entiendo, mas no los justifico, pues ustedes mismos son la causa de que mi linterna tendría que seguir encendida, pues por lo que gusten y manden viven en democracias en crisis en descomposición creciente, como en la democracia en que vivió servidor, que era limitada…pues poco o nada tenía que ver con las mujeres, los esclavos y los extranjeros… Limitada y con tendencia a serlo más… por lo que no faltaron ciudadanos que la sobrepasan con sus ideas…por lo que siempre fueron vistos con desconfianza por los dirigentes de esa misma democracia…al punto que incluso condenaron a muerte al mejor de ellos: Sócrates, quien pensaba que el mal era fruto de la ignorancia humana y la virtud cuestión de conocimiento…de la verdad que se podía transferir, enseñar… por lo que el “conócete a ti mismo” es necesario a toda persona que quiera vivir una vida de virtud, o sea, de conocimiento de la verdad. Los hombres de mi tiempo influidos por Sócrates: Platón, Aristóteles o Antístenes, mi maestro, y otros más, ante la descomposición creciente de las ciudades, de la gran crisis de los pensares en los que se estaban hundiendo los antiguos valores ciudadanos y del soldado, en su deseo por encontrar la armonía que se estaba perdiendo, en su afán por salvar al hombre, dieron en la idea de que la solución estaba en el hombre mismo, que él debía ser, estar en la base y sobre él el girar de las ideas… Y si en “conocerse a sí mismo” daba en la verdad… como dijo Protágoras, uno de los sofistas más notables, “el hombre es la medida de todas las cosas”… ya que “de los dioses nada se sabe ni si existen ni de si no existen”…y consciente o inconscientemente, en mayor o menor medida esto es lo que hicieron sofistas, estoicos, epicúreos y Antístenes, mi maestro y, entre ellos servidor. Y fue lógico que pasara, pues ocurrió en el momento del ocaso de Atenas, el de las luchas internas entre varias ciudades griegas; en esta situación el hombre busca en su interior la salvación y la felicidad que no pueden darle las circunstancias en las que vive e intenta suplir con su individualidad… esto es, que se refugia en el yo, en el narcisismo, en la egolatría… situación que lleva no pocas veces a despreciarlo todo a ser indiferente a todo, incluso al prójimo…ustedes, estimados lectores de la presente dirán si no pasa algo parecido en su globalidad, de la que orgullosos están. Antístenes, mi maestro, discípulo primero del sofista Georgias y después de Sócrates, fue el fundador de la escuela cínica, así llamada por reunirse en el Cynosarges o templo del Perro Blanco, nombre que nos ganamos además por nuestro lenguaje mordaz y nuestras maneras desvergonzadas. Para Antístenes, la democracia griega era limitada y estaba en descomposición, se oponía a la religión popular, politeísta ella, y estaba en favor de un monoteísmo puro. Para él la filosofía era un conocer las reglas que deben seguirse para llegar a la verdad del bien y del mal, o sea, que era una moral, una ética. De este conocimiento del bien y del mal, sacó la conclusión de que era conveniente una vida sencilla y la vuelta a la naturaleza, desdeñar a la gloria que envanece, al poder que corrompe y a la riqueza que ensoberbece hasta la ceguera.  Esa era la esencia de la doctrina de los cínicos. Discípulo de tal doctrina, servidor no fue de los que se conforman con la teoría, sino que llevó a la realidad a la misma…por eso viví en un tonel y al ver a un muchacho beber agua en el hueco de su mano, arrojé el cuenco que me servía para ese menester, y cuando Alejandro Magno quiso favorecerme, que qué podía hacer por mí, me limité a decirle que se apartara ya que su sombra me impedía recibir los rayos del sol… Y también iba, como no ignoran, por Atenas con un farol encendido en pleno día, para ver si encontraba un hombre cabal, uno de verdad… esos hechos y otros parecidos hicieron de mi persona, a los ojos de mis contemporáneos, un ser absurdo, estrafalario, a un hombre que no comprendía a la sociedad… no me comprendieron…no entendieron que era mi forma mordaz de despreciar la riqueza…mi forma mordaz de criticar las costumbres y creencias de mi tiempo corrupto y decadente… No comprendieron que servidor, más que un hombre antisocial y extravagante, fue más bien una idea hecha carne…y una idea posiblemente salvadora de la decadencia en que vivían…y ustedes, estimados lectores de la presente, me van a perdonar, pero al ver lo peligrosa que es su globalidad y de la que tanto presumen;  lo limitado de sus democracias, la injusticia económica que hay en las mismas, en las que se impone en capitalismo sin freno, como lo demuestra el que cada vez más la riqueza se concentre en menos manos, en las que no pocos políticos mienten o no saben lo que hacen, en las que reina la indiferencia hacia el prójimo y en las que tantos y tantos se refugian en la resignación…servidor considera que tendría que tener su farol encendido en pleno día. Con la debida consideración que me merecen, de ustedes servir.   DIOGENES de SINOPE

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