"Sobre el mal" (3 de 3)

jueves, 12 de junio de 2014 · 19:54
MÉXICO, D.F. (apro).- ¿Existe el mal o no existe el mal?... esta pregunta, respetados lectores de la presente, no es tan gratuita y peregrina como pareciera ser, pues hay pensadores: filósofos, teólogos, sociólogos y moralistas que lo han considerado relativo, otros como un invento del hombre y otros más que de plano han negado su existencia. Recordemos a vuelo de pájaro lo que han dicho algunos de ellos. Según nos informan los que dicen que sí saben del tema, tenemos que para el conocido autor de LA CIUDAD DEL SOL, Tomás Campanella, conforme a su consideración filosófica de la unidad del todo excluye la existencia del mal. Benito Spinoza, por su parte, va más allá y afirma que el mal es uno noción mental, producto de la mente esclava de las pasiones, pero no existente en la realidad. G.W. Leibniz, conforme con la tradición cristiana, acepta la existencia del mal, pero piensa que es útil al orden y bien del mundo considerado como un todo. Para T. Hobbes, la raíz del mal está en el humano, lo que de manera natural lleva al hombre a ser el lobo del hombre. J. J. Rousseau piensa que la sociedad es la generadora del mal, pues el hombre en estado de naturaleza es bueno. E. Kant opina que el mal está ligado al “carácter sensible” del hombre. A. Schopenhauer, influido por el budismo, tiene al mal como único problema importante de la filosofía, el cual coincide con la voluntad, siempre insatisfecha, y que por lo tanto su negación significa necesariamente la eliminación de la voluntad. F. Nietszche, afirma que el mal es un invento de los débiles, pues el superhombre se encuentra más allá del bien y del mal… y por último, para terminar con esta sumaria lista, nombraremos a los existencialistas, que juzgan al mal como un dato insuperable de la condición humana. Como se puede ver, por lo escrito hasta aquí, exceptuando a los que negaron la existencia del mal, todos los que lo admiten, de una manera u otra, coinciden con la idea cristianan de que la humana criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, es la autora del mal… justo con el diablo, otra creación amorosa de Dios… con lo que se quiera o no, se cae en el maniqueísmo, es decir, en la herejía de Manes o Maniqueo, que admite dos principios creadores, uno para el bien y el otro para el mal, doctrina contraria a la idea de un Dios único y creador de todo lo habido y por haber, idea propia del cristianismo. Más si no se admite, en el cristianismo el maniqueísmo, ¿cómo se generó o quién puso al mal en el mundo? Tratando de salir de ese problema, de la idea de un Dios creador y consentidor del mal, conclusión inadmisible para el cristianismo, los gnósticos… corriente griega en el pensar cristiano, que daba más crédito, y anteponía el pensar a la fe, que trata de llegar al conocimiento de Dios por el razonar, en su afán, repito, de aclarar y sobrepasar esa contradicción entre el pensar y la fe expusieron varias soluciones. Marción, por ejemplo, consideró lo siguiente: que era antitéticos, o sea, diferentes y contrarios el Antiguo y el Nuevo Testamento. Para él, el Dios del Antiguo Testamento era una especie de demiurgo… una emanación del Dios único y creador de todas las cosas…el demiurgo había crado al mundo de una materia preexistente, imperfecta y principio del mal por su propia limitación. El Dios perfectísimo, providente –en el sentido de prudente, prevenido y cuidadoso para conseguir sus fines- y de su bondad había sido ignorado por el demiurgo y los hombres hasta la venida de Cristo… Marción, por supuesto, fue excomulgado y anatemizado por sus ideas dualistas. Otros de los gnósticos, Carpócrates, afirmó que el Dios supremo e increado, había producido los espíritus inferiores, que a su vez habían producido el mundo. Otras de las cosas que creía y predicaba Carpócates, era que las almas humanas existían antes de la producción del mundo; que las más puras tenían memoria de su existencia anterior y las impuras se encontraban sumergidas en el olvido, por lo que no les quedaba otra salida que transmigrar hasta purificarse. Carpócrates también creía que Jesús era el hombre de alma absolutamente pura, de ahí que fuera el redentor de las almas caídas en el olvido. Por esas ideas, fue natural que Carpócrates fuera acusado de hereje y excomulgado. Por lo hasta aquí expuesto, se ve que las confrontaciones entre la fe y la razón no aclaran ni resuelven lo del problema del mal en el mundo; únicamente dejan en pie la vieja pregunta de Epicuro, ya citada en mi primera carta en este buzón y que es la siguiente: “Si Dios es omnipotente, omnisciente y la bondad suprema, ¿es qué quiere evitar el mal y no puede? Entonces es impotente. ¿Es qué puede peno no quiere? Entonces es perverso”. Esta situación me angustia como hombre y me aterra como cristiano y como católico, ya que hasta ahora no se me ha concedido la gracia de creer en lo que no he visto ni entiendo, por lo que estoy en una contradicción sin esperanza. Con el ruego de que pidan a Dios que me ilumine, su seguro servidor de ustedes, respetados lectores de la presente. Lee la primera parte de la carta aquí y la segunda acá.

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