Por ese algo que transforma al cosmos...

sábado, 7 de junio de 2014 · 20:55

A Renata, como bienvenida.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- En febrero de este 2014, el público mexicano tuvo la oportunidad de escuchar en vivo a la cantante norteamericana Joyce Di Donato (Kansas, 1969) quien, como ya es consuetudinario, cautivó y deslumbró con sus interpretaciones. En honor a la verdad, la eximia artista declaró a posteriori que ese concierto ?el primero en nuestro país? en el Palacio de Bellas Artes había sido uno de los más memorables de su carrera, no sólo por la extendida y cálida ovación que se le tributó, sino por la fabulosa cantidad de “tweets” que circularon en la “Red” sobre su actuación, la más numerosa de su haber. En cuanto a su perfil curricular bastan pocas líneas para aquilatarlo: es una de las mezzosopranos más reconocidas de la época, cuyas interpretaciones de Händel,[1] Mozart y Rossini,[2] son ya de referencia y cuyos galardones van en imparable ascenso. Entre ellos, el Grammy a la Mejor Solista Vocal de Música Clásica de 2012y la presea que otorga la Royal Philharmonic Society del Reino Unido. Empero, lo más destacable es su honestidad artística y la elocuencia con la que trasmite su entusiasmo por lo que hace. Constituye, asimismo, uno de los raros ejemplos donde no hay empacho en aceptar los fracasos y las negativas que hubo de sortear antes de alcanzar el estrellato. De hecho se ufana de ello. Con estos antecedentes podemos dar paso a la traducción ?lo más literal posible? de su reciente discurso ?27 de mayo? para los recién graduados de la Escuela Julliard de Nueva York, ya que la relevancia de su mensaje amerita compartirlo con aquellos lectores de habla hispana que están dispuestos a ofrendarle sus vidas a las artes escénicas y, por qué no, también para quienes circundan su existencia de las bellezas que éstas prodigan a raudales. Digamos, por último, que la Julliard está considerada como una de las forjadoras de los talentos más formidables del planeta. Además de, por supuesto, poder darse el lujo de presumir su incuestionable y onerosa exclusividad. Leamos, pues, los fragmentos sustanciales; será obvio que al concluir la lectura sobrarán los comentarios. “Me presento esta mañana con la debida humildad y el encandilamiento por sus logros en este ansiado día de graduación. ¡Mírense! Con sus togas y birretes, listos para enfrentar al mundo. Ya todo quedó atrás, aquella estresante audición para ser admitidos, las subsecuentes noches de insomnio, la angustiosa preparación de sus recitales, las infinitas horas de estudio, las ampollas y las lágrimas, y ahora están a punto de convertirse en ex alumnos de la aclamada escuela Julliard. ¡Ustedes, amigos míos, están viviendo un sueño!  Ojalá se me hubiera ocurrido, al momento de ser invitada a esta ceremonia, pedir que se imprimiera la biografía que yo tenía a su edad en lugar de la actual. ¡Qué contraste hubiera sido! Habría dicho que a pesar de haber sido la única alumna de mi generación que se quedó sin manager hasta la madura edad de 29 años, que a pesar del veredicto de la Houston Opera Studio donde se confirmaba mi “falta de talento”, que a pesar de los innumerables rechazos, que a pesar de todo eso, milagrosamente yo lograba pararme hoy aquí, dándole consejos  a un grupo de artistas con los que, sin exagerar, yo jamás hubiera podido codearme, pues la verdad es que a mí, otrora, no me habrían admitido en esta escuela. En ese entonces, simplemente no estaba lista. Esa es la verdad. Uno nunca sabe por dónde lo conducirá su camino. Sin embargo, el suyo los ha traído hasta acá. Podría compartirles más verdades aprendidas a través de experiencias amargas ?tal como las he ido asimilando en mi odisea personal como cantante? mismas que, a primera vista sonarían como una colección de malos presagios, empero, quisiera pedirles que cambien ligeramente ?más bien de forma radical? el enfoque de su pensamiento. Ustedes, muchachos, son artistas brillantes que ya están acostumbrados a pensar de maneras heterodoxas. Por ende, voy a ofrecerles cuatro reflexiones con la esperanza de que les sirvan como herramienta para seguir adelante y para empoderarlos desde la auténtica esencia de su ser, de modo que al momento de enfrentar los retos de esta demandante carrera tendrán a su disposición los medios para reencontrar su equilibrio vital, evitando que su voz y su alma se descarrilen. Entonces tendrán el poder para transformar y transformarse. Nunca van a conseguir la perfección absoluta. Esto una mala noticia, mas con el cambio de enfoque que acabo de solicitarles verán qué tan fabuloso puede volverse, ya que yo no creo que en realidad exista. Para un verdadero artista nunca llega. Una de las grandes dádivas que pueden darse a ustedes mismos, en este único, solitario y monumental momento de su vida, es tomar la decisión de consagrarse a la travesía y no a la meta. Ésta siempre se quedará corta frente a las expectativas, y si ustedes están cazando esa elusiva y decepcionante meta, lo más probable es que incurran en una senda muy áspera, puesto que siempre habrá cosas ?la falta de magia en alguna línea vocal, la imprecisión de algún fraseo, etc.? que podrían salir mejor. Siempre podrá adquirirse mayor libertad en la expresión, siempre habrá nuevas verdades que descubrir. Como artistas nunca llegarán a un destino preestablecido. Esta es la gloria y la recompensa de trabajar en pos de su arte y de embarcarse en el camino de la curiosidad y la imaginación, al tiempo que uno se vuelve incansable en la lucha por alcanzar algo más grande que uno mismo. El trabajo jamás cesa. Esto puede sonar tremendamente condenatorio, sobre todo ahora que están concluyendo sus estudios, sin embargo, he descubierto que cuando las cosas nos avasallan, ya sea por un éxito inesperado o por un devastador fracaso, el camino de regreso a su centro es, meramente, el regreso al trabajo. Muchas veces será la única acción que tenga sentido. Es ahí donde encontrarán el solaz y lo verdadero. Con el arco en mano, sentados al piano, en la barra de ejercicios, sean pacientes y sepan que el trabajo va a respaldarlos. Todo lo que pide es que estén presentes tal como lo hicieron cuando descubrieron por vez primera la magia de su vocación artística. Aporten el asombro que tuvieron en su infancia por su futuro oficio y hagan lo necesario para encontrarse nuevamente con su verdad. Ella va a enseñarles cómo estar presentes, cómo vivir y cómo desapegarse. En ella yace, no sólo su libertad artística, sino su libertad personal. No se trata de ustedes. Esta puede ser una lección de humildad difícil de aceptar, pero es una verdad liberadora. Quizá todavía no se hayan dado cuenta, pero no se han alistado para una vida de gloria y adulación (aunque no me abstendría de deseárselas), no obstante, ese no debe ser su destino. La gloria es transitoria y va a desaparecer tan arbitrariamente como llegó. La verdad es que se han enrolado en una vida de servicio, cuyos resultados en las vidas de otras personas no desaparecerán como lo hará su fama. Están aquí para servirle a la melodía, a las palabras, a los compositores, a los acordes y a las coreografías, pero sobre todo, están para servirle a la humanidad. De ahora en adelante serán sirvientes de los oídos que claman por armoniosa quietud, de los ojos que necesitan consolarse con lo bello, de las mentes que demandan reposo dinámico, de los corazones que requieran de vuelos y entendimiento silencioso y de las almas que precisen asirse a temerarias iluminaciones. Serán sirvientes de los enfermos que necesiten sanar a través de la belleza. […] Ustedes serán los navíos para que los iracundos y los extraviados tengan un lugar seguro donde descargar su rabia. Serán sirvientes de los ansiosos, de los optimistas, de los ingenuos, quienes los seguirán con los ojos plagados de sueños. […] Serán también sirvientes de aquella apasionada fuerza que brota de su ser ansiando crecer y expandirse. […] Y, por favor, no se olviden de divertirse. Jamás abandonen la diversión en sus tareas. A través de ella le servirán a su verdad. Si la obtienen tendrán todo y se volverá irrelevante alcanzar la paralizante perfección. El mundo los necesita. Puede ser que el mundo no se haya aún percatado, pero vaya que los necesita. Los anhela y está muriendo por ustedes y por su oferta de sanación a través de su arte. Los necesita para entender aquello que es más grande que la vida humana y para que sus pobladores dejen de sentirse tan insignificantes, tan solos y tan desamparados, tanto que, con sus miedos, le impiden a los artistas contribuir con aquello que los hace únicos: esa distintiva y rara cualidad que el mundo está estallando en lágrimas por obtener. Ustedes están aquí para recordarnos cómo se siente esa desenfrenada exuberancia infantil, de tal forma que podamos seguir, sin quejas ni apologías, riendo, jugando, volando, y para que dejemos de tomarnos todo con tanta obstinada seriedad. […] Los necesitamos para hacernos sentir parte integral de una existencia compartida a través del lenguaje misericordioso, comunitario y universal de la música, de la danza, de la poesía… No nos hagan perder de vista que en esta travesía estamos todos juntos y que merecemos una vida rebosante de inmensas posibilidades, de improbables bellezas y de implacables certidumbres. Gracias.”   [1] Se sugiere la escucha del arioso Dolce riposo de la ópera Teseo de Gëorg Friedrich Hándel (1685-1759). Audio 1. (Joyce Di Donato, mezzosoprano.  Les Talens Lyriques. Christophe Rousset, director. VIRGIN CLASSICS, 2009) [2] Se recomienda la audición de la cavatina Bel raggio lusinghier de la ópera Semiramide de Gioachino Rossini (1792-1868). Audio 2. (Joyce Di Donato, mezzosoprano. Orchestra e Coro dell´Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Edoardo Müller, director. ERATO, 2009)

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