La guerra no es futbol

martes, 1 de julio de 2014 · 21:01
MÉXICO, D.F. (apro).- El lunes 23 en Zacatecas, mientras inauguraba el Gasoducto Centenario --con el cual se introducirá a esta entidad el uso de gas natural--, el presidente Enrique Peña Nieto equiparó la hazaña realizada por Francisco Villa al vencer ahí hace cien años a las fuerzas huertistas, en una de las batallas más cruentas de la Revolución Mexicana y de la historia de México, con el partido de futbol que tendría esa tarde la selección nacional contra Croacia en el Mundial de Brasil. Días antes, el historiador Lorenzo Meyer avizoró que “así como el panismo no supo conmemorar en 2010 los 100 años del inicio de la Revolución Mexicana, el priismo actual va a intentar conmemorar, sin tener verdadera razón ni ánimo, la hazaña de un ejército popular que en unas horas quebró el espinazo a un ejército profesional, base de una dictadura militar y de un régimen antidemocrático y oligárquico”. Parece que se cumplió. En el acto conmemorativo Peña Nieto puso en primer término la inauguración del gasoducto de 173 kilómetros. Luego dijo en un improvisado y breve discurso: “El segundo motivo que hoy nos convoca es la celebración de esta efeméride: la Toma de Zacatecas por un ejército popular que fue el de la División del Norte, con Francisco Villa, Felipe Ángeles, Pánfilo Natera, que fueron protagonistas de esta batalla que permitió o fue fundamental para el triunfo de la Revolución hace justamente cien años, que hoy estamos aquí conmemorando.” Y luego de reiterar lo decisivo de esa batalla y expresar el “gusto” que sentía por estar en esa ciudad cien años después, pasó a hablar de futbol, admitiendo que es la “fiebre” del momento. Deseó éxito a la escuadra dirigida por Miguel Herrera El Piojo, y comparó el juego que se aproximaba con la Toma de Zacatecas por tratarse de un partido decisivo para la clasificación de México a la siguiente ronda del torneo mundial. Más tarde, las pantallas de televisión difundieron imágenes de la esposa de Peña Nieto, Angélica Rivera, acompañada de sus hijas, en la Arena Pernambuco de la ciudad de Recife, a donde asistió a presenciar el partido, que el gobernante consideró tan “decisivo”. Prácticamente no hubo reacciones en la prensa. Apenas un artículo de José Carreño Carlón en el cual advirtió la necesidad de tener cuidado “con los paralelismos forzados”. Cabe preguntarse si para alguien como el ya fallecido Friedrich Katz, biógrafo de Villa, la comparación habría sido un despropósito. Lo parece porque la lucha del Centauro del Norte no fue la de un día aunque, sin duda, Zacatecas fue decisiva en el avance de las tropas revolucionarias hacia la Ciudad de México. En uno de sus siempre ilustradoras columnas Inventario (el del 10 de marzo de 1980) del semanario Proceso, José Emilio Pacheco recuerda cómo tras esa batalla se firman los tratados de Teoloyucan, el 13 de agosto de 1914, que sellan la victoria del Ejército Constitucionalista y la disolución del ejército federal. Es la derrota de Victoriano Huerta. Y enfatiza que la lucha de Villa inició años atrás. Él, como Emiliano Zapata, refiere Pacheco, conoció en carne propia las injusticias sociales. Katz destacó en algunas entrevistas con Proceso, que aunque menos conocido que el del Caudillo del Sur, Villa tuvo también un ideario, una ideología. Luchó por que hubiese reformas económicas y sociales que contribuyeran a mejorar la vida de los más desprotegidos. Y al percatarse de que Venustiano Carranza no cumpliría con ello, rompió definitivamente con él y con su jefe militar Álvaro Obregón, con lo cual firmó su sentencia de muerte. Nadie pide que no se festejaran los triunfos de la Selección Nacional en la Copa del Mundo. Nadie exigiría que no se estimule o reconozca a los jóvenes futbolistas que, jugoso sueldo de por medio (Miguel Herrera aparece en el noveno lugar de los directores técnicos mejor pagados del mundo, según Forbes), llevaron al seleccionado a la fase de octavos. Aunque sea, azares de la vida, el mismo día en que se conmemora una batalla tan emblemática. Lo cierto es que en un juego, sí, un “juego”, de futbol no está el destino de la nación. E incluso si los futbolistas mexicanos hubieran regresado de Brasil con la Copa del Mundo en las manos nada cambiará para México: No se parará la guerra contra el narco, no disminuirán los índices de violencia ni terminará la crisis económica o echarán para atrás las reformas en telecomunicaciones o energética, en donde sí se está definiendo el rumbo del país para los próximas décadas. José Emilio Pacheco expresó en su texto, en breves párrafos, el panorama de lo que significa una guerra como la que vivió el país en los años de la Revolución Mexicana: Se llevó cabo el primer bombardeo aéreo de la historia del mundo, incluso antes que en la Primera Guerra Mundial. 1915, consigna el autor de Las batallas en el desierto, “fue el peor año de guerra civil que ha conocido México: Hambre, devastación, caos social, político y económico”. ¿Es posible que el jefe del Ejecutivo no reflexionara en todo esto, y en la agenda social que aún está pendiente luego de esa cruenta lucha, antes de haber hecho un parangón tan a la ligera?

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