Klip: Un mundo con muchos smartphones y poca esperanza

miércoles, 16 de julio de 2014 · 18:34
MÉXICO, D.F. (apro).- Jasna (Isidora Simijonovic) es una adolescente humilde de la ciudad de Belgrado (Serbia) con un entorno familiar complicado: Su padre padece de una enfermedad terminal. En este contexto se desarrolla la cinta de Maja Milos, Klip (Serbia, 2012), una desesperanzadora y cruda historia que deja al descubierto la falta de herramientas de los adolescentes para salir adelante en entornos que parecen complicados. Jasna busca refugio en las fiestas, las drogas, el alcohol, en un chico llamado Djole (Vukasin Jasnic) y en los clips de video y fotos que registra con su teléfono celular. Los recursos de Jasna no sólo funcionan como placebo: Con el paso de la cinta, sólo la vemos convertirse en una esclava sexual de Djole. Los adolescentes de Klip parecen tener demasiado tiempo libre pero no van a ninguna parte. Aquí sí aplica el dicho “la ociosidad es la madre de todos los vicios”. Lo más aterrador del asunto --al menos para un espectador ajeno a la realidad Serbia--, es que la protagonista de la cinta no parece tener carencias económicas graves como las podríamos concebir en algunos extractos sociales de nuestro país. Es decir, no lo vemos padecer por comida o vestimenta ni los vemos vivir en una casa de cartón. De igual manera, tampoco vemos que la familia de Jasna esté formada por padre golpeador o alcohólico; fuera de que la madre de la protagonista es quien batalla para sacar adelante a la familia, lo cual resulta un proceso doloroso con una situación económica apretada, no encontramos un elemento tangible que nos ayude a entender el comportamiento de Jasna. La vida de los adolescentes de la cinta carece de sentido y, si bien las fiestas, el sexo y las drogas funcionan como placebo para el vacío que puedan tener, es quizá el uso de su smartphone lo que evita que su “Yo” se desmorone por completo, y todo gracias al culto el Ego a través de fotos y videos con los que documentan su día a día. Paradójicamente, es el mismo Ego lo que no les permite trascender su contexto, y mucho menos tomar decisiones que les brinden mayor estabilidad emocional. Los personajes de Klip parecen estar adormecidos, de pronto los despierta el dolor y la violencia en forma de estallidos espontáneos, pero las emociones no se viven más allá de ese momento, nunca viajan a otro plano, no se habla de ellas, no se reflexiona, y por su puesto, no hay dudas existenciales y nadie se detiene pensar en el sentido de su vida. Klip es un mundo habitado por muertos vivientes.

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