Piden en el Cervantino promover obra de Gabriela Mistral

domingo, 11 de octubre de 2015 · 12:37
GUANAJUATO, Gto. (proceso.com.mx).- En el arranque formal del homenaje a la poetisa y educadora chilena Gabriela Mistral dentro del Festival Internacional Cervantino, investigadores de su obra propusieron reeditar y promover ampliamente una mayor divulgación y lectura de su obra, como el mayor homenaje que se le pueda brindar a ella o a cualquier otro escritor. El Cervantino homenajea a Mistral (1889-1957), primera latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945- con un programa especial a cargo de Chile, que incluye la revisión literaria, la valoración de su estancia en México y su colaboración con José Vasconcelos en el modelo educativo posrevolucionario, así como presentaciones musicales y de artes gráficas. En el primer coloquio literario dedicado a su memoria, “Gabriela íntima: vida, obra y el anecdotario mistraliano”, efectuado en el Museo Iconográfico del Quijote, participaron los investigadores Soledad Falabella (profesora en Género y cultura latinoamericana en de la Universidad de Chile y egresada de Literatura en dicha institución) y Pedro Pablo Zegers, quien se ha ocupado durante varios años en la recuperación de los textos de la poetisa y en su conservación a través del Archivo del Escritor en la Biblioteca Nacional de Chile, y conocedor de la vida y obra de Mistral. “El mejor reconocimiento que se puede dar a cualquier autor, en este caso a Gabriela Mistral, es publicarlo, leerlo; los grandes actos deben ser nuevas publicaciones, reediciones, coediciones de su obra. En México hay algo, pero se necesita más”, dijo a Apro Zegers, quien se encontró con varios chilenos entre el público asistente al coloquio, que reconocieron desconocer la obra literaria de la escritora autodidacta, ávida lectora “a troche y moche” de todo tipo de temas: ciencia, botánica, religiones, filosofía, geografía. Zegers dedicó gran parte de su exposición a recuperar la huella de Gabriela Mistral en México, donde vivió durante dos años (luego de haber aceptado una oferta de Vasconcelos para estar seis meses) y al que volvió en una segunda estancia en Veracruz. “Quizás algunos de los años más felices de su vida los vivió en este país generoso, que le recordaba su querido Valle de Elqui”, mencionó el investigador, que en la década pasada recuperó de un familiar de la heredera de Mistral cientos de cajas con fotografías, cartas, películas, objetos y material inédito que fue entregado en donación a la Biblioteca Nacional de Chile. Parte de este acervo ahora en manos de la Biblioteca Nacional se expone el propio Museo Iconográfico del Quijote como parte de la programación de artes visuales del Cervantino, bajo el título “Gabriela Mistral, hija de un pueblo nuevo”. Mistral viaja a México en 1922, a sus 32 años y con 20 como docente y es recibida por Jaime Torres Bodet. La reciben también cientos de niños. Previamente, el propio Vasconcelos le daría la bienvenida en un cable citado por el conferencista en esta charla: “Bienvenida sea usted con entusiasmo y júbilo. Desde ahora contamos con un día más de glorias los mexicanos. Orgullo y alegría sentimos de tenerla entre nosotros y de saber que usted nos ama y nos desea bien…ahora por fin llega usted, emisaria, corazón que rebasa su patria en busca de las veinte naciones dispersas para juntarla en un solo generoso amor”. La escritora describió en cartas a sus amigos chilenos las emociones que le despertaron tales recibimientos. “Le diré cuál ha sido mi impresión más fuerte. No fue lo de la escuela, a pesar de que es tan hermoso. Fue esta: llegué a la casa que me han instalado en el campo. Subí a su azotea. El horizonte es hermoso y sentí un abrazo de luz del cielo y un abrazo de silencio de todos los campos que me rodean. Por primera vez en dieciocho años sé que puedo trabajar en paz, sin el toque de la campanilla cada hora, sin la angustia económica que me turba la vida perennemente. Alabé a Dios y bendije con todo mi corazón a esta tierra ajena que me da semejante paz”, le escribió a su amigo Hernán Díaz Arrieta, crítico literario. La autora (cuyo nombre verdadero era Lucila Godoy) recorrió México en un incesante trajinar, ofreciendo conferencias que apuntalaran la reforma educativa de Vasconcelos. En todo momento, citan los conferencistas, reconoce la talla intelectual y humanista del secretario de Educación, “un hombre al cual las juventudes de nuestros países empiezan a señalar como al pensador de la raza que ha sido capaz de una acción cívica tan valiosa como su pensamiento filosófico”. Soledad Falabella y Pedro Pablo Zegers destacaron la faceta humanista y política de la escritora, quien a lo largo de su vida nunca dejó de visitar las cárceles y de promover la lectura entre los pobres, los obreros, las etnias, así como el rango alcanzado, contra su condición de mujer en la época en que vivió, pues “llegó hasta donde podía llegar”. La visión poética y política de Gabriela Mistral fue la de una América unida, como un solo país, pero con su diversidad, con sus particularidades, las cuales describe pero siempre con la mira en la unión nacionalista, firme creyente en la justicia social y el humanismo. Su obra literaria merece ser difundida con mayor amplitud y leída en todo el mundo. “En la compilación de Lecturas para mujeres, que le encargó la SEP, incluyó poemas suyos, pero lo hizo con recelo, con mucha modestia porque no había sido muy respetada o querida por carecer de títulos. Tiempo después recibiría doctorados honoris causa en tantos países, paradójicamente”, recordó Soledad Falabella. Sobre el impacto que México causó, Mistral dejó numerosos testimonios: poemas, crónicas y otros escritos en los que describió costumbres, paisajes, la situación política.  Al marcharse del país, dejó amigos como Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Enrique González Martínez y Palma Guillén. Aunque viajó posteriormente a Estados Unidos y Europa, Gabriela Mistral llevó a México y lo inscribió en su poesía. Regresó entre 1948 y 49 y residió en Veracruz, donde el entonces presidente Alemán le ofreció la hacienda “La Orduña” para residir en esa temporalidad. “Uno de sus poemas –concluyó Pedro Pablo Zegers– está dedicado al maíz”: El maíz del Anáhuac, el maíz de olas fieles, cuerpo de los mexitlis, a mi cuerpo se viene. Es el viento que huye jugando a que lo encuentre, y me cubre y me baña el Quetzalcóatl verde de las colas trabadas que lamen y que hieren… Maizal hasta donde lo postrero emblanquece, y México se acaba donde el maíz se muere.

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