'¿Víctimas?, ¡para nada!”

martes, 24 de noviembre de 2015 · 19:15
MÉXICO, DF (apro).- Inocencio Peregrino, muy señor mío: ¿escribió en serio todo lo que expuso en su carta a este buzón? Porque eso de que los políticos son unos pobres entes sujetos a la heteronomía debido a las circunstancias imperantes en esta globalidad en la que respiramos, por lo que no son lo que ellos quisieran, a este servidor le parece, pues así lo ve y lo siente, una magnífica justificación para que los mismos sigan fregándonos. Por supuesto, hay excepciones… Que desafortunadamente confirman la regla. A este servidor le parece que los políticos para nada son perros de Pávlov, ya que los mismos proclaman y aseguran que, como vivimos en democracia, son nuestros representantes y defensores de la ciudadanía. Esas son sus palabras y, en general, ¿cuáles son sus acciones? Veamos algunas de las más señaladas y frecuentes. A pesar de todas las seductoras promesas que hacen a la ciudadanía en sus campañas para conseguir los votos de la misma y llegar así al poder de manera legítima y legal, en cuanto lo consiguen la inmensa mayoría de ellos hacen realidad el célebre aforismo de Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, pues ven y consideran a los ciudadanos como menores de edad, incapaces por tanto de saber bien a bien qué es lo que más les conviene para su bienestar, por lo que toman medidas y emprenden obras sin haber antes consultado la opinión de los electores… Y qué bueno sería que esa medidas y obras en verdad beneficiaran a todos sus electores, más eso no es así, ya que medidas y obras mal resisten y más bien propician, para su cumplimiento, acciones como el uso de la información privilegiada, el tráfico de influencias, el soborno o la vulgar “mordida”, el nepotismo y el compadrazgo, la cooptación por todos los medios e incluso las amenazas veladas y hasta abiertas a sus oponentes o para callar a los que se atreven a dar a conocer a los ciudadanos los entresijos tan ilógicos, entre lo dicho y lo que se hace, de esas medidas y obras. Tan torcida manera de conseguir imponer lo que tantos políticos consideran qué es lo mejor para la ciudadanía, prestando oídos sordos y acallando la voces que protestan o simplemente exhiben la incongruencia que existe entre lo que dicen y hacen tantos políticos, ha creado una dialéctica de contradicciones que integra también a la moral y hasta la verdad, la cual justifica con creces la desilusión, la desconfianza e incluso el rechazo general que se da en estos días por parte del hombre común a la política y los profesionales de la misma, los políticos, y tiene razón la ciudadanía al tomar tales actitudes, ya que la austeridad que se les viene imponiendo, el poner a la venta la empresa del gobierno y otros bienes nacionales (lo que da el adelgazamiento del Estado y su consiguiente debilidad y pérdida de soberanía), los recortes al gasto público, las reformas a las leyes laborales, que tienen por objeto no desanimar o desincentivar las inversiones de los capitalistas, tanto nacionales como extranjeros, decisiones que con otras perecidas han ido imponiendo los políticos a su pueblos desde hace varias décadas a la fecha, han mostrado y demuestran que la democracia y la misma libertad, que se dice que como nunca antes se disfrutan en la actual globalidad, están en entredicho, pues la misma es clasista en esencia, ya que como nunca antes esas decisiones de los políticos han servido y sirven principalmente a las plutocracia, o sea, a la preponderancia de la clase rica en la sociedad e igualmente a la oligarquía, esto es, al conjunto de los negociantes más poderosos que se conchaban para que todos los negocios posibles dependan y se desarrollen de acuerdo a sus ambiciones, como lo muestra y demuestra que cada vez más la riqueza se esté concentrando cada vez en menos manos. A la luz de esta realidades, este servidor opina que la política y los profesionales de la misma, para nada son pobrecitas víctimas de la heteronomía, pues tales hechos (venta de empresas del gobierno a la iniciativa privada, nacional o extranjera; el adelgazamiento del Estado, reformas laborales, recortes en los gastos sociales, austeridad, etcétera) no se habrían llevado a cabo sin las enérgicas decisiones de los políticos, e impuesta a sus respectivos pueblos sin previas consultas, por lo que los políticos no son víctimas, sino más bien victimarios, al ser unos de los poderes fácticos, de hechos, que impiden a los pueblos el libre desarrollo de su naturales y de acuerdo a su necesidades, aunque con ello los dejen en la pobreza. Como ya lo dije, no ignoro que hay excepciones que, insisto, desafortunadamente confirman la regla, por lo que hay que encontrarlos, votar por ellos y no quitarles los ojos de encima para cuando se olviden que son nuestros servidores, como dijo Morelos, y no nuestros amos; recordárselo y organizarse para ello, pues en la aritmética política el poder del número sin organización pasa a ser de más a menos ante la minoría del poder organizado. Usted dirá, señor Inocencio Peregrino, si tiene la razón este su seguro servidor, que le desea sinceramente lo mejor.   Juan Contreras

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