'¿Atole con el dedo?" (1 de 2)

miércoles, 2 de diciembre de 2015 · 19:19
MÉXICO, D.F., (apro).- Respetables lectores de la presente: tengo un muy buen amigo, refugiado español él, que hace muchos años vive en México, los más de su vida, que se ha negado y se niega a ir, aunque sea de visita, a su país de origen. No lo hizo ni siquiera cuando lo gobernaron los socialistas, y , terco, dice que no lo hará hasta que se haga un meódromo público de la tumba del tal por cual de Francisco Franco y la cruz levantada en Cuelga Muros (que con sus ciento cincuenta metros es la cruz cristiana más alta del mundo), por ser la misma blasfemia, pues para nada es un símbolo de paz y amor, de reconciliación, de concordia, de unión de voluntades. Más bien es símbolo de muerte y de venganza, ya que esa cruz forma parte de un monumento que, como dijo el mismo Franco, “se defienda del tiempo del olvido y que constituya un lugar de meditación y reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor” (entre ellos a los militares traidores que habían jurado lealtad a un régimen legalmente constituido… y sobre todo a su Jefe… que para nada fue un caído… y más bien su beneficiado). A servidor, por mucho tiempo, a diversos amigos del citado, tal sentir, pensar y actuar pareció extraño, caprichoso, pero en estos días hemos podido comprobar que no tenía nada de eso. Un reportaje especial, aparecido en la revista Proceso, número 2037, del 5 de noviembre de este año, reportaje debido a Alejandro Gutiérrez, informa que, como nuestro amigo, no faltan y más bien sobran en la misma España personas que piensan lo mismo: Que el faraónico mausoleo del Valle de los Caídos, lo construyó Franco para asegurar su inmortalidad, por lo que es una farsa y una blasfemia, y una burla a la historia, pues hay que recordar como lo hace A. Gutiérrez que mientras se construía ese dizque monumento símbolo de la paz, amor cristiana y la concordia, después del que mismo se terminó, Franco presidió una brutal y cruel dictadura basada en la ideología nazi-fascista hasta el momento mismo de su muerte… dictadura que contó con el apoyo y bendición de la iglesia Católica… dictadura que ejecutó a no menos de 50 mil, según unos… y a 200 mil, según otros… y dejó morir en las cárceles a varios miles más de hambre y enfermedad… Al mismo tiempo socializó al pueblo español en el temor por medio del acoso, la represión y la violencia sin freno, con lo que hizo surgir, propagó y afianzó el derrotismo, la apatía y el conformismo generalizado… y todo eso funcionó hasta la muerte del “Caudillo por la gracia de Dios”, el “Centinela de Occidente” y del autor, guía y maestro del hecho de haber convertido a España en la “reserva moral del mundo occidental”. ¿Cómo fue posible todo eso tan contradictorio? Según uno, los más críticos y enemigos de la feroz dictadura filo nazi-fascista de F. Franco, sabiendo que era visto y considerado como un hijo de la tal por cual (aunque su madre fuera muy honrada) por políticos, medios de comunicación y gran parte de la opinión pública de las democracias triunfantes, se ofreció y consintió ser uno de los tantos hijos de puta que la política, políticos, medios de comunicación y parte de la opinión pública estadounidense declararon que eran necesarios para salvar a la democracia y a la libertad desde antes de que acabara la Segunda Guerra Mundial, como lo demuestran, por ejemplo, lo escrito en el New York Journal American del 14 de febrero de 1945, que expresa: “Con la catástrofe inminente de Alemania y su destrucción, y como bastión contra el comunismo, España y Portugal toman el papel de barrera contra la flota roja”; y el periódico de las fuerzas armadas norteamericanas en Europa, el Star and Stripes afirma por su parte el 14 de marzo del mismo año, que la política estadounidense parte de la comprobación de que el régimen de Franco no puede ser reemplazado. Lo anterior y otras declaraciones en el mismo sentido y en el mismo tiempo de W. Churchil, que pueden leerse en la obra “Historia de la España franquista” de Max Gallo, para servidor, justifican lo dicho por mi amigo. Lo anterior, junto con lo expuesto por A. Gutiérrez en su reportaje en Proceso, le dan la razón igualmente cuando expresa que la tan alabada, tenida como ejemplar y milagrosa transición a la democracia realizada en España, no ha sido y es, a la luz de los hechos, nada más que atole con el dedo, con todo lo que ello significa, pero eso es otra historia, como decía el novelista inglés, apologista del imperialismo británico. Historia que servidor abordará en próxima carta a este buzón. Sin más por el momento y con e sincero deseo de que Dios los guarde. LIGORIO D’REVUELTAS

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