"¿Será posible?"

martes, 24 de marzo de 2015 · 21:52
MÉXICO, D.F. (apro).- Atribulados congéneres: nadie puede negar el clima de inseguridad y miedo en que vivimos por el crecimiento del crimen; la precariedad del empleo; la disminución del poder adquisitivo de los salarios; la inquietud, el pánico y a veces la desesperación por no saber lo que nos traerá el mañana. El desencanto generador de la incredulidad general reinante en los valores de la democracia, puesta en crisis por los poderes fácticos tantas veces por las equivocadas decisiones tomadas por ineptos dirigentes de los mismos o, peor aún, por colusiones, es decir, por convenios o arreglos de conveniencia establecidos por algunos integrantes de esos poderes de hecho (políticos, financieros, empresariales, de los medios de comunicación, nacionales y/o transnacionales) con la única intención de asegurar o aumentar sus muy particulares intereses y privilegios sin tener en cuenta para nada y hasta yendo no pocas veces contra y perjudicando derechos de otros. Incluso bienes públicos comunes a todos; colusiones que en ocasiones se han realizado y se realizan en la obscuridad con premeditación, alevosía y ventaja, buscando con ello la impunidad y por añadidura la falsa necesidad y legitimidad para esas colusiones antisociales. Estas situaciones y otras parecidas que serían largo enumerar y que todos padecemos en diversa medida, me hacen pensar que a Juan Recuerda le asiste la razón cuando, en carta a este buzón, afirma que la globalidad en la que nos movemos y nos mueven, en gran medida conformada y administrada por la visión empresarial de la historia y su dictadura del mercado, es un paradigma, o sea, un modelo de pensar, expresarse y obrar, decadente, enfermizo y enfermante (dígalo si no es así el progresivo aumento del consumo de la droga que se da en dicho paradigma, así como el brutal y cruel crecimiento del crimen, a lo que hay que añadir los descubrimientos que con frecuencia se han hecho, y se siguen haciendo, aquí y allá de los rincones del planeta Tierra, de contubernios, de alianzas ilícitas e indignas entre políticos, funcionarios de gobierno, ejecutivos de corporaciones nacionales e internacionales y de otros integrantes de los diversos poderes fácticos. Todo ello, repito, da de nuevo la razón a J. Recuerda cuando afirma que el paradigma de la globalidad actual, en el cual respiramos, es una Edad de Hierro, decadente y degenerada, pues en ella se dan toda clase de delitos (cometidos por políticos, financistas e incluso crímenes de sangre cometidos por la delincuencia organizada); edad de Hierro de la que han huido el pudor, la buena fe y están ocupando su lugar el fraude, la perfidia, la traición, la violencia y la pasión desenfrenada de las riquezas. Estimados lectores, a la angustiosa pregunta que se hace J. Recuerda, de ¿dónde está la culpa, a qué se debe que se haya llegado a tan siniestra y trágica situación?, considero que hay dos posiciones, en la primera, están los que opinan que las propias creaciones de la criatura humana: las ciencias y las artes, son las culpables de la decadencia del hombre y de sus sociedades, ya que las mismas han contribuido a corromper la innata inocencia y bondad de la humanidad primitiva, del hombre en estado de naturalezas, y seguidores hay de esta teoría que han dicho y sostienen que el regalo del fuego hecho por Prometeo a los hombres (entiéndase inteligencia y creatividad), lleva a los humanos, al crear la ciencia y las artes, a su autodestrucción. A esta teoría, expuesta y defendida por Juan Jacobo Rousseau y sus partidarios, se opone la de Tomas Hobbes y sus seguidores, que piensan que la humana criatura es malvada por naturaleza, al punto de convertir al hombre en lobo del hombre, lo que les obligó a la invención de las ciencias y las artes, que han contribuido para atemperar, a disminuir la natural agresividad humana y así poder vivir en sociedad; miembros hay de esta manera de pensar (como Condorcet, por ejemplo) que opinan y afirman que esas mismas invenciones de los humanos: la ciencia y las artes, sirvieron y sirven para la perfectibilidad de los mismos y sus sociedades, para su desarrollo y progreso, para hacerlos mejores. Estas dos maneras de pensar, según mi opinión, son igualmente pesimistas, una por ver al hombre como un ser incapaz de dominar a sus propias invenciones, a ser dominado e incluso esclavizado por las mismas; y la otra, por verlo como criatura esencialmente agresiva por naturaleza, a la que únicamente contienen y mueven el miedo y la conveniencia, con lo que queriendo o sin querer, son del mismo parecer que la mayoría de las religiones, incluyendo al cristianismo… ¿pero habrá otra manera de vernos?... estimados lectores de la presente, ¿qué me dicen? Por unos mejores días para todos (¿será posible?), de ustedes su seguro servidor.   ARMANDO LÍOS

Comentarios