¿Por quién estamos gobernados?

martes, 14 de abril de 2015 · 14:33
MÉXICO, D.F. (apro).- ¡Ah, que mis atormentados congéneres!... lo siento, pero servidor ve a la mayoría de las humanas criaturas como un desfile de seres seguidos, cuando no envueltos, por una procesión de necesidades no satisfechas, derechos legítimos atropellados, de sueños abortados, así como de rencores o bien reprimidos o disimulados y de intensos deseos de revancha o reivindicación, es decir, de reclamo a lo que se tiene derecho… Y no es que no les asista la razón, no, pues a los que así veo están sujetos y tienen que sufrir los lacerantes efectos de desequilibrantes crisis económicas; la zozobra producida por la pérdida del poder adquisitivo del salario. La precariedad de los trabajos; el temor de perder el empleo; torturados por el desempleo forzoso; el miedo generalizado ante el crecimiento del crimen; la congoja producida por la inseguridad y la desconfianza en las llamadas fuerzas de la ley y el orden. El desencanto desalentador o la indignación por el proceder de los políticos y los partidos a los que pertenecen otros centros de poder de hecho… financieros, empresarios diversos, de medios de comunicación, etcétera… así como del resentimiento generado por el arrogante exhibicionismo de sus fortunas por parte de los ricos; del hartazgo de impunidad ante las injusticias públicas como privadas. ¿Por qué ocurren esos hechos y otros parecidos, largos de exponer en el espacio de una carta?... ¿por qué estamos gobernados por ineptos?... ¡En modo alguno!... ¿entonces?... según la humilde opinión de servidor, eso sucede porque estamos gobernados, bajo la batuta de seres enfermos. ¿Le parece disparatada dicha idea, estimado lector de la presente? No lo creo. Reflexionemos para aclarar si es así o no. Es innegable que existen personas que, más que la mayoría, tienen la facultad… por la razón que sea… de tomar decisiones que afectan a todos, esto es, que son seres que están o entran en un campo de acción sumamente peligroso, pues en él se adquiere una trágica y siniestra enfermedad: LA DEL PODER… Y sabido es que como bien dijo Lord Acton, “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”… y esa enfermedad de la corrupción tiene, según servidor, una gran similitud con la del Alzheimer, la que produce trastorno neurológico degenerativo de carácter progresivo e irreversible, cuyos síntomas principales son la incoherencia mental, disfunciones de la memoria, deterioro de las capacidades de aprendizaje y razonamiento, así como la pérdida del control emocional del lenguaje y la orientación y otras habilidades adquiridas, hasta afectar la autoconsciencia. Todo un cuadro de desórdenes mentales que se profundizan en quienes lo sufren, la disociación psíquica, la ruptura del contacto con la realidad, que pueden llevar a alucinaciones, a ilusiones fantásticas… usted, estimado lector, dirá si todas esas lamentables características se dan o no en todos los agentes y administradores del poder, sea el que sea, bien del poder público o el de la iniciativa privada. Para acreditar y si es posible afirmar esta posición de servidor, la de ver a los individuos que ordenan y mandan, señalemos algunos hechos. Si no padecieran de Alzheimer, no sería posible explicarse que los que detentan el poder puedan hacer tantas promesas y después no cumplirlas, o sea, decir una cosa y hacer otra, tener lo que se llama doble moral… y lo hagan una y otra vez… aunque con ello generen la incredulidad de los que los oyen… y esa incredulidad dé nacimiento al desprestigio y desconfianza a lo que dicen… y ese no ponerle remedio a tal problema por parte de los seres del poder… ¿No indica incoherencia mental, deterioro de las capacidades de aprendizaje y razonamiento en los mismos, como lo demuestra la poca o nula atención que prestan a los reclamos y críticas que les llegan de los que sufren las consecuencias de sus decisiones? Esa actitud, como la de creerse dueños de la verdad absoluta y no estar equivocados en el derecho que tienen y hasta la obligación de imponerla a los que dominan o quieren dominar, igualmente confirma que padecen los síntomas del Alzheimer, sobre todo cuando no reparan en barras para conseguirlo y recurren a agresivas acciones de propaganda en contra, acciones encubiertas e incluso a “guerras preventivas”, justificadas las mismas con mentiras, como, por ejemplo, lo hace la nación más poderosa en la actualidad, los U.S.A. ¿Qué se podrá hacer para liberar al género humano de la enfermedad del poder? ¿Será posible? Con el sincero deseo de que usted, estimado lector, no contraiga tan trágica y siniestra enfermedad. DOCTOR A. EQUIS

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