"Usted dirá"

lunes, 20 de abril de 2015 · 21:05
MÉXICO, D.F. (apro).- Frustrados, resentidos y justamente indignados congéneres vivientes, servidor se explica que tantos de los humanos, en diversos lugares de esa globalidad en la que respiran (Grecia, Portugal, España, Irlanda, etcétera) estén movidos por esos sentimientos hacia los políticos, contra los que los gobiernan, contra esos individuos en los que delegan el poder para que administren la cosa pública, fiados en las seductoras promesas hechas en campañas electorales por esas sirenas del poder. ¿Y cómo no estar como están si hay políticos que una y otra vez, les han mostrado y demostrado que ese poder delegado es relegado, y peor aún, no pocas veces maliciosamente empleado en beneficio de los muy particulares intereses personales de los políticos en los cuales se confiaron? Por esos hechos evidentes, servidor considera que, como dijo no recuerda quien en este momento, se puede pensar que la democracia, tan querida, deseada e incluso exaltada por todos, no es más que un sistema en el que los electores tienen la libertad para elegir (siempre minoría) quien va a joder por equis años a la mayoría de los electores. Al respecto, estimado lector de la presente, ¿qué me dice usted? También es verdad que no faltan los que se admiran, se extrañan o bien se indignan con los que una y otra vez siguen cometiendo el mismo error: el de dejarse seducir por los encantos de sirena, por las promesas de los políticos, aun cuando una y otra vez hayan comprobado que su personal poder delegado ha sido relegado o manipulado de tal manera que únicamente ha servido para beneficiar los muy particulares intereses de sus seductores. Usted, estimado lector, ¿es de la misma opinión? Si así es, servidor siente decirle que no participa de la misma, pues su memoria histórica, que no es tanta, le confirma que una minoría de humanos siempre ha hecho la vida de cuadritos al resto de sus congéneres, e igualmente la historia le ha enseñado que si los humanos fácilmente se dejan seducir por promesas que no ignoran que no se van a cumplir, no es porque sean naturalmente estúpidos, sino porque simplemente se niegan obstinadamente a abandonar lo que les es difícil de perder: LA ESPERANZA, pues si la pierden caerían en la desesperación e incluso en el suicidio, en la nada… Por eso le es tan fácil e inevitable que, como inocentes pececillos, muerdan una y otra vez cualquier anzuelo cebado con la consoladora esperanza. A esto hay que añadir que individuos del poder político, aparte de explotar la esperanza de la mayoría para su propio beneficio, recurran a otras turbias prácticas para conseguir manipular mejor las voluntades de los prójimos e incluso, si es posible, anulárselas, prácticas que hace 200 años y pico que servidor viene revelando al mundo de la manera siguiente: “Fingir ignorar lo que se sabe y fingir que se sabe lo que se ignora; fingir entender lo que no se comprende, no oír lo que se escucha, y poder más de lo que está en las propias fuerzas; mantener como secreto la falta de secretos; parecer profundo cuando no hay otra cosa que vacuidad e inanidad; representar mejor o peor el papel de un personaje; sembrar espías y poner traidores a sueldo; esforzarse en ennoblecer la pobreza de los medios con la importancia de los fines: he ahí la política”. Por supuesto, servidor no es tan ingenuo como para creer que sólo a eso debe la política, los hombres que la ejercen, el dominio que tienen sobre los ciudadanos; de alguna manera también considero que la censura, tan poderosa en mi tiempo, se aplicaba de diferentes formas por los hombres del poder: guardando silencio, bloqueando la información, propagando únicamente los hechos que los favorecían o dando una diferente interpretación de los mimos o bien amordazando, acallado a cualquier precio las voces críticas. Esas acciones dieron lugar, por parte de servidor, al siguiente comentario irónico: “me dicen que durante mi reclusión económica se ha establecido un sistema de libertad de venta de todo tipo de producciones, incluso la de las letras; y que, mientras no hable en mis escritos ni de la autoridad, ni de la moral, ni del culto, ni de la política, ni de los personajes influyentes, ni de la ópera, ni de ningún espectáculo, ni de nadie relacionado, puedo imprimir libremente… bajo el control de dos o tres censores”. Servidor no ignora que cosas parecidas, pero mucho mejor analizadas y expuestas, las han hecho otros después, pero considera que las hizo en una época difícil y, sobre todo, que tienen el mérito de todavía ser vigentes en esa globalidad en la que se mueven y los mueven. Bueno, eso piensa servidor, usted dirá, estimado lector de la presente, si tiene razón o no. Deseando de todo corazón que no encuentre bajo el dominio de semejante política ni de individuos que la ejercen. FIGARO

Comentarios