Revalorando a Candelario Huízar (1883-1970)

martes, 5 de mayo de 2015 · 20:20
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace 45 años que falleció el compositor zacatecano Candelario Huízar García de la Cadena en la Ciudad de México, conforme leemos de Francisco Moncada García en su certera publicación Pequeñas biografías de grandes músicos mexicanos (Ediciones Framong, México 1979. 300 páginas): “El maestro Candelario Huízar, debido a una enfermedad que lo tuvo prácticamente imposibilitado desde 1944, dejó sus actividades docentes; pero continuó escribiendo aunque no como lo hiciera antes de su enfermedad. Dejó numerosas obras sin estrenar, entre las que se encuentra su Quinta sinfonía, la cual terminó en 1960.” Para quien fuera crítico de la revista Proceso, José Antonio Alcaraz (1938-2001), “el movimiento final de la Quinta sinfonía puede ser encuadrado como resumen y fusión, pues en este fragmento parecen compendiarse corrientes nutridas y experiencias, que van desde lirismo trágico hasta cargas étnicas; o de la sucesión abrupta a la recapitulación sui generis; del acorde estático a la animación del complejo rítmico”. Los trabajos musicales y sinfónicos de Candelario Huízar gozan de un creciente interés para los musicólogos y melómanos actualmente. La Primera sinfonía de Huízar fue estrenada en el Teatro Abreu, el 31 de julio de 1930, por la Orquesta Sinfónica de México, dirigida por Carlos Chávez. Según abundó Alcaraz en su crónica dedicada a Huízar en la revista Proceso, es una “referencia preciosa para el análisis del proceso que llegó a integrar uno de los catálogos sinfónicos más importantes escritos en México”; en esta Primera sinfonía “Candelario Huízar habrá de alcanzar sus excelencias individualmente, pueden observarse ya el dominio artesanal y el sentido estratégico del músico mexicano”. De aquellos días data Pueblerinas, obra sinfónica escrita en 1931 y estrenada el 6 de noviembre de ese año por la batuta del gran Silvestre Revueltas, también en el Teatro Abreu. Su Segunda sinfonía, titulada Ochpanitzyli, compuesta en 1926, fue estrenada el 4 de septiembre de 1936, también por la Orquesta Sinfónica de México, bajo la dirección de Chávez. La obra “es la descripción de una fiesta de los aztecas”, apunta Moncada, “dedicada a la diosa de las flores Xochiquetzal”. Alcaraz dice más adelante en el semanario Proceso: “La propulsión vital de los pasajes climáticos suele localizarse en el hábito que tiene el compositor de liberar fuerzas rítmicas –presencia atávica voluntariamente puesta de relieve– mismas que con frecuencia invocan al ancestraje precolombino. Tal es el caso de varios episodios en Ochpanizili donde la percusión no sólo crea situaciones de este tipo sino además granula las texturas, a la vez que --en otro vector-- crea sugerencias atmosféricas tan deliberadas como certeras.” En 1938 terminó su Tercera sinfonía, la cual dedicó a Carlos Chávez en el décimo aniversario de la Orquesta Sinfónica de México que fundara con el propio Chávez. Estrenó el 29 de julio del mismo año. Si esta sinfonía de Huízar tuviera algún título o subtítulo, sería “Ciudad de México” o simplemente “La Ciudad”; es una visión muy romántica de los sonidos urbanos propios a la Ciudad de México o cualquier otra ciudad en América Latina o Europa hacia 1930; sin embargo, “la música no es programática” --a decir de los comentarios en Youtube donde oímos la versión de Sergio Cárdenas--. Finalmente, el 7 de agosto de 1942 se estrenó su Cuarta sinfonía, llamada Cora, que contiene temas de cantos y danzas de los indios coras, donde “masas sonoras profusas, eufóricas, convulsivas, que se escuchan hacia el final del tercer movimiento, han tenido como antecedente pasajes contemplativos; éstos han sido entreverados con gran habilidad para provocar lo que podría llamarse ‘distensiones de antemano’. Tensores, relajamientos y equívocos obedecen aquí a un sentido estratégico de particular lucidez”. Una disputa interesante se dio a partir de la creencia de que Sinfonía india, de Carlos Chávez, a decir de algunos en realidad fue compuesta por Huízar. La duda se propagó a partir de 1990 en las páginas de Proceso, cuando el 22 de noviembre de ese año “los restos mortales del Premio Nacional de Artes y Ciencias 1951 en el área de música, Candelario Huízar, fueron trasladados al Mausoleo de los Hombres Ilustres de Zacatecas, donde el gobierno del estado le rindió un homenaje a 20 años de su fallecimiento”. En dicha ocasión, se dictó una conferencia de prensa a cargo de los musicólogos Carlos Vásquez, Ernesto Juárez y Abel Eissenberg, quien divulgó información según la cual Huízar había sido el autor de Huapango (1941), original de José Pablo Moncayo, y de la Segunda Sinfonía “India” (1935-36), de Carlos Chávez. Más tarde, la versión cambió en el sentido de que únicamente las había orquestado. No podían faltar las conferencias del director Sergio Cárdenas en Reynosa, Tamaulipas, del año 2011 acerca de Huízar, “uno de los próceres de la composición musical de México, compositor muy poco conocido y que sin embargo tiene una gran aportación a la música mexicana”. Para ponerlo brevemente, Cárdenas opina que “Huízar ha sido el mejor sinfonista de México”. Y en Proceso, José Antonio Alcaraz culmina así: “En el Huízar sinfonista los logros son constantes, aparecen como producto de un proceso evolutivo llevado a cabo en forma orgánica, sin inclinarse jamás por lo arbitrario, postizo o artificial. “Cada detalle marcante o hallazgo, son productos legítimos de una actitud de investigación tenaz, cuyas resultantes suman lo individual a lo ajeno, absorbiendo así de la creación de otros cuanto es conveniente o necesario, articulándole de acuerdo a los requerimientos propios; todo ello, al interior de un ininterrumpido desarrollo gradual. “La orquesta es para este compositor mexicano una vasta circunscripción a ser explorada, cuyas dilatadas perspectivas se nutren y prosperan de manera lo mismo sensorial que conceptual, haciendo intervenir para ello tanto experiencias emotivas como convicciones de índole socioartística (su evidente afiliación a raigambres nacionales), o el avío artesanal que le proporcionan sus conocimientos técnicos tan manifestados en la solidez de sus organizaciones, nunca puestos en evidencia como mero despliegue ostentoso…” En consecuencia, bien puede afirmarse que la suma de características en la producción del Huízar de las cinco Sinfonías, pone de manifiesto su multipolaridad aun cuando conserve un fuerte sentido unitario: “En él pueden discernirse por igual (entre otros rasgos marcantes) una práctica singular de estructuración con áspero trasfondo romántico y la elocuente persistencia de las músicas-paisaje”, conforme a José Antonio Alcaraz.

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