¿Dónde está la superioridad?

lunes, 10 de agosto de 2015 · 22:48
MÉXICO, D.F. (apro).- De todos los seres que se mueven en la tierra, hay dos especies a las que las une una característica que no tiene nada de virtuosa, pues más bien es perversa: la de los humanos y la de las ratas, únicas en la naturaleza que matan a sus semejantes. Como no lo ignora el respetable lector de la presente, ante esta horrible realidad surgió y sigue presente la pregunta de ¿Cómo es posible que la criatura humana, que tiene un alma y fue creado a imagen y semejanza de su creador, Dios, haya llegado a tan condenable extravío? La religión, en la tradición judeo-cristiana, de antiguo se la ha explicado con lo del Paraíso Terrenal, la tentación del diablo y la desobediencia de los primeros padres, Adán y Eva. Esto ha ido desarrollando y conformando un pensar de que, en su origen el humano era bueno y lo corrompió... y sigue corrompiéndolo… el diablo, el mundo y la carne. Este pensar por siglos predominante y hasta determinante del llamado Mundo Occidental… pero al irse haciendo cada vez más laico (más fundando en la razón que en la fe) el pensamiento de la cultura de occidente, esa explicación religiosa tuvo que enfrentar… e ir compartiendo el poder… con la idea… que mucho debe a Thomas Hobbes… de que el humano es malo por naturaleza, lo que le llevó a una constante guerra con sus prójimos… y por el miedo, al darse cuenta de que esa guerra bien podía acabar con la destrucción de todo y todos… consintió en hacer un contrato, por el cual cada uno renunció a su poder y lo transfirió a un gobernante, que a su vez garantizaba el bien común de los ciudadanos… con lo cual se hace a la sociedad, al Estado, benefactor de la humana criatura al ser el medio óptimo para el desarrollo de todas sus facultades. Contra esta teoría, J.J. Rousseau, fiel a la bondad innata del género humano, sostuvo que la culpable de su corrupción, la que los vuelve malos es nada más y nada menos que la sociedad. Al día de hoy, estas opuestas tesis, siguen cuestionándose mutuamente, aportando pruebas y pruebas en favor de sus respectivas posiciones y en contra de la oponente… sin que hayan podido quitarle al hombre que, como las ratas, sean los únicos seres que matan a los de su especie… como lo demuestra el que sean posibles guerras preventivas… y se justifiquen con la mentira… las varias guerras locales que tienen lugar hoy en el mundo y las brutalidades llevadas a cabo en ellas; el aumento de la delincuencia organizada y la individual y la creciente barbarie de su proceder; la intensificación y extensión del espionaje global; el evidente despliegue de los estado policiacos y sus arbitrariedades… y el que ya se comience a hablar de la posibilidad de un conflicto atómico que sería el Armagedón, la batalla del fin del mundo. Así las cosas, es difícil juzgar, desde el punto de vista de la moral, de qué lado está la superioridad, si en el civilizado o en el primitivo, considerando por el primero como salvaje. Ante esto, es curioso y como para pensarse lo que F. Nansen explorador del Ártico informa en su carta, del año 1756, en la que el autor, un esquimal, “no puede comprender como hombres de la misma fe se cazan unos a otros, cual si fuesen focas o roban a gente que nunca han visto o conocido. Pelear por la posesión de tierras le parece codicia sin atenuantes. Invoca a su propia patria y escribe: “¡Qué fortuna la de que estés cubierto de hielo y nieve! ¡Qué fortuna la de que, si en tus rocas hay oro y plata que tanto ambicionan los cristianos, esté cubiertas con tanta nieve que no puedan sacarlos! Tu improductividad nos hace felices y nos libera de ser molestados”. Al autor de la carta le sorprendía que los europeos no hubiesen aprendido mejores modales al vivir entre los esquimales y proponía enviar curanderos y misioneros a los blancos para que les enseñaran a forma de vida de los esquimales…” (esto fue copiado del libro “Psicología social” de Otto Klineberg, editado por el Fondo de Cultura Económica). Qué ejemplo tan problemático el del anónimo esquimal!... nos pone en la encrucijada de la duda, pues al tiempo que afirma que la maldad de la naturaleza humana, nos dice que, desde el punto de vista de la moral, cuanto menos desarrollado está, y más primitivo es, menos malvado es el ser humano… ¿O será porque, como creían H.G. Wells y Thomas Huxley, que una de las enfermedades de nuestra especie es la idiotez?... ¿Qué pensar, respetado lector de la presente? Con mi sincera amistad. ARMANDO LIOS

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