Eraclio Zepeda, "a la altura de los grandes de la literatura mexicana": Hernán Lara
MÉXICO, DF, (apro).- Con motivo del deceso del narrador Eraclio Zepeda, el escritor Hernán Lara Zavala, uno de los autores que lo homenajeó hace tres años en el marco de su 75 aniversario en Bellas Artes, lo recordó como un fenómeno literario a la altura de Juan José Arreola, Juan de la Cabada o Carlos Pellicer, pero también como cualquier hombre, alguien que cometió errores como haber sido secretario de gobierno en Chiapas luego de una trayectoria política de izquierda.
Zepeda, quien falleció hoy en la madrugada a causa de un infarto respiratorio en su natal Tuxtla Gutiérrez a la edad de 78 años, fue un escritor, cuentista, narrador, actor, profesor, dramaturgo y político, además de miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 2012, Premio Xavier Villaurrutia (1982) y Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y Lingüística (2014), entre muchos otros reconocimientos.
Por la mañana el presidente Enrique Peña Nieto lamentó el deceso vía su cuenta Twitter, donde en el breve pésame dio a conocer que instruyó a Rafael Tovar y de Teresa, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, realizar un homenaje al escritor, el cual se efectuará en el Congreso estatal de la capital chiapaneca este mismo día.
Tras el mensaje presidencial, instituciones como el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Nacional de Bellas Artes también expresaron sus condolencias públicas por el fallecimiento de Zepeda.
Al respecto, Lara Zavala (DF, 1946), autor de Península, Península (2008), recordó al chiapaneco como un hombre progresista, sereno, gracioso, un gran “cuentero”, de cuya obra destacó el compendio de cuentos Benzulul (1959), Asalto nocturno (1975) y la antología poética De la marimba al son y otros cuentos (2000), este último de los pocos que llevó de la tradición oral a la tinta, según comentó.
“Es el momento de hacerle un reconocimiento de justicia poética para no olvidar todo lo que hizo bien a pesar de que cometió su error político. Su producción escrita se complementa con la oral, ‘Laco’ -- apodo por el que lo llamaban sus amigos-- tenía ante todo una gran personalidad, fue también actor, así que era muy gracioso al momento de contar sus historias, no trastabillaba, el propio Juan Rulfo decía que hay que tener cuentos en la cabeza y darles mucho la vuelta; en su caso contaba tantas historias que desgraciadamente muchas no llegaron al papel.
“Era de esa estirpe rarísima que combinaba el lenguaje oral, la conversación, el juego y la escritura. Sin dudarlo, su obra lo coloca como uno de los grandes fenómenos a la altura de Juan José Arreola, Juan de la Cabada y Carlos Pellicer”:
--Hay autores que lo catalogan a la par de la escritura de Juan Rulfo, ¿coincide?
--Laco me dijo que cuando escribió Benzulul no había leído a Juan Rulfo. Tanto Arreola como Rulfo exploraron la parte profunda del indígena mexicano, pero no el folklor ni la leyenda. Y Eraclio en Benzulul le dedica a su padre unas líneas,pues fue él quien le enseñó a pepenar los cuentos de los caminos, porque Eraclio no sólo escuchaba las historias, las vivió.
“Contaba que de niño fue a muchas reuniones de pueblos indígenas chiapanecos, donde la gente se juntaba en torno a una persona, y así fue que aprendió a contar cuentos, tenía esa iniciativa y le gustaba que lo escucharan. También era un gran poeta, pero creo que era mejor como narrador.”
Eraclio Zepeda, estudió Antropología Social en la Universidad Veracruzana, y militó en el Partido Obrero Campesino (1958-1959) y el Partido Comunista Mexicano (1960-1981), del que fue miembro del Comité Central y de la Comisión Política.
Cofundó y formó parte del comité del Partido Socialista Unificado de México (1981-1987), y del Partido Mexicano Socialista (1987-1989) siendo precandidato a la Presidencia y candidato a senador por Chiapas. Posteriormente fue cofundador del Partido de la Revolución Democrática (1989).
En 1994 fue miembro de la Comisión Nacional Autónoma para el Conflicto en Chiapas, y sobre este episodio Lara Zavala comentó que algo pasó ahí porque no hubo una buena relación entre Zepeda y el subcomandante Marcos, “porque si alguien conocía Chiapas era él, estudió antropología y adoraba su estado, hablaba y escribía también de lo que veía, no de lo que le contaban”, comentó Lara Zavala.
--Se habló mal luego que aceptó ser secretario de estado en Chiapas (1994-1997)
--Creo que fue un hombre muy admirado y todo mundo lo quería hasta que vino ese ‘tropezón’, los rencores y envidias, perdió muchas amistades, pero tengo la impresión de que pensó en forma interna que podía hablar al estado de Chiapas, pero se equivocó, fue un error. Aun después de ese episodio se recuperó, escribió cuatro novelas y creo que junto a Jaime Sabines, Juan Bañuelos y Oscar Oliva forma parte de los grandes escritores chiapanecos”, concluyó el narrador.
Entre las grandes obras de Zepeda también se encuentran: El tiempo y el agua (1960), el poemario La espiga amotinada (1960), realizado en conjunto con Oscar Labastida, Oscar Oliva y Jaime Augusto Shelley, título con el que se les conoció como grupo; Elegía a Rubén Jaramillo (1963), Ocupación de la palabra (1965), Andando el tiempo (1982), Un tango para hilvanando (1987), Ratón-que-vuela (1999), Horas de vuelo, Las grandes lluvias (2005), y Tocar el fuego (2007).