Mijaíl Tal, un genio del tablero de ajedrez

lunes, 4 de enero de 2016 · 21:53
MÉXICO, D.F., (apro).- Mijaíl Tal, el ajedrecista fenómeno, el genio de Riga, fue un campeón extraordinario. Llegó muy pronto al campeonato mundial y destronó a Mijaíl Botvinnik patriarca del ajedrez soviético y una figura incluso en la investigación del ajedrez por computadora. Tal así como se coronó campeón mundial, perdería al año siguiente un match de revancha (regla que existía en ese entonces si el campeón perdía el título). Fue uno de los más jóvenes y el que menos tiempo saboreó las "mieles" de ser el campeón del mundo. Sin embargo, Mijaíl Tal jugó incansablemente hasta probablemente muy cerca de su muerte. Había nacido con un defecto congénito (3 dedos en una mano) pero eso no fue problema para desplegar una habilidad pocas veces vista en el juego ciencia. A pesar de su salud endeble, lo cual le hizo tener que abandonar torneos importantes, se recuperó incluso de una operación de riñón. Sin embargo, llevaba una vida disipada. Fumaba constantemente (difícil verlo sin un cigarrillo en las fotos) y además, le gustaba beber. De hecho, en la Olimpiada de 1966 no pudo jugar las primeras rondas porque tuvo un altercado en un bar y le rompieron una botella en su cabeza. No obstante este "accidente", se recuperó un par de rondas después y logró el mejor resultado en su tablero. Tal es probablemente uno de esos jugadores que pudieron ser registrados en su desarrollo ajedrecístico. Su entrenador, Koblenz, llevó cuadernos de notas con las partidas que tanto él como su pupilo, analizaron prácticamente después de cada partida jugada. Más aún, Tal fue un jugador que escribió su propia autobiografía llamada "The Life and Games of Mikhail Tal", la cual está escrita a manera de entrevista entre él y su entrevistador, él mismo. Es ingenioso hasta en eso. En este libro cuenta un sinfín de anécdotas, pero algunas de ellas hablan de cómo era Tal en el mundo del tablero. Por ejemplo, cuenta que en 1953 enfrentó al maestro Koblenz, quien a la postre sería su entrenador por muchos años. Dice Tal: "Jugué mal la apertura pero mi rival pasó por alto un golpe táctico y poco después tenía muy poco tiempo en el reloj para llegar al control. Yo jugué haciendo ‘un tiempo’ y perdí mi dama. “Con la bandera del reloj de Koblenz levantada, él hizo su jugada 39, se levantó y se preparaba para dar una vuelta en la sala del torneo creyendo que había llegado a la jugada 40, mientras yo pensaba. Pero le detuve, advirtiéndole que estaba en la jugada 39. Koblenz me creyó e hizo una jugada más antes de que se le cayera su bandera. Entonces me rendí. Mi rival verificó las jugadas y halló que su papeleta estaba mal anotada (y que si no le hubiese avisado, habría perdido). Desde entonces empezó a tenerme respeto”. Otra simpática anécdota nos muestra mucho de lo que Tal pensaba del ajedrez. A la pregunta de cuándo fue su primera partida, Tal dice: “Cuando juegas tu primera partida es como cuando un hombre es atrapado por un virus, digamos la fiebre de Hong Kong. Esa persona sale a las calles pero no sabe que ya está infectado. Se siente bien, se siente saludable, pero ya está enfermo. Algo similar ocurre (aunque menos dañino), con el ajedrez. “Te han mostrado cómo se mueven las piezas y de pronto pierdes tu primera partida pero tu papá, hermano o amigos, quieren ser amables y te dejan ganar. Y entonces estás muy orgulloso de ti mismo. Pasan un par de días e involuntariamente empiezas a sentir que sin el ajedrez hay algo que falta. Entonces te das cuenta que eres del grupo de personas sin inmunidad natural para la enfermedad del ajedrez... Y esto es como empiezan las cosas”. El libro autobiográfico es una delicia porque el propio Tal comenta muchas de sus partidas. De hecho, Tal se convirtió en una especie de parte aguas del ajedrez soviético porque al gran nivel jugaba sin compromisos con nada. Luchaba hasta el final y de pronto vencía en los torneos con una cantidad enorme de victorias. El respeto a los grandes maestros dejó de presentarse dentro del tablero y las batallas se convirtieron en grandes luchas. Tal obligó a muchos jugadores a trabajar muy duro para mantenerse en los primeros lugares porque las tablas era algo que no se otorgaban solamente por compromisos. Esas tablas de grandes maestros empezaron a verse en menor proporción. Si usted quiere progresar, es claro que debe estudiar a los grandes jugadores. Tal es una buena idea por muchas razones, una de ellas, por su ajedrez combativo, lleno de fantasía, de variantes insospechadas, de sacrificios inesperados. Es un goce ver a un genio como Tal producir obras de arte en el tablero.

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