Las bodas de Camacho y Humor y traición

lunes, 24 de octubre de 2016 · 20:49
GUANAJUATO, Gto. (Proceso).- En esta edición, el Festival Cervantino encargó a diferentes grupos teatrales mexicanos la reinterpretación o montaje de entremeses y comedias de Cervantes, que en su tiempo fueron opacados por la potencia escénica de Lope de Vega y otros autores españoles. Con resultados irregulares, pudimos disfrutar dos propuestas: Humor y traición: Juicio público a un personaje imaginario de Martín López Brie con Teatro de Quimeras, y Las bodas de Camacho el rico de Sergio Galindo y su Compañía Teatral del Norte. Al interior de la Mina del Nopal nos encontramos con un grupo de actores, disfrazados de mineros, trajes nuevos y limpios y herramientas de trabajo que, organizados en un sindicato nos plantean el proceso que llevaron a cabo para realizar la obra, basada en El gallardo español, de Cervantes. El autor y director recoge la trama central de la historia y la adereza con rompimientos escénicos donde los actores discuten, organizan o cuestionan el trabajo que están llevando a cabo. El humor y el desenfado es un ingrediente fundamental, y aunque se siente todavía un trabajo inacabado, la solidez actoral de José Carriedo y Sofía López; los giros dramáticos que se suceden, y el sorpresivo final (construido con la participación del público), consiguen una atractiva propuesta. Por su parte, la Compañía Teatral del Norte aborda varios capítulos de la segunda parte de El Quijote de la Mancha, donde se narran los amores de Quiteria y Basilio, para contarnos una historia regional donde el poder de un narcotraficante es capaz de comprar la mano de una joven. Paralelamente, transita Alonso de Sagural, que escribe y se va de aventura con su caporal Pánfilo, equiparable a Sancho Panza, interpretado con desparpajo por Francisco Veru, quien sostiene buena parte de la obra. Sobresalen también Osvaldo Sánchez (que interpreta al enamorado) y Mariano Sosa (al narcotraficante). La fluidez del verso y la adaptación de la métrica del Siglo de Oro, al decir actual de la sierra, es un gran acierto en esta obra escrita y dirigida por Sergio Galindo. La anécdota es pequeña y la propuesta visual básica, pero con una gran potencia en el texto y en la forma de decirlo, en el humor y la fluidez en que se suceden las escenas. En este fin de semana también se presentó Barataria, escrita y dirigida por Benjamín Cann, que al ser apenas una lectura dramatizada desmereció su presencia en un festival internacional que obliga a grandes y comprometidos retos. Con actores de primera línea, sentados alrededor de una gran mesa –que también compartieron con algunos espectadores–, Barataria es un intento de ubicar en el Estado de México la ínsula que en El Quijote de la Mancha le dan a gobernar a Sancho. El intento es vago, con ideas sueltas y problemáticas sin desarrollar o intentándolas plantear y concluir en unas cuantas escenas. El Teatro de la Abadía de España, fundado y dirigido desde hace más de veinte años por José Luis Gómez, era uno de los platos fuertes del festival dedicado a Cervantes. Presentaron en el Teatro Juárez tres entremeses, clásicos en el repertorio cervantino: La cueva de Salamanca, El viejo celoso y El retablo de las maravillas. El espectáculo, que estuvo en México en 1996, sobresalía por el espléndido acabado escénico y la música en vivo que combinaba sonidos físicos de abrir o cerrar puertas, por ejemplo, con el cantar de los juglares. Una compañía veterana especializada en teatro clásico que pocas novedades trae.

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