Proyecto Cervantes off

lunes, 31 de octubre de 2016 · 13:04
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En las celebraciones de los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes –siempre hay algo por lo que conmemorar a un clásico y seguir bordando sobre él–, el Festival Internacional Cervantino (FIC) incluyó en su emisión 2016 el Proyecto Cervantes off y dedicó a este autor las obras teatrales del Proyecto Ruelas (cumple ya tres años trabajando en comunidades marginadas del Estado), además de otras tantas obras de y sobre el Manco de Lepanto. Se confirma así el privilegio de la mirada nostálgica hacia el pasado, tan enriquecedor siempre, por sobre un presente menos explorado, más riesgoso, rico y sorprendente; con parámetros apenas por establecer, que nos habla desde el hoy con vistas hacia lo que vendrá y no desde lo que ya fue para reinventarlo hoy. Al Cervantes off se invitó a directores y actores jóvenes a reinterpretar, dialogar y jugar con las comedias teatrales de este autor que, en su mayoría, son poco afortunadas y que en su versión contemporánea lograron mucho. Algunas de ellas se presentaron en el interior de la Mina del Nopal, en la que los estudiantes de la Escuela de Minas de la Universidad de Guanajuato realizan sus prácticas, además de ser un centro turístico. Espacio reducido y maravilloso para el teatro. Se siente la profundidad de una cueva con piedras, pasillos, rampas y mucha humedad. Las obras retomaron el ambiente de la mina, el significado de trabajar en las profundidades o de ser minero, y el vestuario y los aditamentos del lugar se combinaron con elementos de época, contemporáneos, pop, kitsch y tecno. Martín López Brie retomó El gallardo español, donde se enfatiza el significado de la organización de los trabajadores entrelazándola con la anécdota cervantina; Abril Mayett reinterpreta brillantemente El rufián dichoso, y Sixto Castro Santillán, desparpajadamente, El laberinto de amor. En El Rufián dichoso o la paráfrasis de la culpa, la directora y también actriz pone en la cueva de la discusión el tema del remordimiento y la moral de quen roba, viola, abusa y se aprovecha de sus semejantes. La metáfora de Cervantes se ve realzada en esta propuesta, por lo que el juego y la complejidad temática van de la mano. Mayett encuentra la nuez anecdótica seleccionando un par de aventuras del rufián y las entrelaza con los mineros que, como voces narrativas, cuestionan el premio o el castigo del protagonista y realzan la importancia de la culpa. La simpatía de Sergio Rüed como la contraparte del rufián, la sensibilidad interpretativa de la actriz y directora, y la verosimilitud de José Ponce, hacen que la pieza tenga fuerza, sea ligera pero profunda a la vez, quedándonos un sabor amargo alrededor de la inconciencia del “malvado” respecto al daño de sus actos y la impunidad con que la vida lo trató por ser protegido de un inquisidor y posteriormente autoridad religiosa. Sixto Castro Santillán, en Laberinto deseo naufragio, combina el universo de Cervantes con la mitología griega del laberinto, el minotauro, Ícaro, Teseo y Ariadna. Aunque parece una propuesta inacabada, con hilos sueltos y sin orientación, funciona por su frescura, desfachatez y mezcolanza. Los personajes critican la comedia de Cervantes, y al mismo tiempo las formas de interpretación: los hombres hacen el papel de mujeres que en el texto se disfrazan para ser hombres y todo se vuelve un relajo. El teatro dentro del teatro (una de las características de las propuestas) se ve aquí concretado con los actores, intentando entender la situación de sus personajes, convencidos de que se trata de una obra feminista, ¿o no?, y de los logros o fracasos de ellos mismos. Obra divertida que fue bien recibida por el público.

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