El hombre de la Mancha

viernes, 11 de noviembre de 2016 · 09:25
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El musical de El hombre de la Mancha que ahora se presenta en el Teatro de los Insurgentes, llega a los corazones de muchos, tanto por la propuesta del autor Dale Wasserman como por la propuesta escénica de Mauricio García Lozano con un equipo creativo y actoral de gran alcance. El personaje del Quijote nos devuelve, si no la esperanza, sí por lo menos el anhelo de vivir en un mundo mejor. El Quijote tiene que construir un mundo imaginario para poder luchar por su ideal, porque en el que estamos la injusticia, el dolor, la perversión del dinero, el abuso y la maldad, es lo que predominan. La metáfora del Quijote es tan poderosa que ha trascendido todos los tiempos y todos los países. Nuevamente vibramos con este personaje, en un musical que hace 50 años se estrenó en Broadway y que en nuestro país hemos visto en varias ocasiones pero no tan imponentes como esta propuesta. Claro que es difícil remontarnos a la excelente y recordada de los setenta –porque la emoción gana a la memoria y las condiciones teatrales eran otras–, dirigida por Manolo Fábregas y protagonizada por Claudio Brook y Nati Mistral, convertida en un referente del teatro musical en nuestro país, donde prevalece el drama más que la comedia. El hombre de la Mancha, estrenada el mes pasado, nos revela contenidos, propuestas visuales, actorales y musicales sorprendentes. Una gran propuesta el vestuario de Violeta Rojas, cercano a la plástica de Murillo y Goya, y la escenografía de Jorge Ballina, en la que reproduce un calabozo al que se baja con puentes móviles y al cual llevan a Cervantes antes de ser juzgado por la Inquisición. En este calabozo, sus compañeros de prisión le quitan su manuscrito y lo someten a juicio. Cervantes y su sirviente, en su defensa, se disfrazan y transforman en Don Quijote y Sancho Panza, y escenifican algunos episodios con la participación de los prisioneros para recuperar sus pertenencias. Mauricio García Lozano elige, acertadamente, comprometerse con el espacio escénico de un calabozo, y a partir de éste construir la historia que Cervantes cuenta sobre el Quijote. Utilizan palos, telas, cubetas, escaleras, puertas y lo que parecieran tener a la mano los presos, para darnos la idea de la posada, la lucha con los molinos de viento, la casa de campo o el patio donde el posadero lo nombra Caballero de la Triste Figura. Benny Ibarra interpreta a un Cervantes/Quijote entrañable. Mezcla la valentía con la ingenuidad, la determinación con la ternura, la juventud con la vejez. Lo acompaña con gracia, en el papel de Sancho, Carlos Corona, y Alberto Lomnitz hace un posadero con fuerza y verosimilitud. Aldonza/ Dulcinea es interpretada por Ana Brenda, con una voz espectacular, aunque en su calidad de sirvienta rural faltaría ese toque rústico y rudo que requiere el personaje. El equipo actoral de más de 15 actores es de gran calidad, y la orquesta en vivo con casi 20 músicos siempre es vibrante y al tiempo. El hombre de la Mancha que produce Morris Gilbert en primer término, junto con Tina Galindo, Claudio Carrera y OCESA, nos deja la inquietud de recuperar lo perdido. A mí me revive, en lo particular, ese pasado donde mi padre, después de haber ido a ver la obra, nos cantó una y otra vez todas las canciones: desde “Ruiseñor ruiseñor” y el “Caballero de la triste figura”, hasta “El sueño imposible…” que todos llevamos dentro.

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