Mariano Azuela: Un crítico de la Revolución Mexicana

jueves, 24 de noviembre de 2016 · 10:55
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A lo largo de este año se llevaron a cabo diversas actividades académicas y culturales para conmemorar el centenario de la aparición de Los de abajo, obra de Mariano Azuela considerada la principal e iniciadora del llamado género “Novela de la Revolución Mexicana”. Ese término no se consolidó durante la época en la cual se escribieron esa y las obras que le siguieron --clasificadas dentro de ese grupo--, como El águila y la serpiente y La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán; Tropa Vieja, de Francisco L. Urquizo; e incluso Memorias de un lugareño, de José Rubén Romero y Se llevaron el cañón para Bachimba, de Rafael F. Muñoz, publicadas ya en los años cuarenta. En realidad, el “concepto clasificatorio” fue aceptado plenamente hasta 1960, explica el investigador de El Colegio de México, Rafael Olea Franco, doctor en filosofía y literatura hispánica y especialista en narrativa mexicana e hispanoamericana de los siglos XIX y XX, en su ensayo “La novela de la Revolución Mexicana: Una propuesta de relectura”. Señala que en aquel año aparecieron dos volúmenes de la antología llamada La novela de la Revolución Mexicana, realizada por Berta Gamboa de Camino, quien falleció durante el proyecto y lo continuó Antonio Castro Leal. Cita a Gamboa de Camino para relatar que inicialmente se le dio ese título de manera provisional a textos que fueran una compilación de memorias, narrativas, crónicas y novelas, y abordaban el tema de los años de la lucha, en el periodo de 1910 a 1924. Pero al salir publicada la obra, se desmintió el carácter provisorio del término y se le quedo. Apunta que también fuera del país, en la crítica literaria anglosajona, e incluso alemana, la denominación tuvo éxito. Los de abajo (El Paso, Texas, 1915) salió en el primer volumen de la antología, junto con otras obras del propio Azuela como Los caciques (1918) y Las moscas (1918), el par de novelas de Luis Guzmán antes mencionadas; Ulises criollo, de José Vasconcelos; Cartucho y Las manos de mamá, de Nellie Campobello, por citar algunas. No todas las obras se ajustaban a los términos que el propio Castro Leal había descrito como parte del género. Fue el caso, pone como ejemplo Olea Franco, de Ulises criollo, que era más bien autorreferencial y no acerca de las acciones militares de la Revolución. El especialista refiere que en 1920 Francisco Monterde y Victoriano Salado Álvarez protagonizaron un debate cuyo punto de partida era discutir si Azuela es o no el novelista de la Revolución. Monterde --recuerda-- destacó el valor testimonial Los de abajo, al señalar: “Quien busque el reflejo fiel de la hoguera de nuestras últimas revoluciones tiene que acudir a sus páginas”. En cambio, Salado le reprochó a Azuela que a partir de su novela pudiera decirse que el movimiento fue inútil. En entrevista con apro, Olea Franco destaca que más allá del género la novela de Azuela sigue siendo a 100 años de distancia, “un pilar fundamental de la literatura y la cultura mexicana porque ensaya una modalidad distinta de escritura”. El subtítulo original, era “Cuadros y escenas de la Revolución actual”: Y explica: “Entonces presentaba una estructura fragmentaria. Y Azuela demuestra una gran habilidad para construir personajes, como le reconoció --por ejemplo-- Xavier Villaurrutia, y tiene una importancia muy fuerte en la historia de la cultura mexicana pues es una primera visión escéptica de la Revolución”. El autor, dice, no era de los que alababa sin límites al movimiento, sino que ya en 1915, a cinco años de iniciada la lucha armada, presenta una visión escéptica, porque sus resultados no han sido todo lo positivos que se esperaba. Décadas más tarde, el autor de Los de abajo se sostuvo en su visión, afirma Olea Franco: “Fue muy crítico hasta el final de sus días respecto de lo que se estaba convirtiendo la Revolución, dijo: ‘Yo vi hacia dónde iba’. Por eso es tan meritoria la obra. Carlos Fuentes, en el prólogo que hace a la edición de la colección ‘Archivos’, dice que Azuela evitó que la Revolución se nos convirtiera en una simple visión épica, porque la épica tiende a engrandecer todo, mostrarlo de mármol y de magnitudes enormes”. --Si ahora viviera Azuela, ¿qué diría? --Diría: ‘no me equivoque, tanta pérdida de gente y de sangre, y miren en lo que estamos’. Azuela nunca se comió el discurso de los gobiernos posteriores que hablaban del reparto agrario, la igualdad social. Siempre fue crítico, eso sí reconocía que pese a haber sido critico el gobierno no lo había perseguido, él fue miembro fundador de El Colegio Nacional en 1943 y siempre tuvo siempre esa libertad de expresión. “No dejó de estar señalando, incluso dijo que algunos de quienes lo habían atacado eran como los perros falderillos del gobierno, pues lo atacaban por no aceptar que se quería construir una imagen de los grandes resultados del movimiento. “Por eso es curioso que, finalmente, se le haya convertido en la figura fundacional de la novela de la Revolución, algo que fue apoyado por el propio gobierno. En los discursos oficiales se hablaba de la mexicanidad de Azuela, no se decía que fue crítico de la Revolución Mexicana”.

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