Los que (aún) no desaparecemos
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El panorama actual en México es una verdadera historia de terror. Según reportes del gobierno, la cifra de desaparecidos entre 2007 y 2015 es de 27 mil 659 personas. ¿Cómo puede tanta gente esfumarse de un momento a otro?
El multipremiado dramaturgo y director Alejandro Ricaño estrenó el pasado viernes 4 su más reciente obra: La guerra en la niebla. En ella se adentra en el desmoronamiento de una familia cuyo hijo ha sido secuestrado y del cual no tiene noticias desde nueve meses atrás.
La familia, desesperada por la falta de respuestas por parte de las autoridades, decide contratar a un exmilitar que los ayude a dar con el paradero del joven. Cuando el externo llega, los residentes vuelcan en él todo tipo de agresiones y cuestionamientos. La casa se ha convertido en un campo de concentración donde los personajes se han aislado del mundo y de ellos mismos. Todos los días son iguales, tanto que de momento el padre recuerda que es su cumpleaños.
Conforme avanza la historia, los integrantes van mostrando más de sí mismos, perdiendo cualquier filtro y sutileza, y cada vez piensan más en el ausente que en los presentes. Se dicen las verdades sin ningún temor a herirse y van destruyendo lo poco que queda de ellos.
En el programa de mano se leen las palabras del autor: “La desaparición forzada, que conlleva tortura física y psicológica, privación de la libertad, explotación, muerte en el anonimato e imposibilidad de luto para el que se queda, se ha vuelto el principal problema que adolece nuestra sociedad.”
Sorprende el giro de Ricaño en esta nueva producción, después de haberse dado a conocer con obras de un estilo muy distinto (graciosas, reflexivas, accesibles), como Más pequeños que el Guggenheim y El amor de las luciérnagas. Tiene un elemento particular: sus puestas suelen acercar a gente que no acostumbra consumir teatro.
En éste que denomina “thriller social”, el elenco se forma por una exquisita selección de actores que logran entrar en la piel de los personajes. Son Liza Owen (la madre), Arturo Ríos (el padre), Álvaro Guerrero (el investigador Mondragón), Adrián Vázquez (el tío) y Sara Pinet (la hija).
La guerra en la niebla es una obra dura, directa y abrumadora. Los personajes transmiten su desesperación por medio de gritos, llanto, locura, e introducen al espectador en una pesadilla de encierro e impotencia dentro de cuatro paredes. Muestran el dolor de una familia que ya no tiene nada que perder. Falta un integrante y la vida no puede volver a ser la misma.
La niebla es espesa y no deja ver con claridad, ni cómo llegar a la casa ni cómo salir de ella. Parece que los personajes –así como los tantos mexicanos que pasan por esta tragedia– están condenados a vagar por un limbo de incertidumbre.
La violencia en nuestro país está dejando muchos más muertos que los que cuentan las cifras. Las familias y amigos pierden toda esperanza y felicidad, viven en las especulaciones, a la espera constante del regreso, junto al fantasma de aquel que no está, pero tampoco termina de irse. Por cada desaparecido quedan otros tantos muertos en vida.
La guerra en la niebla tiene funciones en el Foro Lucerna (Lucerna 64, esquina Milán, colonia Juárez), los viernes a las 20:30, sábados a las 18 y 20 horas, y domingos a las 18:00, hasta el 1 de enero de 2017.