"La Chunga", de Vargas Llosa
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, se estrenó en el Teatro Diana la obra de Mario Vargas Llosa La Chunga, y se reestrenó en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque, protagonizada por Dolores Heredia y Roberto Sosa. Un juego de la memoria y la realidad; dos tiempos que corren a la par en una estructura dramática netamente teatral. La memoria es tramposa porque colinda con la mentira, la ficción literaria, donde los personajes pueden dar rienda suelta a sus fantasías y concluir el enigma que plantea la obra.
La Chunga sucede en la cantina de un pueblo del Perú, donde se reúnen cuatro amigos que se autodefinen Los Inconquistables. Mientras juegan a los dados como todas las noches, evocan el episodio de cuando Josefino (Roberto Sosa), el más mujeriego del grupo, llevó ahí a la joven Mechita (Estephany Hernández), y por estar perdiendo en el juego le propone a La Chunga (Dolores Heredia), dueña de la cantina, alquilarle a Meche la noche entera a cambio de tres mil soles. Ella acepta y se va con la joven a su habitación. Lo que pasa en ese cuarto nunca se sabrá y lo único cierto será que Mercedes, después de esa noche, desaparece para siempre.
Si bien la primera parte de la obra sucede en la cantina, en la segunda se dan dos tiempos simultáneos: el continuo juego de dados entre los amigos (Jorge Zárate, Alfonso Cárcamo y Edgar Parra), y las fantasías que cada uno de ellos tiene en el cuarto de La Chunga imaginando lo que allí sucedió, siendo ellos los protagonistas.
El mayor reto escénico de la obra, y por lo tanto, su máxima cualidad, es la resolución del manejo de los tiempos realidad/fantasía y el espacio donde sucede cada uno de ellos: el presente en el bar donde los amigos juegan incansablemente, y el pasado imaginado en el cuarto de La Chunga. Ni en esta puesta que dirige Antonio Castro, ni en la que dirigió el maestro Ignacio Retes en el 93, se acierta al respecto, ya que los espacios se manejan indistintamente y la habitación pasa a segundo plano, y lo más grave en la dirigida por Castro, pues no hay un rigor en la simultaneidad de las fantasías, y el juego de dados que se finge, se congela o desaparece.
Las interpretaciones tienen diferentes tonalidades, y si bien los personajes femeninos se manejan en el naturalismo, los personajes masculinos, tienen una estilización actoral que roza con la sobreactuación.
La Chunga plantea crudamente un universo masculino de machos que violentan, compran o venden a la mujer; que desean y recrean a su antojo. En esta obra están representadas por la joven Meche, o la adolescente casi niña del pasado de “el Mono”. Pero una mujer como La Chunga, que no se deja, ni está al servicio del otro y tiene poder, es catalogada automáticamente como marimacha, de mal carácter, arisca y fría. Los personajes son misóginos, como la sociedad, y aunque parece que no hay juicio ni resquemor en mostrarlos tal cual son, se abre la duda del punto de la observación del autor, de la manera en presentarlos y elegir su carácter, en salvarlos o excusarlos.
La Chunga es una obra con fuerza dramática y una interesante estructura; con diálogos contundentes y concretos; una obra realista, llena de subjetividad, en la que se refleja nuestro presente a pesar de estar ubicada en 1945; un presente donde a las mujeres se les objetiviza y desaparecen alarmantemente.