Cine: La conspiración del silencio

viernes, 27 de mayo de 2016 · 12:11
MONTERREY (apro).- La conspiración del silencio (Labyrinth of lies) remite a la antigua lucha del ser humano en contra de la impunidad. Pero, además, sorprende, al revelar que aún 20 años después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional desconocía los horrores que ocurrieron en Auschwitz, el mayor campo de de extermino de la Alemania nazi. En esta bien armada propuesta de ficción mezclada con realidad se encuentra un iluso fiscal. El joven es tomado por tonto, entre sus pares, por buscar la verdad y la justicia en los tribunales, a cualquier precio. Juró preservar la ley y a eso dedica su apostolado. Por casualidad se entera de una denuncia singular: una persona dice haber sido objeto de torturas en el campo de concentración polaco. Vaya novedad. Alemania ha sido derrotada. El sistema busca olvidar la vergüenza de Hitler y su locura exterminadora. La nueva generación desconoce su pasado reciente. En cambio, los viejos lo saben todo. Pero nadie quiere hablar. El recuerdo oprobioso es polvo oculto bajo la alfombra. El país ha resurgido de las cenizas. El milagro alemán está en marcha. Sin embargo, en un nivel social, político y burocrático, hay susurros, intercambio de miradas, gestos cómplices que conectan a una sociedad enterada de atrocidades, pero dispuesta a callar, para que el tiempo sane las lesiones históricas. Sólo un loco, o un bisoño, pueden tener la voluntad y el empuje para desentrañar la verdad. Y se empeña en revelarle al país que hubo muchísimas personas, establecidas ya como ciudadanos honorables que, como uniformados, cometieron crímenes y que deben comparecer ante los tribunales. El director Giullio Ricciarelli crea un drama pulcro y políticamente correcto, sobre la lucha del joven fiscal (Alexander Fheling) por conseguir que su país lo escuche. La empresa no es sencilla. Media población militó en el partido nazi. Numerosos hombres y mujeres participaron en tareas militares y administrativas con el régimen. No está claro cuándo debe ser juzgada una persona, si todos alegan debida obediencia. La cinta, perfectamente ambientada, luce en economía de recursos, al sugerir todos los horrores. Las víctimas desfilan para presentar sus escalofriantes testimonios. Sin embargo, el sistema es sordo. Y nadie quiere confesar sus pecados. El genocidio fue cometido con cruel meticulosidad. Sin embargo, un funcionario da con la clave: “Los Alemanes son tan tontos que llevan registro de todo”. Y es en los archivos, apilados por decenas de miles en estantes arrumbados, donde quedó constancia de cada uno de los actos de la barbarie. El impulso imparable de la juventud es capaz de derribar todos los obstáculos y de zambullirse en medio de innumerables pergaminos para encontrar la verdad. La conspiración del silencio es un drama doloroso, pero también esperanzador. Hecha en Alemania, parece otro intento de expiación y de ajuste de cuentas con el pasado. El grito en el desierto de un mozalbete consiguió desenterrar los cadáveres del pasado, y le dejó al mundo la enseñanza de que la lucha por la impunidad debe dirimirse a cualquier precio. Incluso arriesgando la vida. Se agradece que el cine, esta vez, aborde con caballerosidad el tema del Holocausto que, con bastante frecuencia, es retratado con salpicones hemáticos.

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