'Las bestias danzan o el sigiloso conjuro de lo salvaje”

domingo, 3 de julio de 2016 · 11:37
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El proyecto escénico Las bestias danzan o el sigiloso conjuro de lo salvaje, reciente trabajo de La Liga Teatro Elástico en Ex Teresa Arte Actual, plantea múltiples miradas en torno a la reintroducción de los lobos mexicanos a su hábitat. Reintroducción es la forma semántica en la que los ecólogos definen sus acciones de rescate de una especie. En este caso, los lobos fueron blanco del exterminio deliberado del ser humano durante 30 años, a partir de 1970, hasta que en 1998 inició el programa de su reincorporación al entorno nacional. Con la dirección en dupla de los artistas Jacqueline Serafín e Iker Vicente, ella procedente de la escena y él de la plástica, el proyecto articula actividades de diverso orden como una exposición de títeres de escala real de esas criaturas, intercambios académicos entre ecólogos, antropólogos, arqueólogos, actores, escultores y público, además de un taller de construcción de títeres de la fauna del lobo para niños, quienes los manipularán y conducirán por las calles del Centro Histórico haciendo un recorrido en colectivo este verano. El especialista en la cultura wixárika --comúnmente conocida como huichol--, el antropólogo Johannes Neurath, quien participó en la mesa de diálogo titulada Hombre-Lobo-Venado, El llamado de lo salvaje, expuso los vínculos corporal y simbólico de los wixárikas con las criaturas de los lobos. De acuerdo con sus palabras, los wixárikas cohabitan el territorio con esos seres eliminando la distinción jerárquica antropocentrista entre lo humano y la fauna o bien entre lo civilizado y lo salvaje. Ellos cultivan más bien una conciencia amplia de lo vivo que integra otras existencias. Dicha conciencia la han desarrollado en actividades como la cacería ecológica en la que, por ejemplo, el colectivo cazador wixárika espera a que la presa se identifique con ese grupo de cazadores, es decir que la actividad de la cacería no representa violencia ni explotación. Asimismo, los rituales de transmutación a la dualidad hombre-lobo practicada por los chamanes wixárikas expresan un estado de conciencia y corporalidad necesarias para la medicina del cuerpo y del alma. Jacqueline Serafín, coautora del proyecto, planteó a su vez que los ancestros (como la cultura wixárika en México) tienen desarrollada una práctica perceptiva del entorno además de una sensibilidad sin intenciones de alterarlo o liquidarlo. Sus integrantes, dijo, “no están desapegados de la naturaleza”. Las conclusiones en la mesa de diálogo entre especialistas invitados y público pueden sintetizarse en que esta propuesta escénica alrededor del lobo mexicano, que arrancó el pasado 15 de junio, difunde el pensamiento de que la supremacía del ser humano por encima de los animales está superada en el siglo XXI por un valor ecológico de coexistencia de naturalezas que, irónicamente, ha sido practicado por las culturas amerindias originarias por muchas eras, lo que implica reintegrar sus saberes a nuestra contemporaneidad. La historia del lobo mexicano ha sido brutal. Según el ecólogo Lizardo Cruz, quien participó en la mesa mencionada junto a Neurath y Serafín, aquel programa de exterminio de esa especie echado a andar en México en 1970 recibía fondos económicos. En esa década, al lobo se le criminalizó como transmisor de rabia cuando nunca se hubieron registrado ataques al ser humano, más bien la industria ganadera se sentía amenazada económicamente. Y situaciones semejantes se vivieron también en España y Francia en aquellos años. Cruz, quien ha estado al frente de ese proceso de reintroducción, detalló que en 1998 cinco lobos mexicanos fueron aislados de aquellas operaciones de extinción por un rescatista norteamericano. Eso motivó la proyección ecológica de reincorporarlos a su hábitat. Desde entonces, el proceso ha durado 18 años. Sus resultados son una camada de hijos de la pequeña manada de cinco lobos, familia que en 2014 regresó a su ambiente natural luego de 30 años de ausencia. Por su parte, el artista plástico Iker Vicente, coautor del proyecto, ha recreado las criaturas en formato de títeres de escala real que requieren del cuerpo entero del actor en su manipulación. La escala es tan real que cada títere de lobo necesita de dos a tres actores para ser animado. En la realización de estas fieles esculturas se articularon materiales de diversas cualidades como lana, bambú, plástico y metal, que estaban dispersos en una retacería imaginaria y ahora constituyen ensamblados una forma cuadrúpeda que se mueve por la implicación de todo el cuerpo humano. Los títeres están exponiéndose en la capilla principal del Ex Teresa. La aportación artística sobre el corazón temático del proyecto, es decir, la fauna o lo salvaje, se observa en la valoración del reino de lo sensible donde están operando sensaciones, instintos, intuiciones: una lógica orgánica. Esa valoración es propia del arte contemporáneo, tendencia a la que pertenece este proyecto escénico multifacético. Y es en ese universo de lo sensible, donde ocurren primero las vibraciones que al ser percibidas por el mismo cuerpo que las produce orientan sus reacciones, donde el ser humano se siente unido a la fauna como otra especie de la biodiversidad pero no hegemónica. En el nivel de la inteligencia senso-perceptiva todos somos salvajes. Para asistir al conjunto de actividades propuesto por La Liga Teatro Elástico que estarán desarrollando hasta el 7 de agosto en el recinto del Centro Histórico consulte http://laligateatro.com

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