Quetzalli: Recuperar la identidad

sábado, 10 de septiembre de 2016 · 19:04
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El teatro para niños está en un momento de auge. La variedad de temas y estilos en su mejor momento. Desde hace años, en muchas partes de Latinoamérica se acabó con la idea de que las obras literarias debían adaptarse al escenario y la dramaturgia se está encargando de crear historias concebidas para este sector del público. Quetzalli, recuperando la voz perdida, es la historia de una niña de cinco años (una vez cinco, como dice ella) que vive en un pueblo, y que por urgentes condiciones económicas debe desplazarse con sus papás a la ciudad. En la urbe, Quetzalli añora el cielo estrellado, la tranquilidad y el silencio de su antiguo hogar, pero lo que más extraña es a su abuelita. Las nuevas personas y experiencias la convierten en una pequeña tímida y con miedo, por lo que cada vez comienza a hablar menos. Un día, sin avisar, su voz se le sale del cuerpo. “Es que ya casi no me ocupabas”, justifica la personificación. La lucha de Quetzalli (cuyo nombre náhuatl significa “pájaro bonito”) será por vencer sus temores y recuperar la posibilidad de hablar. Escrita y dirigida por Gabriela Román Fuentes, la obra es de suma importancia para los niños del México contemporáneo. Enseña a aceptar y apreciar las diferencias, a entender la riqueza cultural de nuestro país, como una herencia no peleada con el cambio. Trata, al fin y al cabo, el tema de la migración interna, cosa común en estos días. La readaptación de familias enteras a un desconocido, y algunas veces aterrador ambiente nuevo. Hay que darle voz a todos nuestros niños, y animarlos a que la usen para festejar la diversidad. El montaje sólo cuenta con dos dinámicas actrices: Stefanie Izquierdo, quien interpreta a la protagonista, y Cecilia de los Santos, que se encarga del resto de los personajes. Esta última, con un sutil trabajo polifacético de voz y gestualidad, le hace fácil al público el reconocer los cambios de identidad. La puesta está llena de colores y objetos tradicionales para mostrar las riquezas de distintas culturas. La reinterpretación de utilería y la presencia de títeres ayuda a darle dinamismo. Y la música original en vivo (escrita e interpretada por José Fuchs) busca ser un estímulo positivo para los chiquitos del público. Podría, sin embargo, trabajarse en detalles de dirección. Por ejemplo, la voz de la niña tiene el vicio común de usar un tono agudo, molesto, muy “infantil” sólo para dar a entender que la actriz (adulta) tiene cinco años. Debido a los otros aspectos que la acompañan convenciéndonos de que es una niña, es innecesario. También hay de pronto diálogos tan veloces que el espectador pierde frases. La oferta de teatro infantil en la Ciudad de México es muy extensa, y cuenta con horarios y sedes muy accesibles para este público. Pero también los niños abundan. Las obras están en bandeja de plata y nadie las toma. Es una pena que los foros no se encuentren a su máxima capacidad, y que la asistencia a este tipo de actividades no sea una prioridad en la agenda familiar de los fines de semana. El arte dramático es una gran herramienta de apoyo en la crianza. Y debería aprovecharse. La obra se presenta en el foro Casa Actum, en Héroes del 47 número 9, San Diego Churubusco, los domingos a las 13 horas.

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