Arte posverdad, 'The Proposal” y la UNAM

viernes, 21 de abril de 2017 · 15:27
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Al igual que el proyecto Oroxxo que presentó el artista Gabriel Orozco en la Galería Kurimanzutto del 8 de febrero al 16 de marzo pasado, el proyecto The Proposal de la artista norteamericana Jill Magid –exhumación de las cenizas del arquitecto Luis Barragán y conversión de una parte de ellas en un diamante artificial que se montó en un anillo que refiere a uno de compromiso– responde a las características de un arte que bien puede denominarse arte posverdad, arte de la posverdad o posarte. Si bien el término todavía no existe en el ámbito de las artes visuales, la sustitución de valores artísticos explícitos y lógicamente aceptables por estrategias comerciales de legitimación institucional, comunicación mercadológica e impacto mediático, justifica la pertinencia de su acuñamiento. Definida en noviembre de 2016 como la Palabra del Año de los Diccionarios Oxford, la posverdad es un neologismo que, como señala la página web de los diccionarios, “denota circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales”. En el escenario del arte contemporáneo, la posverdad se manifiesta a través de prácticas que a pesar de que se ven y entienden como absurdas, vacuas o escandalosas, llegan a percibirse como una verdad artística gracias al control del espectáculo y a la manipulación del saber que ejercen sus creadores y promotores. Apoyadas por el entusiasmo mediático, la perplejidad de los comentaristas de arte y el consumo aspiracional de experiencias artísticas primermundistas, estas prácticas logran significarse como arte aun cuando sólo son la apariencia de una verdad artística. En resumen, un arte posverdad. En el contexto de este posarte, la responsabilidad de las instituciones legitimadoras gubernamentales se convierte en un factor esencial. Comprometidas con el bien social por estar financiadas con recursos públicos, estas instancias tienen la obligación de transparentar las posverdades y acotar los intereses mercantiles que las sustentan. Y si bien el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) no ha destacado por asumir este compromiso, un organismo como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) –cuya misión incide en la producción y divulgación de conocimiento– no debería permitir la devaluación de su prestigio legitimando y reproduciendo posverdades artístico-comerciales. Complaciente y acrítica con el posarte tanto durante la rectoría del doctor José Narro (2007-2015) –Instalación Cantos Cívicos de Miguel Ventura en la muestra inaugural del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en 2008– como en la actual del doctor Enrique Graue –Intervención Gravedad de Carlos Amorales en la Casa del Lago en marzo de 2016, e instalación bidimensional Azul Extensivo de Sofia Táboas exhibida actualmente en el Museo Universitario del Chopo–, la UNAM vuelve a ponerse en evidencia con la próxima exhibición del proyecto Proposal de Jill Magid en el MUAC. Opaco, confuso y cuestionable en su dimensión ética (Proceso, 2076 y 2079), The Proposal, patrocinado por el Instituto de Arte de San Francisco (FIAC) –escuela privada que no puede compararse con la UNAM– y curado para esa institución por el curador en jefe del MUAC, Cuauhtémoc Medina, fue aprobado durante la pésima gestión de Teresa Uriarte como Coordinadora de Difusión Cultural para ser exhibido en ese museo partir del 27 de abril de 2017. Encargado de esa coordinación desde diciembre de 2016, Jorge Volpi podría abolir la complicidad comercial que caracteriza a la gestión de las artes visuales en la UNAM. Este texto se publicó en la edición 2111 de la revista Proceso del 16 de abril de 2017.

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