Me da risa que digan que soy el Mozart del flamenco: Diego Amador 'El Churri”

viernes, 19 de mayo de 2017 · 22:24
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un concierto inolvidable en el Lunario de la capital mexicana ofreció Diego Amador, pianista, guitarrista, batería y cantaor gitano de tradición longeva, quien es llamado por los musicólogos aptos El Mozart del Flamenco. Previamente, Diego El churri había realizado una larga y emotiva entrevista con este reportero de proceso.com.mx, de la cual reproducimos algunos fragmentos para nuestros lectores de la agencia informativa Apro. “Soy de las 3 Mil” Roberto PONCE (RP).- ¿Dónde y cuándo nació, cómo fue su infancia? Diego AMADOR (DA).- En 1973, en Sevilla, un 18 de junio. Soy del Barrio de las 3 mil viviendas, muy humilde pero con mucho arte, de gente sencilla; ahí se ha fraguao todo el flamenco, toda la música callejera de guitarra, donde todos somos como una familia, toda la barriada como que se ha dejado las puertas abiertas para que entre uno u otro, en donde se hacían candelas en la calle, y pasaba uno y pasaba otro en la Navidad. “Yo recuerdo que mi padre compraba algunos puercos, como se dicen aquí cochinos y los colgaban en algún sitio allí, uno en un lado y otro en el otro y ponían garrafas de vino, y de bebida y se hacía una candela en la calle. Y ora pasaba uno y pasaba el otro y pasaba l’otro, y el que tenía hambre cogía un cacho de carne y la tiraba a la candela, y la comía. Cogía un vaso de vino y ahí venía gente que no conocíamos siquiera, porque hay muy buena gente todavía. Yo te hablo de mi niñez porque ya después, llegó el mundo de la droga… “Cuando vivimos ese momento, se dormía en la calle, en verano pero teníamos casa, eran pisos, aunque dormíamos en la calle porque poníamos mantas los niños o la gente, en el verano, en el fresquito, poníamos manta así en fila y cada uno se traía la almohada, dormíamos en fila mirando las estrellas, ¿sabes? Hablando y contando historias uno al otro, de momento nos despertaba un flamenco cantando, otro llegaba tocando la guitarra y con esas las historias de los niños eran muy bonitas. Un barrio con mucha solera.” RP.- ¿Usted es el menor de ocho hermanos? DA.- Sí, señor. Pero en mi casa, mi madre dejaba las puertas abiertas y la mesa, que era una mesa grande, ancha, y siempre hacía mi madre una olla de comida porque venía todo el mundo y la mesa nunca estaba recogía, siempre había platos y dejaba los platos tapados con la comida. Pa’ los que llegaban y comían (risas). “Mi padre era Luis y mi madre Encarna. Él de Almería, y mi madre de Málaga, pero se crió en Barcelona, era amiga de Carmen Amaya, la gran bailaora de flamenco, La Chunga, se criaron allí en el Somorostro de Barcelona, eran chabolas que estaban al lado de la playa, donde se hicieron las películas, además sale gente d la familia mía ahí. ¡Mira que ahora con tus preguntas me acordé, pues no recordaba todo aquello…! “Las Chabolas allá en Barcelona es un barrio de los más antiguos, los gitanos se reunían y todo el mundo cantando, bailando; se bañaban en la playa porque no había agua… Esas historias muy bonitas que contaban mi padre y mi madre que Dios los tenga en su gloria a los dos. Los gitanos de antes eran afectivos con todos los que llegaban al lado de ellos, ¿verdad? Antes era ‘que va a llegar mi primo y a ver mujer, haz la mejor comida… A ver, pon el mejor mantel’, antes era así. Y en mi casa se ha vivido todo así, siempre cuando se venía alguien se sacaba lo mejor, han sido momentos especiales, y es lo que me digo hoy que siempre esperamos un momento especial, porque a la mejor nunca llega. Cada momento es especial. Porque en la vida improvisamos, vamos improvisando y demás.” RP.- ¿Qué tocó usted primero, el órgano Hammond, la batería, la guitarra? DA.- ¡Primero era el jamón, no aspirábamos más! (bromea) “No… Lo primero que agarré fue la guitarra, pues en mi casa es una casa de guitarristas y de cantaores y se tocaba la guitarra. Siempre había una guitarra en lo alto del sofá, nunca estaba guardá en un estuche, porque llegaba uno y la tocaba, llegaba otro y la tocaba, había unas veces que llegaba uno y decía mira ‘Espérate a ver que hay esta parte que está acá…’ O mi padre: ‘A ver, haz esto’, y al amigo: ‘Oye niño, esto no está bien como lo estás haciendo con la mano, trae acá la guitarra’ y nos decía: ‘Esto es por aquí. Ah, bien, bien, el deo no lo ponga ahí, er deo cuando pasa tienes que ponerlo porque si no entonces te faltan facultades pa llegar al otro que viene…’ “Así era la cosa; primero era la guitarra porque mi hermano el famoso grupo Patanegra en los ochentas ensayaban en mi casa, porque vivíamos en un bloque que era de cuatro pisos, ¿no? Vivíamos cuatro familias allí pero había una que metía hasta los burros, caballos, son gente de campo, los gitanos que decían: ‘Oye, que tienes frío, lo metemo ahí, venga’, había cuatro niveles. Y pos claro había en aquellos entonces mi hermano empezaba y entonce estaba con la guitarra eléctrica, amplificador y había que comprar una batería. RP.- ¿Raymundo o Rafael? DA.- Raymundo sobre todo; porque después hicimos los dos, eran los dos luego con Ramón y le dijeron: ‘Bueno niño tú tienes que tocar la batería’, porque tocaba los timbales, el bongó. Y le compraron la batería y a los dos días ya la tocaba y yo después cuando llegué y vi la batería, yo la quería tocar, y: ‘¡No, que la vas a romper, esta es la única que tenemos!’, y cuando se iba mi hermano yo la tocaba hasta que un día me dijo: ‘Toca la batería, y mira, la toca bien, la toca bien…!’ “Y ora yo me iba a los conciertos hasta que me subieron en una o dos canciones, y un día en los conciertos me levantaron como los toreros entre el público de la emoción. Porque yo no llegaba a los pedales y ora va a salir mi hermano el Churri y salgo yo con mis pelos hincado, así, no llegaba a los pedales y me pongo a tocar la batería, y a la gente le hizo tanta gracia, no sé, no tocaría ni bien siquiera pero bueno… A raíz de ahí ya fue la batería un poco y después agarré ya el piano, no, pero antes del jamón o del Hammond (risas)… “Tengo que confesar que fue con un Casio, teclado que era polifónico con teclas chiquititas; yo lo acompañaba a vender ropa en el puesto, a mi padre, y tomaba la guitarra, porque había mucha familia que mantener, y ya estaba harto un poco del mundo artístico, era un hombre muy auténtico, y había mucha falsería, porque no todos los artistas son buena gente. La farándula, el rollo este falso, y como mi padre una persona tan auténtica, tan recta, que si escuchaba hablar mal de alguien que aunque no lo conociera, se enfadaba. “Mi padre era muy simpático, le daba sitio a un niño chico y lo trataba con un respeto y a las personas mayores, era una persona que se emocionaba con cualquier cosa, salía llorando, tú sabes en un tablao con un guitarrista que estaba empezando o los mismos compañeros decían: ‘Oye, este pero qué malo es!’, mi padre se enfadaba y decía: ‘¿Qué pasa? ¡Está empezando, hay que ayudarlo a que aprenda!’, era así ¿no?” RP.- En las entrevistas que he visto, usted nunca habla mal de nadie. DA.- Es el cimiento que me dejó mi padre. A mí y a mis hermanos, siempre nos dijo, bueno, la primera vez: “¿Tú quieres ser artista, no? Lo primero que tienes que hacer es aprender a amar a tu compañero. Para ti no hay nada, nunca hay nadie más, todo el mundo cuenta. Cada uno hace lo que puede. Pero nadie diga en tu boca, este es malo. Nunca juzgues a nadie y siempre al que tengas al lao sé un buen anfitrión. Míralo antes que a ti”, y eso es lo que me pasa a mí, por lo menos. Cuando tengo a un músico al lao trato de que se sienta bien, pero te sale de corazón, te lo juro que no es una… RP.- ¿Salamería? DA.- Exacto. ¿Te hace feliz? A mí me hace feliz, de ver al que está al lao, por eso con el público se conecta. Y porque claro, uno expresa eso, expresa que se sientan bien, así soy yo, y esta es la música que hago. Y aunque sea el mejor del mundo, si tú no transmites esa humildad, ese respeto por el que te vienen a ver o por el que tienes al lao, entonces eso nunca vá. Fraternidad gitana RP.- ¿Qué siente cuando le dicen a usted que es el Mozart del flamenco o el Ray Charles de la música andaluza? DA.- Bueno, a mí me da mucha risa, porque de niño me dije: “Yo quiero subirme al escenario como un profesional y ser un artista”; pero claro: aprender. ¿Sabes qué pasa? Nunca me he puesto en la cabeza eso de que ya he aprendido. Y solamente me doy cuenta cuando me preguntan aquello de que soy el Stevie Wonder o el Ray Charles del flamenco y que soy como un genio cual Mozart, digo, ¡se están pasando! Aunque es verdad que hago algo especial en la música andaluza, mejor o peor; sin embargo, me siento muy halagado de ser comparado con los grandes. RP.- ¿En cuántos discos grabó con Patanegra? DA.- En el último, porque yo era muy pequeño. Fue en Como una bala verde, cuando comenzaban los discos compactos, y ahí no estaba Raymundo ya, era un disco sólo de Rafael. Y después grabé en casi todos los de Raymundo, digamos que le ayudé a mi hermano a hacer los arreglos de la banda en directo. RP.- ¿Ya le decían El Churri? DA.- Sí, desde siempre me han llamado así. Fue un apodo que me lo puso una cantaora de flamenco muy buena que se llamaba Aurora Vargas y su hermana Maleni. Las mujeres me tenían siempre en un concepto de que yo era muy gracioso, que iba como siempre desnuíto y riéndome, es Churri de cariño, porque era el más pequeñito. RP.- Sus dedos son bastante delgados… DA.- Ahora los tengo hinchados, los traigo reventaos por haber tocado toda la noche el piano, que le metí bastante caña, le di un poco más fuerte por problemas de sonido… porque me gusta oír el piano y mi voz al natural. RP.- ¿Qué siente al tocar? DA.- ¡Uh, de todo, de todo! Más que nada pasión, satisfacción. Como desahogo, es la recompensa de cada día tras haber estado todo el tiempo en un cuarto estudiando piano por semanas, porque yo soy un fustigador de mí mismo. Soy muy crítico y siempre pienso que lo puedo hacer mejor. Y siempre quiero una escala limpia, andar bien de tempo, dar una función impecable. Yo me exijo bastante. RP.- En flamenco un buen guitarrista puede ser algo “sucio” como se dice al golpear el instrumento, pero no es su caso en el piano. DA.- En mi caso, luego de escuchar primero los cimientos de un Sabicas, digamos, de Ricardo, a todos los antiguos de la gran guitarra flamenca, mis referencias mayores por su limpieza han sido Paco de Lucía, y también el piano de Chick Corea, quien me gusta en otro ámbito con Herbie Hanckock y Art Tatum. La precisión de Chick Corea la mezclo exactamente con la limpieza de la guitarra de Paco de Lucía, y por ello a menudo tengo una pelea con la afinación del piano, porque a los afinadores les demando mucho que mi piano tiene que estar perfectamente afinado. “Yo conozco a Chick Corea y he tenido la gran suerte de tocar con él en un Festival de Jazz en San Sebastián, y también con el guitarrista Pat Methany, que es otro de mis maestros, los he estudiado. Y después con Charlie Haden, uno de los contrabajistas fundamentales del jazz contemporáneo. Me pidió hacer algunos arreglos a su música e hice una gira por España, pues se interesó mucho en el flamenco y él quería ponerle a su música los palos del flamenco. Por ejemplo, al tema suyo ‘First Song’ (“Primera canción”) lo hice por soleá, ¿no? Se la dedico a él ahora en el show y le digo: A Tito Haven, de cariño. En el flamenco, como hablamos los gitanos, a alguien mayor le decimos el tío, el tiíto, como expresión de respeto, y a él yo lo he tratado como un gitano viejo.” RP.- ¿Había estado usted en México antes del Lunario el 5 de mayo? DA.- Sí, fue hace ya como ocho años, en un Festival del Flamenco, no recuerdo bien porque ahí sí que con eso de las fechas soy muy malo. RP.- ¿Cómo fue en La Villete de París en 2011? DA.- Ahí fue precioso porque hicimos el concierto en directo Live in Paris, mi técnico me va grabando cada concierto porque siempre me gusta oírlos después, para ver los errores y los aciertos pues siempre hay algo bueno en cada concierto. Y así fustigo a todo mi equipo, como perfeccionista que soy. RP.- ¿Qué tal la grabación en México para el Canal 22? DA.- Me ha gustado mucho el concierto en el Centro Roberto Cantoral, aparte de que México me emociona mucho. Yo sé que la gente aquí adora el flamenco, fíjate cómo lo trataron aquí a Paco de Lucía, tuvo media vida aquí, las chicas mexicanas lo adoraban. RP.- Usted está casado con una argentina... DA.- Me robó el corazón. Mira, yo iba a una gira por Argentina con Tomatito, y con Luis Salinas, dos hermanos grandes que tengo y nos conocemos de toda la vida, entonces conocí a mi mujer con un enorme flechazo. “Estábamos en Mar del Plata y yo soy una persona bastante espiritual, como que me llaman las cosas. Cuando tengo que comprar un instrumento no sé qué pasa, como que digo: ‘Necesito entrar a esa tienda porque hay algo que me está esperando, me llama el instrumento’. O: ‘Tengo que ir a este sitio, porque me está llamando, de verdad’. Y cuando yo estaba tocando allí, sin ver a mi mujer ya la estaba viendo. Yo noté la vibra de algo diferente que me estaba pasando. Dije: ‘Hoy cambia mi vida para siempre’. Pero los dos, a la vez, ¿eh? Estábamos como avergonzados los dos y me lo notó Tomatito quien iba conmigo, me notó que yo estaba diferente y comenzó a decirme algo así, de cachondeo. “Tomatito fue amigo de mis hermanos junto al gran Camarón de la Isla, él iba a veces a mi casa en busca de mi hermano Raymundo y eran amigos con mi hermano Rafael, pero además le tocaban la guitarra y Tomatito, digamos que somos como una familia. Los gitanos siempre nos tenemos respeto a quienes conocemos en el flamenco. Hay otra gran familia, los Porrina, los Habichuela, los Ketama, primero como gitanos rancios de raíces potentes, y después como músicos.” RP.- Su hijo toca el cajón peruano y flamenco… DA.- Yo digo que el cajón lo trajo a España el maestro Paco de Lucía, porque fue al Perú de gira con el percusionista Rubén Danta que acompañó desde sus primeros años al gran maestro, quien iba en busca de sonidos nuevos aparte de los palmeros, los que sonaban las palmas (de las manos), porque pa’ que suenen bien las palmas tiene que haber dos como mínimo y a veces no podía viajar con tanta gente, pues quería también un bajo eléctrico... Y Rubén Danta iba tocando los bongós, las congas, y Paco escuchó a algún peruano en el cajón. Se le encendió la bombilla y dijo: ‘Ese sonido es el que yo quiero pa’l flamenco’, y le dijo a Rubén: ‘Toca esto, en la base de las bulerías, por aquí…’ (Amador ejemplifica sonando el ritmo agitado en la mesa), se lo aprendió, y llegó a Madrid donde al escuchar eso los gitanos se volvieron locos. “Lo cogió Antonio Carmona, el primer gitano en el cajón, y después mi consuegro Ramón Pardinas, que fue muy bueno. Luego ya se acopló conmigo en el cajón mi hijo que también se llama Diego Amador, me acompaña con mi banda en las giras, tiene 24 años y también le dicen Churri, como a mí.” Diego Amador prometió regresar a México “muy pronto”.

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