"Historias comunes de anónimos viajantes"

lunes, 22 de mayo de 2017 · 11:49
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Al subir a un camión urbano nos encontramos con múltiples personajes ajenos a nuestra vida; grandes interrogantes que guardan secretos y soledades que en la obra de teatro de Antonio Zúñiga, Historias comunes de anónimos viajantes, se abren poco a poco a lo largo de un trayecto a un no lugar. Nos montamos al transporte que nos invita con el clásico “¡suban, suban, hay lugares!”, y vivimos una experiencia fuera de lo común en la escena. Un breve trayecto para llegar nuevamente al estacionamiento del Teatro Jiménez Rueda y ahí, dentro, después de haber marcado la convención del viaje, diferentes personajes nos cuentan sus historias personales, sus anhelos y desventuras. Ya en el 2010 la obra de Zúñiga se había presentado en el proyecto “Trolebús escénico” con otro equipo creativo. Hacer teatro en el interior de un camión, que arrancó con el trolebús en el Parque México y se fue expandiendo en otros trolebuses, ha desaparecido, a pesar de la oposición de la comunidad teatral y que todavía se espera sea rehabilitado. Ahora Carretera 45 y Antonio Zúñiga, como autor y director, revive la experiencia en esta obra que inició temporada dentro del Festival del Centro Histórico, gracias al impulso de su director Sergio Vela, y continuará durante el mes de mayo en el Jiménez Rueda como punto de reunión. Desde el anonimato, emergen personajes citadinos que habitan los camiones cotidianamente. El boletero, interpretado con versatilidad por David Bravo, colorea el trayecto a través de su lenguaje y slang norteño. Con el rap del recorrido por el centro de la Ciudad de México, visualizamos calles, avenidas, monumentos y rincones identificables. Su historia se entremezcla con otras y la estructura dramática permite crear un tejido sólido del universo que nos rodea. El boletero, que también quiere ser actor y tiene una relación con una prostituta la cual nos cuenta su historia. Ella habla de Isabel como una confrontación y negación de sí misma, no quiere ser Isabel, la prostituta, pero lo es irremediablemente. Ella, interpretada con fuerza por Margarita Lozano, trabaja a su pesar y busca a un hombre incansablemente. Los personajes recorren el pasillo o se plantan en los extremos para increparnos o hacer su confesión. Entran por los ventiladores y los payasitos inundan el camión. Hay humor y crudeza en sus narraciones, sin dejar de lado la vitalidad del dolor. Porque las historias duelen, aunque se rían sus personajes, son crudas a pesar de la ligereza con las que se puedan plantear. A estos habitantes de la urbe marginal los acompañan otros como el viejo, interpretado por Humberto Yáñez, que sufre el abandono, o el oficinista de Abraham Jurando que odia su trabajo, o el trasvesti provocador de Christian Cortés. La cercanía con el público causa risa, molestia, incomodidad, pero siempre nos invita a involucrarnos en las historias. Hay un personaje colectivo latente que intempestivamente irrumpe en el camión, como son los miserables y desharrapados que con sus letanías y consignas increpan al espectador. El grupo, como parte del taller de Carretera 45, muestra esa realidad presente y cuestiona su invisibilidad. Historias comunes de anónimos viajantes es una propuesta escénica rica en historias que rompe con el teatro tradicional y coloca al espectador en un lugar incómodo para observar lo oculto de nuestra adolorida ciudad.

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