A 90 años de Jorge Ibargüengoitia: Otra forma de ver la historia      

miércoles, 31 de enero de 2018 · 11:47
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Uno de los pasajes históricos fundacionales de la nación mexicana, el Grito de Independencia que la madrugada del 16 de septiembre de 1810 lanzó el cura Miguel Hidalgo en el pueblo de Dolores, es narrado por el escritor Jorge Ibargüengoitia en su novela Los pasos de López, con un humor desmitificador, ácido, divertido: “Periñón descolgó la imagen de la Virgen Prieta que estaba en el cuadrante, arrancó tres palos del bastidor y amarró el cuadro a una lanza, convirtiéndola en estandarte.” Relata luego: “Cuando la iglesia se llenó, salió al presbiterio y gritó: --¡Viva México! ¡Viva la independencia! ¡Viva la Virgen Prieta! El pueblo le contestó: ¡Viva el señor cura Periñón! Ni él gritó ‘¡vamos a matar españoles!’ ni matamos a ninguno aquella noche. Periñón abrió una barrica del vino que él mismo hacía y nos dio a probar. Estaba agrio. Después dispuso guardias y nos fuimos a dormir.” Pero su intención no fue provocar risa. Así lo explicó al reportero René Delgado, en la entrevista publicada en el semanario Proceso el 24 de diciembre de 1977, incluida en el libro Los escritores, editado por el propio semanario en 1982: “Mi interés nunca ha sido hacer reír a la gente, en lo más mínimo. No creo que la risa sea sana, ni interesante, ni que llene ninguna función literaria. Lo que a mí me interesa es presentar una visión de la realidad como yo la veo. Ahora bien, esa visión (ya me he dado cuenta y no me parece insultante) es una visión cómica por lo general, pero esto no quiere decir que yo tenga un compromiso con el público de hacer reír, ni nada. Tan sólo es una visión, una manera de ver las cosas y yo la presento, como la siento. Ahora, que es chistosa, pues sí, por lo general. ¡Vaya!, pero no me siento comprometido ni con la risa, ni entregado a ella y no creo, ni siquiera, que la risa sea buena.” Ibargüengoitia está siendo recordado este año, pues el pasado 22 de enero se cumplieron 90 años de su nacimiento, en Guanajuato, Guanajuato. Varias instituciones se han sumado al homenaje, entre ellas el Museo del Pueblo de su ciudad natal, en donde se presenta la exposición Los pasos de Jorge Ibargüengoitia y habrá diversas actividades a lo largo del año. El Instituto Nacional de Bellas Artes inició su programa conmemorativo el pasado 23 de enero con la mesa redonda Jorge cronista: 90 años de Jorge Ibargüengoitia, en la cual participaron Diana del Ángel, Ana García Bergua y Juan Villoro. Y este miércoles 31, a las 19:00 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes (avenida Juárez y Eje Central Lázaro Cárdenas, Centro Histórico) se lleva a cabo una sesión del ciclo Letras Jóvenes con la mesa El humor literario después de Ibargüengoitia, en la cual hablarán Guillermo Espinosa Estrada, Eduardo Huchín y Amaranta Leyva. A propósito del humor del autor de Los relámpagos de agosto y El atentado, el fallecido escritor Federico Campbell opinó también en las páginas del semanario Proceso, en diciembre de 1983: “El sentido del humor de Jorge Ibargüengoitia --no involuntario, sí producto de esa elaborada naturalidad de la literatura-- parece proceder de un escritor malhumorado o por lo menos de alguien que no hace ostentación de su alegría de vivir. Sin embargo --y pocos disentirán de esta opinión--, el suyo es un humor más cerca del negro que del blanco. Podrá discernirse incluso un tono ibargüengoitesco del humor.” En ese texto, Campbell aborda una de las facetas de Ibargüengoitia: la de colaborador en el diario Excélsior, de Julio Scherer, entre enero de 1974 y julio de 1976. Presenta fragmentos de algunos de los artículos del escritor y también dramaturgo, que desarrollaba todo tipo de temas en ellos. Aquí una muestra: “En la cocina de mi casa hay un bote de basura cuyo fondo se cubre siempre con un periódico viejo. Estaba yo inclinado sobre él la otra tarde, cuando de pronto descubrí que estaba echando las sobras de un jitomate en la cara de García Márquez. Él estaba vestido de presidiario y tenía un letrero que decía ‘culpable’. Lo rescaté del hoyo, le di una limpiada y leí el artículo de Abel Quezada del que ya varios me habían hablado y que yo no había leído a tiempo.” Habla en varios de ellos de la experiencia de viajar en avión, de hacer vuelos trasatlánticos, de cómo han cambiado las características de los aviones y el servicio (antes pensados para la comodidad de quienes viajarían por horas) y de la posibilidad de que el avión cayera. El autor guanajuatense murió trágicamente en un avionazo rumbo al aeropuerto de Barajas, en Madrid, España, el 27 de noviembre de 1983. Sus textos periodísticos, dramatúrgicos y libros en los cuales abordó la historia de la Independencia, de la Revolución Mexicana, y del siglo XX quedarán para la memoria.

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