'Cerrado por futbol”, entrega póstuma de Eduardo Galeano

sábado, 17 de marzo de 2018 · 09:24
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En unos de meses iniciará en el estadio Luzhnikí de Moscú, en Rusia, la XXI edición del Mundial de Futbol 2018, y muy oportunamente comenzó a circular desde finales del año pasado el más reciente libro del escritor uruguayo Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015), quien se destacó no sólo por su pensamiento social y político, sino por su pasión futbolera. Cerrado por fútbol es el título del volumen de 227 páginas, publicado de manera póstuma por Siglo XXI editores, y presentado en la pasada Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. En él se reúnen cerca de un centenar de textos breves, en los cuales el autor habla de personajes del balompié como el argentino Diego Armando Maradona, el brasileño Pelé y el francés de origen árabe Zidane. Aborda temas como los derechos civiles en el futbol, el juego como política, los mundiales de 1998, 2002, 2006, 2010 y 2014, el futbol como espejo del mundo, su relación con los intelectuales de izquierda, y el aspecto del negocio. Algunos de los títulos de sus textos breves son: Cóndores, Mi querido enemigo, Días y noches de amor y de guerra, El ídolo descalzo, Papá va al estadio, Show business, El juego de pelota, El partido más triste de la historia, Che, La llamada “guerra del futbol”, Se venden piernas, La guerra o la fiesta, y Por Manolo y por el placer de jugar. El ensayista, poeta y periodista relata en el primer texto titulado Por qué escribo: “Para empezar, una confesión: desde que era bebé, quise ser jugador de fútbol. Y fui el mejor de los mejores, el número uno, pero sólo en sueños, mientras dormía. “Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y pateaba alguna piedrita en la vereda, ya confirmaba que el fútbol no era lo mío. Estaba visto: yo no tenía más remedio que probar algún otro oficio. Intenté varios, sin suerte, hasta que por fin empecé a escribir, a ver si algo salía.” Y el autor de Las venas abiertas de América Latina (censurado en su momento por las dictaduras de su país, de Argentina y Chile, y que --según Wikipedia-- se convirtió en un éxito de ventas por internet en 2009, luego de que el presidente venezolano Hugo Chávez le entregó un ejemplar al estadunidense Barack Obama), encontró en su pasión por el juego una gran fuente de inspiración literaria. A Ernesto Che Guevara --de quien se conmemoró en 2017 el cincuentenario de su asesinato en Bolivia, y éste 2018 se recordará el noventa aniversario de su natalicio-- le dedica dos textos. Uno en el cual describe cómo el afamado guerrillero logró sobreponerse al asma y todo lo que se supone no podía hacer. Le reclama en el segundo de ellos: “usted es un traidor”. Porque no le perdonaba haber aparecido vestido de pitcher, jugando beisbol, en un periódico cubano: “Recuerdo que se rió --escribe Galeano--, nos reímos; sí me contestó algo, no sé. La conversación saltaba, como una pelotita de ping-pong, de un tema al otro, de un país al otro, de uno a otro recuerdo, añoranzas del pago y experiencias de la revolución, bromas…” Luego describe al médico y luchador social: “Era cáustico como un rioplatense, agresivo, y, a la vez, fervoroso como un cubano, sincero: generoso con su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes por ella. Una fuerza profunda y hermosa le nacía, sin cesar, de adentro; se delataba, como todos, por los ojos. Tenía, recuerdo, una mirada pura, limpia, como recién amanecida: esa manera de mirar de los hombres que creen.” Hay cinco textos en los que habla del Mundial de 1950, en el cual Brasil perdió el campeonato frente a Uruguay en el recién inaugurado estadio de Maracaná, en Río de Janeiro. El famoso “maracanazo”. Cómo rogó, relata en Yo confieso, que Dios ayudara a su país natal, “tenía nueve años y era muy religioso, devoto del futbol y de Dios, en ese orden”. Escuchaba la narración del periodista deportivo Carlos Solé en la radio: “Caí de rodillas, y llorando rogué a Dios, ay Dios, ay Diosito, haceme el favor, yo te lo ruego, no me podés negar este milagro.” El resultado ya es harto conocido y lo resume en el brevísimo texto Maracaná: “Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná. La noche anterior, nadie podía dormir. La mañana siguiente, nadie quería despertar.”

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