Nicholas Trist, Del Tratado de Guadalupe a la Biblioteca del Congreso de EU

viernes, 1 de junio de 2018 · 17:11
WASHINGTON, DC (apro).- Nacido en Charlottesville, Virgina, el diplomático y abogado Nicholas Philip Trist está indisolublemente ligado a la historia de la pérdida de más de la mitad de territorio mexicano, resultado del Tratado de Guadalupe Hidalgo que puso fin a la guerra con Estados Unidos el 2 de febrero de 1848, justo hace 170 años. A Trist le tocó ser el representante del presidente demócrata James K. Polk, quien --como explicó en febrero pasado al semanario Proceso la historiadora Fabiola García Rubio, especialista en historia de Estados Unidos y de México-- inició una guerra abusiva, injusta y atroz, con el pretexto de que nuestros soldados se habían introducido en su territorio y derramado sangre estadunidense. Argumento falaz, pues entonces la frontera estaba ubicada más al norte, lo que escondía el propósito real de expandir sus territorios de acuerdo con su Destino Manifiesto. El político de 47 años fue encargado de negociar, redactar y firmar con los mexicanos Luis Gonzaga Cuevas, Bernardo Couto y Miguel de Atristáin el Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, conocido como Guadalupe Hidalgo, por haber sido firmado en las inmediaciones de la Villa de Guadalupe. Pero si a Trist se atribuye la pérdida de los 2 millones 400 mil kilómetros cuadrados que México tuvo que ceder para dar fin a la guerra, se le reconoce también que nuestro país no haya sido anexado completo a EU como en determinado momento se le exigió a Polk, porque él desacató la orden, lo que le costó después su despido. Se ha dicho que en algún momento de su juventud el abogado aprovechó su cargo para promover la esclavitud llevando africanos a su país y haciendo creer con documentación falsa que “eran de origen cubano”. No obstante, Ahmed Valtier le atribuye haber sido “poseedor de principios inquebrantables de honestidad y justicia” que impidieron la anexión de México. En la revista Relatos e historias de México (Año X, No. 114), el investigador de la guerra México-Estados Unidos, egresado de la Universidad Regiomontana, describe el momento en el cual se firmó el Tratado de Guadalupe: “El ambiente era sombrío, con cierto aire de resignación. Para los mexicanos era particularmente difícil tener que entregar más de la mitad del territorio nacional. Pero estaban conscientes de que sólo la derrota de la guerra los había llevado a firmar aquel tratado… estaba en riesgo la existencia misma de México como nación libre y soberana.” Añade: “El silencio era opresivo y gélido, sólo se escuchaba el roce de la pluma de ganso sobre el papel y el cambio de las hojas de cada una de las copias. Al empezar a firmar Trist, Couto le recalcó con voz seria: ‘Este debe ser un momento de orgullo para usted, pero para nosotros es humillante’.” A lo que el diplomático respondió: “Estamos haciendo la paz; que sea ese nuestro único pensamiento.” Pero dejó testimonio de que no era así. Su esposa Virginia Jefferson Randolph escribió en una carta, recogida por Valtier en su ensayo, en la cual Trist confiesa: “Si aquellos mexicanos hubieran podido ver dentro de mi corazón en ese momento, se hubieran dado cuenta de que la vergüenza que yo sentía como estadunidense era mucho más fuerte que la de ellos como mexicanos. Aunque yo no lo podía decir ahí, era algo de lo que cualquier norteamericano debía avergonzarse. Yo estaba avergonzado de ello… intensamente avergonzado de ello.” La Biblioteca del Congreso Nicholas P. Trist estaba casado con la nieta de Thomas Jefferson, quien encabezó en su estado Virginia el movimiento independentista de EU, uno de los principales autores de la Declaración de Independencia y tercer presidente del vecino país entre 1801 y 1809. Jefferson es, además, el fundador de la Biblioteca del Congreso estadunidense. Pues durante la guerra con los británicos, éstos quemaron la ciudad de Washington y con ésta la biblioteca original. Jefferson había adquirido a lo largo de su vida una amplia colección de volúmenes, incluso en diferentes idiomas. Algunos los reunió siendo embajador en Francia, por lo cual ofreció su acervo al Congreso, que aceptó pagarle 23 mil 950 dólares por 6 mil 487 volúmenes, se relata en el sitio de la Biblioteca Digital Mundial (https://www.wdl.org/es/item/3000/). Y fue, se dice ahí mismo, el esposo de su nieta, Nicholas P. Trist, quien estudió derecho con Jefferson, quien copió el manuscrito original con el catálogo de la biblioteca, organizado por el llamado padre fundador del vecino país en tres grandes temas: Historia, Filosofía y Bellas Artes, y 44 subcategorías. “Trist trabajó a partir de una copia impresa en 1815 del Catálogo de la Biblioteca de los Estados Unidos, preparado por George Watterston, bibliotecario del Congreso. Jefferson marcó este catálogo para restaurar el orden temático original de su preferencia, en lugar del orden alfabético. Trist comunicó que había finalizado la tarea en una carta que envió desde Luisiana y con fecha del 18 de octubre de 1823. Un incendio que se desató en la Nochebuena de 1851 destruyó casi dos tercios de los 6 mil 487 ejemplares que el Congreso le había comprado a Jefferson.” Se cuenta que Jefferson copió la forma de organización de su biblioteca al filósofo inglés Francis Bacon, quien dividió su acervo en los apartados Memoria, Razón e Imaginación. Considerada como uno de los grandes tesoros del país del norte, la biblioteca no está alojada en la sede del Congreso, es decir en el Capitolio, sino en el edificio contiguo llamado justamente Thomas Jefferson, lujosamente decorado con obras de arte, esculturas, relieves, mosaicos y murales. Puede visitarse a través de un túnel que conecta ambos edificios. El inmueble de estilo renacentista italiano, construido en su exterior en cantera, y en sus interiores en mármol de diferentes tonos, es considerado como la obra maestra del conjunto de construcciones que componen el Capitolio y se ubica justo detrás de éste. Fue inaugurado en 1897 y fue el primer edificio iluminado con corriente eléctrica. Tiene un gran salón central que comunica a los diferentes salones. En la parte central del segundo nivel puede apreciarse un mosaico con la figura de Minerva, diosa del conocimiento. Desde ahí puede ingresarse a una galería especial desde la cual puede observarse el majestuoso Salón Principal de Lectura, que cuenta con 236 escritorios. En la actualidad cuenta con más de 36.8 millones de libros escritos en 470 idiomas y más de 68 manuscritos, además de la colección más grande de libros raros y de gran valor. Además de la valiosa colección de libros de Jefferson, resguardados en vitrinas semicirculares, que fueron restaurados, la Biblioteca tiene entre sus joyas una de las cuatro copias de la Biblia de Gutenberg que existen en el mundo y está a la vista de los visitantes, junto con una pequeña colección de biblias ilustradas. Exposiciones Para llegar al espacio en el cual se exhibe la Biblioteca de Jefferson, hay que cruzar por la exposición Ecos de la Gran Guerra. Experiencias americanas de la Primera Guerra Mundial, en la cual se muestran imágenes fotográficas del conflicto armado iniciado en 1914 tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria. Hay periódicos, diarios de soldados y carteles que invitan a los estadunidenses a enlistarse, como el famoso póster de James Montgomery Flagg, en el cual se ve al Tío Sam que mira de frente y con el dedo índice apuntando al espectador, y la frase: “I want yo for U.S. Army” (Te quiero para las fuerzas armadas de EU). Presenta también la exposición Exploring the Early Americas en la cual se muestran mapas, entre ellos los creados por Martin Waldseemüller entre 1507 y 1516, documentos, pinturas, obras arqueológicas de la Colección Jay Kislak de la de la Biblioteca del Congreso, que dan cuenta del contacto de los pueblos indígenas con Europa. Llama la atención que no se muestre el encuentro entre los pueblos originarios del vecino país y los ingleses, sino que la exposición se centre en el encuentro de los españoles con Mesoamérica. Entre las pinturas expuestas y que cuentan además con recursos interactivos, se pueden ver algunas sobre la Conquista: La entrada de Hernán Cortés a Tabasco, su llegada a Veracruz, el encuentro con Moctezuma, la muerte del rey azteca, la Noche Triste, la Batalla de Otumba, la Conquista de Tenochtitlán y la Captura de Cuauhtémoc. La muestra lleva más de 10 años exhibiéndose. Se abrió al público en diciembre de 2007, aunque no presenta todas las obras precolombinas con las que cuenta la Biblioteca. En noviembre de 2017 se dio a conocer que adquirieron el llamado Códice Quetzalecatzin, llamado también Mapa de Ecatepec-Huitziltepec, realizado en el siglo XVI, que pertenecía a una colección privada. Las obras de la colección arqueológica incluyen vasijas mayas con inscripciones, una caja con inscripciones proveniente de la zona de Tortuguero, una colección de miniaturas, y un jaguar de cerámica proveniente del sur de Veracruz.

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