"Edificio San Miguel", un microcosmos social

lunes, 27 de agosto de 2018 · 10:26
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Juntas vecinales que nunca acaban, en las cuales se discute hasta el cansancio un punto, donde se interrumpe al otro constantemente y cada quien busca la aprobación, la colectividad no logra concretarse y todo se vuelve una lucha. Esto es lo que sucede en la junta vecinal del Edificio San Miguel, y no lo que en una reunión así puede construirse como un buen ejercicio de democracia.  En la obra de teatro Edificio San Miguel no hay alternativa y los vecinos sucumben ante los malos manejos y las dobles intenciones. Los espectadores que asisten a Edificio San Miguel forman parte de las discusiones y nos inmiscuimos en la junta como si también viviéramos ahí. La cuarta pared se desvanece y todos entramos en este juego ficcionado cuyo tratamiento naturalista establece muy bien la convención. La obra de Gabriela Guraieb que se estrenó en la Sala Novo del Teatro La Capilla, arriesga por hacer partícipe al público aunque no de manera activa. La idea original de la dramaturga lo implica, dado que esta pieza se presentó hace algunos años dentro del proyecto de Microteatro, donde todo sucede en un espacio muy reducido. La idea es interesante por el impacto que provoca en el público, pero al convertirla en una obra teatral de largo aliento pierde la fuerza original, ya que las problemáticas planteadas no la sostienen y el divertimento se agota pronto. El concepto de espacio de la directora Angélica Rogel, con el diseño de Mauricio Ascencio, conserva el primer círculo de la junta vecinal, intercalando a algunos espectadores entre ellos, y coloca al resto como observadores en gradas exteriores. La intimidad de la obra se sostiene y el juego que propone la autora se amplifica. Los temas para la reunión vecinal son los comunes: daños del edificio, problemas con los vecinos, las funciones del administrador y nuevas propuestas, como la que hace la Señora Robles, interpretada magníficamente por Carmen Ramos. Ella quiere un lugar de descanso con alberca para todos. Carmen Ramos brilla por su creencia escénica, provoca muchas risas y ella se lo toma muy en serio. Se levanta y se coloca al centro del círculo con toda espontaneidad, fluye a lo largo de la obra y no pierde nunca la atracción que ejerce sobre el público. Alfonso Borbolla, como el administrador, y Alejandro Morales como el señor Pedroza, están muy bien caracterizados; pero al igual que Monserrat Marañón como la señora Gálvez y Mario Alberto Monroy como el señor Beltrán, su presencia, intermitente, se va diluyendo. Tal vez se deba a que la obra va perdiendo fuerza conforme se va desarrollando. Edificio San Miguel empieza potente y propositiva. El espectador se sorprende con el dispositivo y entra al juego fácilmente. Reímos y conocemos las manías de cada personaje, pero el círculo vicioso de la junta se estanca y vamos dejando de reír. Aunque aparece un conflicto en la segunda parte de la obra, éste no logra levantar la atención y poco a poco se agotan los recursos de esta puesta en escena. Edificio San Miguel es una obra realizada con el apoyo del estímulo fiscal de la ley del ISR, Efiartes, que recurre al humor y al desenfado para hablar de un microcosmos social. Es una propuesta divertida donde se ven reflejadas dinámicas grupales que impiden llegar a acuerdos, y nos hace preguntarnos por los impedimentos que existen para avanzar en comunidad.  Este texto se publicó el 26 de agosto de 2018 en la edición 2182 de la revista Proceso.

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