'Balam Antsetik. La Segunda Era”, de Margarita Aguilar
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un reciente hallazgo en las entrañas de las ruinas de Toniná, al sur selvático de Chiapas, desata torrentes de pasiones contenidas desde el año 840 d. C., cuando la diosa Luna Ixchel enfrenta el poder y la voluntad de los dioses del inframundo, incitada por los desbordantes deseos del dios Jaguar.
Aquel descubrimiento origina una candente vorágine de fuerzas que arrastran a un editor, una escritora y personajes claves de la actualidad a una maldición llamada Balam Antsetik (Mujer Jaguar), que cambiará su vida y la del lector de esta novela, escrita por Margarita Aguilar.
Periodista, poeta y conductora televisiva en temas de salud, originaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Margarita Aguilar es licenciada en Ciencias de Desarrollo Rural y Recursos Naturales. Durante dos décadas se ha desenvuelto como especialista en temas vinculados a la salud pública, con enfoque en los determinantes sociales del bienestar (www.margaritaaguilar.com).
Entre sus obras destacan: Con la fe erosionada (2002), La casa de los cipreses, una mirada al mundo gay (2003), Rosario, el rostro femenino del SIDA (2003), With Faith Eroded (Toronto, Canadá. 2004), Rosas sin cáliz (2007), Desarraigada (2013), y Acordes de espinas (2015).
Ofrecemos para nuestros lectores el primer capítulo de esta novela Balam Antsetik. La segunda Era (Grupo Rodrigo Porrúa; México 294 páginas, dirección@rodrigoporrua.com), que comienza con la cita:
“…Con la cópula del descendiente de Kan Joy Chitam en el cuerpo del jaguar y la descendiente astral de Ix Kinnum, antes de que concluya el bienio de eclipses sangrientos, sólo así se abolirá la maldición de Balam Antsetik.” (Hachakyum, dios de dioses, 840 d.C.).
Enero de 2014
Realmente esperaba lo peor; había escuchado mitos sobre la personalidad de Juan Yadeun sobre lo difícil que era lidiar con él. Por ello le pedí a Arturo Castellanos, exsecretario académico de la Universidad Tecnológica de la Selva, que me sirviera de puente con ese personaje. Arturo era muy respetado y querido por Juan Yadeun en la zona de Ocosingo. A mi estimado Arturo lo había conocido gracias a mi entrañable Karla, que era una médica de la Secretaría de Salud y, además, integrante de la asociación civil “Casa de la Mujer Ixim Antsetik”, en la zona.
--¿Cómo te atreves a escribir sobre la Diosa Luna? ¿Acaso quieres caer en sus garras? No sabes lo despiadada que es –me increpó Juan Yadeun, mientras cerraba el libro borrador que le había entregado. Sentí que mis peores presentimientos se cumplían.
Arturo carraspeó y con una leve sonrisa exclamó con su diplomático acento:
--A mí me parece que es un reconocimiento, una ofrenda a la Diosa Luna.
Si alguien conocía el temperamento y las pasiones de Juan Yadeun en Ocosingo era precisamente Arturo. Por eso, cuando Alejandra le confió sus temores sobre cómo abordarlo, él se ofreció sin titubear.
La mesera del restaurante Toks le trajo a Yadeub su sopa azteca, y al respirar su aroma su semblante se relajó un poco. Me habló de Las Enseñanzas de Don Juan. Por momentos, sus palabras se atropellaban con sus ideas. Todo un personaje arropado de misterios, creencias y una inteligencia que confabulaba con fuerzas superiores a él, como él mismo confesaba. Seguramente los exploradores del Nilo, descubridores de las tumbas egipcias, padecían una especie de síndrome similar; ¿cómo no ser afectado en la personalidad ante la adrenalina y el contacto con esencias del pasado?
--Yo tengo una sentencia de muerte que me persigue cuando evoco a la Diosa Luna, espero que este escrito no sea el origen de grandes desgracias para tu, Alejandra --me dijo con voz entrecortada, provocándome un fuerte estremecimiento.
--Juan Yadeun, yo creo que usted exagera un poquito, además es sólo una novela –dije instintivamente, aunque no pude evitar sentir cierto temor, creí en el poder de los presagios y las maldiciones.
--Bueno, finalmente es eso, un libro de ficción –apuntó Arturo, quien desde el inicio de esta aventura literaria había sido un extraordinario intermediario con el arqueólogo.
--No, no es sólo una novela, estás llamando a las pasiones sagradas de otros mundos. Quién sabe qué te vaya a pasar…
“Mira, cuando ocurrió el descubrimiento del sarcófago el 20 de diciembre, unos días antes había llegado el famoso cantante Alejandro Filio a dar un concierto a Toniná; decenas de mujeres, exaltadas por la virilidad del cantante y la propia excitación hormonal colectiva incitada por la Luna, caminaron por la misma senda y pusieron al descubierto una entrada oculta que me sirvió para ubicar el descubrimiento. Al día siguiente del concierto, me puse a trabajar en la excavación y justo ahora cuando ya íbamos a extraer el sarcófago, se me rompió una hernia.”
Parecía disfrutar del suspenso y asombro que me generaba, sus ojos brillaban con cierta malicia al intentar hacerme desistir de mi proyecto literario.
--Pero, ¿te parece que no transgredo los cánones de la cultura maya? ¿Los nombres son correctos según la época? ¿Estás de acuerdo?
--Sí, está todo bien plasmado –exclamó entre dientes sin ocultar la diversión que le causaba verme atemorizada antes sus historias tipo Indiana Jones.
--Gracias, Juan Yadeun. ¿Podría buscarte en Ocosingo en mi próximo viaje?
--No creo que haya ningún problema, siempre será un gusto recibirte por allá y hasta podríamos organizar una velada en ni librería, ¿verdad, Juan Yadeun? –dijo Arturo clavándole la mirada, como reprobando su humor negro para asustarme con los temas de la Luna y sus descubrimientos.
--Estoy buscando recursos para una nueva investigación, saldré unos meses del país, pero estaremos en contacto por correo.
--De acuerdo.
--¿Me puedo tomar una foto contigo?
--No, no me gustan las fotos. Pero bueno, ¿me aceptas un obsequio en correspondencia a que me estás volviendo un personaje de novela?
Juan Yadeun sacó una piedra de ámbar en forma de jaguar hembra y lo colocó en el cuello de Alejandra.
--¡Guau! ¡Es hermoso! ¿Dónde se consiguen estas bellas artesanías? No había visto un diseño así...
--Simplemente no se consiguen, querida. Te queda de maravilla, considéralo un amuleto digno de una mujer con espíritu temerario. ¿Sabes?, me agrada tu necedad. Tienes alma de arqueóloga.