"No todas viven en Salem"

sábado, 27 de abril de 2019 · 10:48
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Un grupo de mujeres convocan a un rito para traer al presente a otras mujeres que en su tiempo no cumplieron con las normas sociales imperantes. Brujas, les llamaban en los siglos XVI y XVII, y en los sesentas el feminismo las consideró un símbolo de la violencia hacia las mujeres que quieren más libertad, más derechos y más igualdad. La Compañía Caracola Producciones, encabezada por Gina Botello, está conformada por mujeres jóvenes egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y llevan más de seis años trabajando juntas explorando el teatro de las imágenes, los títeres, las miniaturas, las sombras, el papel y la multimedia; herramientas que permiten echar a volar la imaginación y jugar con las perspectivas. No todas viven en Salem se compone de diversas metáforas a través de las cuales cuentan la historia de tres mujeres catalogadas como brujas en su tiempo. Son brujas amalgamadas con otras brujas, de las que toman elementos para enriquecer el arquetipo. Las imágenes se edifican entre el vapor y la oscuridad, con veladoras de luz ambarina haciendo un círculo, y proyecciones de grabados o de sombras. Tituba, la primera mujer que fue enjuiciada en Salem y que llegó de Barbados como esclava, cuenta su viaje mientras un pequeño barco viene hacia ella, se introduce en su boca y sale por el otro lado hacia su destino. Vemos grabados del siglo XVI mientras el pueblo arenga porque la maten. La segunda bruja está tomada de leyenda que dio origen a la banda de Alice Cooper, pues ellos narran que invocaron –y se les presentó–Alice, del siglo XVII, quien mató a su padre por ser el violador de su hermana. Catherine, de los años sesenta, engloba a mujeres que levantaron la voz  y que hacen referencia a nuestro presente. El recorrido experimental de Caracola Producciones, con la producción ejecutiva de Aurora Gómez Meza, también de la Facultad, se ha enfocado a indagar en su condición de mujeres y buscar temáticas que las identifiquen. Así, su segundo montaje, como señala la directora, se inspiró en Las mil y una noches para hablar de Sherezade como la primera narradora que logra generar un cambio social y evitar que se siga matando a mujeres. A esta obra le siguió la exploración de la poesía de Silvia Plath, primero, y la creación de Leonora Carrington, después. Para este montaje invitaron a Ximena Eme Vázquez como dramaturga, y todo el equipo profundizó en el tema a partir de un seminario. El texto mezcla armónicamente la narración con el diálogo, la poesía con el canto y la evocación juega con unir las palabras con el objeto. El collage de texto e imágenes nos da una gran riqueza visual y de contenido, y No todas viven en Salem se convierte en un manjar que disfrutamos por más de una hora. Las actrices Rebeca Roa, Elvira Cervantes y Daniela Rodríguez encarnan a estos personajes, se transforman, salen de la cuarta pared para entrar a una narración de lo que les acontece, y manipulan objetos que se convierten en parte fundamental del acontecimiento escénico. Karina Miranda, especialista en teatro de objetos, permanece atrás realizando voces y moviendo los hilos para que los objetos inanimados se vuelvan objetos vivos y participativos. No todas viven en Salem se presenta los domingos en el Teatro de la Capilla hasta el 12 de mayo. Esta reseña se publicó el 21 de abril de 2019 en la edición 2216 de la revista Proceso

Comentarios