Perdón histórico, el atrevimiento del presidente

jueves, 4 de abril de 2019 · 12:46
Las reacciones a la postura emitida por el presidente­ el lunes 25 a través de un video para solicitar el perdón del rey de España y del papa Francisco –por los crímenes contra el mundo indígena durante la Conquista– no se hicieron esperar. Aquí se resume la polémica y se incluyen las reflexiones de tres historiadores mexicanos: Carlos Aguirre Rojas, Rodrigo Martínez Baracs y Ricardo Pérez Montfort. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Menudo alboroto provocó el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando, a través de un video grabado en la zona arqueológica de Comalcalco en Tabasco, dio a conocer que envió sendas cartas al rey Felipe VI de España y al papa Francisco para solicitarles realizar “un relato de agravios” y pedir perdón a los pueblos por las matanzas e imposiciones cometidas durante la llamada Conquista hecha hace 500 años “con la espada y con la cruz”. Su idea es que a lo largo de los próximos dos años se recuerden hechos como la matanza de Cholula, la Noche Triste o “Noche Alegre” (según el lado que se mire), la caída de Tenochtitlán, y que 2021 sea el año de la reconciliación y se recuerde el 200 aniversario de la consumación de la Independencia, así como en junio de 2025 los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, expresó acompañado de su esposa la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller. Las reacciones no se hicieron esperar en ambos lados del Atlántico: desde los rechazos más iracundos de los políticos españoles, en plena batalla preelectoral, y el del escritor Arturo Pérez-Reverte; los que invitaron a reflexionar sobre la situación actual de los indios, como Mario Vargas Llosa, hasta los conciliadores que piden, a la luz del quinto centenario de la llegada de Hernán Cortés a Mesoamérica, reflexionar sobre el pasado y el presente.  El corresponsal de Proceso en España. Alejandro Gutiérrez, reportó a la agencia Apro que el líder del derechista Partido Popular, Pablo Casado, consideró la petición de AMLO como “una afrenta para España”; la vicepresidenta del gobierno español Carmen Calvo afirmó que el rey (cuya esposa Letizia es mexicana) “no tiene que pedir perdón a ningún país, y no va a ocurrir…”. En cambio, la vocera de Podemos, Ione Belarra, destacó que “López Obrador es el digno presidente de México. Tiene mucha razón en exigirle al rey que pida perdón por los abusos de la ‘Conquista’”, y hasta ofreció que si su partido llega al gobierno “habrá un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas”. El escritor Pérez-Reverte escribió airado en su cuenta de Twitter: “Que se disculpe él, que tiene apellidos españoles y vive allí. Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no lo cree, es un sinvergüenza.” Desde la tribuna del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española realizado en Córdoba, Argentina, Vargas Llosa señaló a su vez: “El mandatario mexicano se equivocó de destinatarios, esa carta debió mandársela él mismo y responderse o respondernos a la pregunta de por qué México, que hace cinco siglos se incorporó al mundo occidental gracias a España y que desde hace 200 años es independiente y soberano, tiene todavía tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes, explotados.” En el periódico El Español se publicó el pasado 27 de marzo que Gutiérrez Müller “tiene una postura muy marcada sobre la Conquista e insiste en las redes sociales en que el rey pida perdón”. La noticia se tituló: “La mujer de AMLO, una historiadora detrás de la petición de disculpas a España por la Conquista” (https://www.elespanol.com/mundo/20190327/amlo-historiadora-detras-peticion-disculpas-espana-conquista/386461514_0.html). Proceso solicitó a la historiadora aclarar si tuvo relación con la idea y respondió por WhatsApp a través de su asistente: “El presidente es un conocedor de la historia de México. Tiene libros publicados sobre diferentes etapas de la vida nacional. No es súbito su interés en pensar y repensar la Conquista de México, la Guerra de Reforma u otros acontecimientos nacionales. Gustosa de la historia, también yo, compartimos muchos puntos de vista sobre episodios del país y conversamos sobre ello como cualquier pareja interesada en estos temas. Él redacta sus cartas, discursos y contenidos en redes sociales. A veces me los comparte antes para leerlos, si da tiempo.” Este semanario entrevistó vía telefónica a los historiadores Carlos Aguirre Rojas, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; Rodrigo Martínez Baracs, de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia; y Ricardo Pérez Montfort, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Aquí sus reflexiones: Aguirre Rojas: Honestamente, la idea de López Obrador está fuera de lugar porque se hace eco de una vieja hipótesis de la historiografía que considera que el mejor indio es el indio muerto. Al indio del pasado se le puede glorificar, reivindicar, defender y decir que es una de nuestras raíces, parte de nuestra nacionalidad, pero al mismo tiempo al indio vivo se le ignora cuando se ve su pobreza. López Obrador trata de reivindicar a los indígenas de hace 500 años e ignora de manera escandalosa e inaceptable la situación de los indígenas hoy. Señaló dos puntos: primero, toda la campaña a la Presidencia de la República hecha en 2018 por el Congreso Nacional Indígena con Marichuy (María de Jesús Patricio, quien consideró la demanda de AMLO como una simulación), donde se denunció el peligro de exterminio real que sufren los pueblos indios pues están siendo despojados de sus territorios por las compañías mineras, sus aguas están siendo contaminadas, sus bosques están siendo destruidos, las presas inundan literalmente sus pueblos. Esta agresión no es de ayer ni de anteayer, lleva 15 o 20 años en este extremo agudo y López Obrador lo está ignorando, pero está defendiendo a los indios de hace 500 años. La segunda cuestión es que López Obrador no ha dicho una palabra de cómo resolverá el problema de Chiapas que tiene ya 25 años, los reclamos de los dignos indígenas neozapatistas son absolutamente aceptados por todos los sectores del país, gozan de una gran simpatía popular y él no ha dicho de qué manera los va a enfrentar. Si se trata de pedir perdón, sería mil veces más urgente y más importante hacerlo por lo que se les está haciendo a los indígenas en México ahora que por lo de hace 500 años. Fue un verdadero genocidio, eso sí lo creo, y hay que decirlo con todas sus letras, y bueno, la historia de la humanidad es de crímenes, masacres, genocidios, guerras, torturas… Si vamos a pedir perdón sobre toda la violencia injusta desplegada en la historia de la humanidad no vamos a acabar nunca. En otro aspecto pienso que López Obrador lo está haciendo como un elemento distractor porque, desde el punto de vista de la política exterior mexicana, su gobierno está repitiendo el giro que se dio a partir del gobierno de Vicente Fox, luego con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, que tuvieron una actitud y un servilismo vergonzoso hacia Estados Unidos, y lo está repitiendo López Obrador, por eso Trump dice que tiene a un gran amigo en el presidente de México. Martínez Baracs Solicitar perdón no sirve para nada, son meramente cosas de políticos. La Conquista fue un acontecimiento muy importante en la historia de México, el más importante, es una revolución enorme, frente a ella las revoluciones de Independencia, Reforma y Revolución mexicana son acontecimientos menores… La Conquista puede considerarse la primera transformación, o sea que ahorita sería la quinta transformación. Entonces no tiene sentido hablar en esos términos. Lo importante, ahora que son los 500 años y que se despertó el interés por el tema, es que la gente tenga conciencia de qué es lo que comenzó y de todo lo que cambió. Es un proceso tremendo. La cuestión es cómo conmemorar el asunto. Y ya fue pensado y resuelto cuando los 500 años del descubrimiento de América: Miguel León-Portilla dijo: “No hay que celebrar, hay que conmemorar el Encuentro de Dos Mundos”. No se trata de celebrar, sino de conmemorar, o sea, hacer memoria juntos, no sólo a nivel académico, sino toda la gente, hacer una reflexión de conjunto sobre cuál es la importancia de este enorme hecho de la historia no sólo mexicana, sino americana y finalmente del mundo, pues es demasiado importante como para reducirlo a la confrontación con los españoles, eso no tiene ningún sentido. No quisiera usar esa palabra, pero es un desacierto pedir una disculpa. Lo que hubo fue una guerra de conquista (…) La historia del ser humano es una historia de latrocinios, todos han sido estados teocráticos y militaristas. Y eso es muy feo y peligroso, y hay que darse cuenta de que sí, los españoles llegaron con una tecnología superior pero no vinieron a matar a la gente, eso ya se está aceptando, aunque hay quien todavía insiste en el genocidio. Los españoles hicieron una guerra, pero después para nada iban a querer matar a los indios, hubiesen estado locos, si era una fuerza de trabajo súper organizada.  Los pueblos vecinos estaban hartos de los mexicas porque no sólo conquistaban pueblos y reinos cercanos y lejanos, sino que había una represión brutal, y salía carísimo hacerles la guerra, trasladar a miles de hombres a combatir, entonces imagínese que los españoles fueron los liberadores y la Conquista se puede ver como el gran momento de transformación político, social, cultural, religioso, lingüístico, todo. El mero momento de la Conquista sí es un levantamiento, una gran rebelión indígena contra los mexicas que aprovechó la llegada de los españoles con su tecnología. Fueron indígenas quienes se levantaron y muchos de los abusos más terribles los hicieron los tlaxcaltecas en la matanza de Cholula, se los comían delante de los españoles. Lo que pasó en México tuvo su dramatismo, pero todo el Continente Americano fue conquistado, fue un encuentro de dos mundos… Entonces que un presidente de acá le esté reclamando al rey del otro lado porque nos mataron en Cholula, no tiene sentido. La politización de la historia está haciendo mucho daño. Claro, los hechos deben discutirse entre los historiadores y ver la manera de transmitir el conocimiento y el interés al resto de la gente, pero sin la cuestión partidaria que está invadiendo y corrompiendo toda nuestra sociedad, y sobre aspectos concretos, y no: “¡ay pobres indios y qué malos españoles!”. Lo importante para nosotros es buscar la verdad. El historiador no puede transigir con nada ni nadie, ni con el Estado, y menos estos herederos trasnochados de la concepción liberal, porque la cosa antiespañola no es indígena, ellos estaban contentos en la Colonia y eso se anuló con la Independencia; la cuestión antiespañola es española, es de los criollos superreaccionarios que se independizaron de España, no por patriotismo, sino porque no querían que les aplicaran la constitución liberal de Cádiz, que estableció que indios y españoles eran iguales. Por eso nos independizamos para seguirlos explotando, después ya se da la Independencia y cambia la retórica, se acababa de salir del régimen español y había que denigrarlo. Pérez Montfort Se está armando una tormenta en un vaso de agua. Esto es producto de una concepción muy mala de una historia muy elemental, en donde los pueblos deben pedir perdón y lavar culpas. Nosotros, o al menos yo como historiador, no estoy facultado o no tengo la intención de convertirme en un árbitro. El ser humano comete aberraciones, holocaustos y cosas de ese tipo, pero es un fenómeno implícito en él, es un gran depredador. Preferiría, en vez de pensar en pedir perdón por lo sucedió hace 500 años, que además ya es irremediable, pues no se puede hacer nada al respecto, que estuvieran pendientes de lo que está pasando ahora, todas las barbaridades que está haciendo Donald Trump con el pueblo de México, con la relación entre México y Estados Unidos, los conflictos entre Maduro y Estados Unidos y los afanes intervencionistas. La Conquista fue una calamidad, realmente una tragedia para la humanidad, pero me parece que empezar a señalar que los españoles fueron culpables de la destrucción de Mesoamérica es un poco vano; el gobierno de López Obrador debería estar preocupado por otras cosas mucho más importantes. Sí servirá, desde luego, hacer reuniones académicas y políticas para reflexionar sobre este tipo de barbaridades que el ser humano protagoniza a lo largo de su historia, discutir, conversar, intercambiar opiniones; pero, como decía Edmundo O’Gorman, la historia no se hizo para regañar, se hizo para tratar de entender, para encontrar explicaciones y, desde luego, para ver las consecuencias que puede provocar el ser humano. De repente, en vez de culpar y señalar a los responsables de lo sucedido hace 500 años, no estaría nada mal que se hiciera algo respecto de los que nos pusieron en la situación actual. Si a alguien hay que culpar es a Calderón, a Fox, a Peña Nieto, no al rey de España, pues pobre diablo, en el fondo es igual de limitado. ¿Desvarío? El medio español Tercera información publicó un editorial titulado “López Obrador no desvaría”, en la cual señala (https://www.tercerainformacion.es/opinion/opinion /2019/03/27/ lopez-obrador-no-desvaria): “El gobierno español ha reaccionado como una virgen ultrajada…” Y asentó:  “Podría pensarse que la exigencia de López Obrador es un disparate porque es evidente que no es de recibo exigir cuentas a un país por los atropellos y matanzas que se cometieron en su nombre cuando reinaba Carolo, pero es que no se trata de eso en absoluto.” Para argumentar: “Lo que se pretende es aprovechar la efeméride para realizar una reparación histórica a las comunidades indígenas, sometidas a la opresión y el exterminio no sólo en los tiempos en los que en España no se ponía el sol, sino también después de la independencia… En definitiva, no se trata de reescribir la historia, sino de efectuar un ejercicio de catarsis para cerrar las heridas que aún se consideran abiertas.” Y habría que volver también al libro Visión de los vencidos, ya clásico, de Miguel León-Portilla, ahora que el historiador se encuentra hospitalizado desde hace poco más de dos meses. Este texto se publicó el 31 de marzo de 2019 en la edición 2213 de la revista Proceso.

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