El camino de la vida, de dos en dos

jueves, 4 de julio de 2019 · 22:18
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La vida parece ser más fácil en pares. Caminamos en la búsqueda de la media naranja en distintas épocas, circunstancias y formas. Para el director Adrián Vázquez fue un martirio conseguir los derechos de la obra Dos para el camino, del dramaturgo peruano César de María. Mientras el público ocupa sus butacas, se escucha a un desanimado locutor presentar y reproducir canciones antiguas. Vemos en el escenario a cuatro personajes iluminados con luz tenue, inmóviles, esperando comenzar. La niña, la psicóloga, el vecino y el novio necesitan un igual para sobrellevar los días. Cada uno cuenta su historia en forma de monólogo. Todos anhelan ese otro que les ayude a soportar el peso de sus destinos fatales. A los personajes les pasaron cosas terribles, que se van entrelazando --de forma poco evidente en ocasiones--. Algunos ni siquiera se conocen, unos sólo se han imaginado juntos, otros no saben de la existencia del de al lado. Pero sus acciones tendrán consecuencias para los demás. El texto está lleno de dualidades: arriba y abajo, realidad y ficción, la vida y la muerte… en fin, disyuntiva tras disyuntiva, la toma de decisiones y la presión que eso implica. El control que a veces tenemos sobre nuestro destino, y en otras su fatalidad. La escenografía es una estructura de dos niveles manipulada por los actores. En la parte de abajo se crea una especie de cueva muy pequeña, que da la sensación de claustrofobia. Es un complemento perfecto para la obra: mientras arriba se cuenta la historia oficial, abajo sucede lo que no se dice, lo obscuro, el subtexto. La dirección de actores no es la más atinada. Sus acciones son demasiado exageradas: la niña que sesea y habla como “taradita”, la psicóloga que recuerda al joven que la excita con voz sensual mientras se retuerce y se pasa las manos por su cuerpo de forma lasciva… Actitudes innecesarias y estorbosas. Los personajes están ya construidos con los vestuarios y los diálogos. El que sin duda resalta con su maravillosa interpretación es Diego Martínez Villa, quien encarna a un vecino sumamente inseguro, cuyos movimientos corporales, risas nerviosas y tartamudeo lo definen. La obra lleva un tono agridulce: historias siniestras contadas en ocasiones con humor. La conclusión parece ser que no hay que tomarse las cosas tan en serio. Al final del día la vida es pasajera. Dos para el camino se presenta los miércoles a las 20:30 horas en el Teatro Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500, Col. Guadalupe Inn). Hasta el 14 de agosto.

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