Intelectual polifacético: Sergio Fernández en el recuerdo de sus alumnas
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Sorjuanólogo, cervantista, animado organizador de divertidas fiestas y participante de travesuras, maestro de muchas generaciones en la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM, exigente pero afectivo con sus alumnas, irreverente y padre cariñoso… así, polifacético, fue recordado el escritor Sergio Fernández durante el homenaje póstumo que le rindió el martes 21 el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Una a una sus alumnas Eugenia Revueltas, Anamari Gomís, las hermanas Magdalena y Carmen Galindo y Selma Beraud, fueron dando testimonio de su relación con el investigador, quien falleció el lunes 6 de enero, a unos días de cumplir 95 años, en la ciudad de Guanajuato.
En el acto, realizado en el auditorio Adolfo Best Maugard del Museo Nacional de Arte (Munal), estuvieron precedidas por su hija Paula Fernández, quien emocionada y a punto del llanto tomó el micrófono sólo para agradecer el reconocimiento, y Marina Núñez Bespalova, subsecretaria de Desarrollo Cultural, en la Secretaría de Cultura, y exalumna del autor de obras como Segundo sueño y Los signos perdidos.
Doctora en Letras Españolas e Iberoamericanas por la UNAM, Eugenia Revueltas comentó la sorpresa que les causó la muerte del escritor, las hermanas Galindo y ella planeaban visitarlo cuando recibieron la noticia. Destacó la “clase de intelectual, artista y docente que era este hombre, quien dedicó íntegramente su vida a ello”, al recordar las palabras de su esposo el fallecido filósofo Abelardo Villegas:
“En un primer homenaje que se le hizo, dijo que era un intelectual de los más importantes, con una solidez académica, con una actitud de búsqueda. Pero lo más importante, es que formó toda una escuela, una serie de gentes que estudiamos, que fue nuestro maestro y que nos marcó para siempre”.
Agradeció también que el INBA organizara el homenaje y fuera motivo para recordar sus obras, entre ellas Los peces y Los desfiguros de mi corazón. Habló de sus fiestas “extravagantes”, y sobre todo se refirió a sus clases de literatura del Siglo de Oro. Ella iba del área de ciencias y al llegar a la Facultad de Filosofía encontró en Fernández, Luis Rius y Arturo Souto, a tres “maestros maravillosos”.
La escritora Anamari Gomís se refirió al análisis que de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz hace Fernández en su libro La copa derramada. Con picardía leyó la primera línea del segundo cuarteto del soneto “De una reflexión cuerda”, que dice: “Toda en el mal el alma divertida”, mencionando que su maestro le hacia ver: “Imagínate a una monja diciendo esto”.