'Guía del universo para escépticos”

jueves, 30 de enero de 2020 · 00:21
Ciudad de México (apro).- Afirmó Carl Sagan (Nueva York, 9 de noviembre de 1934-Seattle, 20 de diciembre de 1996): La verdad puede ser desconcertante. Puede que cueste trabajo llegar a ella. Puede desafiar a la intuición. Puede contradecir prejuicios fuertemente enraizados. Puede que no concuerde con algo que queremos desesperadamente que sea verdad. Pero nuestras preferencias no determinan qué es la verdad. Estas sabias palabras del autor de Cosmos (1980) sirven de inspiración al libro de 528 páginas recientemente traducido del inglés por Ana Pedrero Verge para Editorial Océano de México: Guía del universo para escépticos. Cómo saber lo que es real en un mundo cada vez más falso, autoría del médico neurólogo Steven Novella (Danbury, Connecticut, 29 de julio de 1964) con Bob Novella, Cara Santa María, Jay Novella y Evan Bernstein. Presentamos un fragmento del comienzo de este volumen (intitulado en inglés The Skeptics Guide to the Universe. How to Know What’s Really Real in a World Increasingly Full of Fake) para nuestros lectores.  
Escepticismo científico
El escepticismo científico, un término popularizado por Carl Sagan, es una visión general del conocimiento que antepone las creencias y conclusiones que son fiables y válidas a las que son tranquilizadoras o convenientes. Ésta es la razón que lleva a los escépticos científicos a someter todas las afirmaciones empíricas, especialmente las propias, a los métodos científicos y de la razón de forma rigurosa y abierta… En esencia, el escepticismo filosófico es una posición de duda permanente: ¿podemos llegar a saber cualquier cosa? ¿Cuál es la naturaleza del propio conocimiento? Antes de que la ciencia revolucionara nuestra forma de pensar, el escepticismo filosófico era una posición razonable. El conocimiento se apoyaba principalmente en la autoridad y en la tradición, así que hacer borrón y cuenta nueva cuestionándolo todo probablemente fuera un paso en la dirección correcta. La famosa máxima de René Descartes nos dice que lo único que verdaderamente sabemos es: “Pienso, luego existo”. Su idea consistía en desechar todo lo que se consideraba conocimiento hasta ese momento para empezar de cero y tratar de ver qué era capaz de razonar a partir de primeros principios (puntos de partida evidentes). Afortunadamente para nosotros, no vivimos en una era precientífica. Siglos y siglos de conocimiento acumulado con esmero han sentado las bases del conocimiento actual. Los filósofos se centran en cómo pensar de una forma clara, precisa, inequívoca y con coherencia interna. La ciencia trabaja de acuerdo con la filosofía del naturalismo metodológico (todo efecto tiene una causa natural) y se sirve de un refinado conjunto de procesos para poner a prueba las teorías frente a la realidad. Todavía no somos capaces de saber nada con un grado de certeza metafísica del 100%, pero sí podemos saber cosas. Podemos construir, metódicamente, un conjunto de conocimientos que gocen de coherencia interna y de validez lógica y que no se limiten únicamente a encajar con nuestras observaciones acerca de la realidad, sino que también nos ayuden a predecir el comportamiento del universo. Es esto lo que distingue a los escépticos “científicos” de los escépticos filosóficos, quienes profesan que el conocimiento no es posible. Tampoco somos cínicos, ya que en su caso, el cuestionamiento constituye una postura social o bien adoptan una actitud por lo general negativa con respecto de la humanidad. Tampoco nos oponemos sistemáticamente a toda opinión predominante. Del término “escéptico” también se han apropiado los negacionistas que quieren ser vistos como auténticos escépticos (es decir, como individuos que plantean preguntas incómodas y difíciles) pero que en realidad únicamente siguen la línea de la negación por cuestiones ideológicas. Somos escépticos científicos porque sí, cuestionamos; pero siempre intentamos distinguir, con mucha cautela, todo lo que podemos saber y lo que sabemos, frente a la fantasía, los deseos, los sesgos y la tradición. En mi opinión, el escepticismo científico moderno tiene varias facetas, no es únicamente una visión del mundo sino también un conjunto de conocimientos y un campo de especialización. He aquí las herramientas y los métodos que los escépticos científicos emplean para diseccionar la realidad: El respeto por el conocimiento y la verdad. Los escépticos valoramos la realidad y lo que es cierto. Por lo tanto, tratamos de basarnos en la realidad, tanto como podemos, cuando se trata de nuestras creencias y opiniones. Esto implica someter toda afirmación a un proceso de evaluación fundamentado. Los escépticos creemos que el mundo es cognoscible porque sigue ciertas reglas o leyes de la naturaleza, y que el único método legítimo para conocer cualquier dato empírico sobre el universo obedece a este supuesto naturalista. En otras palabras, en el reino de lo empírico (conocimiento fáctico basado en la evidencia), uno no puede apoyarse en la magia o en lo sobrenatural.  
Difusión de la ciencia
La ciencia es el único conjunto de métodos legítimos para investigar y comprender el mundo natural, lo que la convierte en una herramienta poderosa y en uno de los mejores desarrollos de la civilización humana. Quienes decidimos convertirnos en activistas promovemos el papel de la ciencia en nuestra sociedad, la comprensión pública de los métodos científicos y sus hallazgos, y la formación científica de calidad. Esto implica proteger la integridad de la ciencia y la educación de la intrusión ideológica o de ataques anticientíficos. También implica apoyar la ciencia de calidad, lo que requiere analizar el proceso, la cultura y las instituciones científicas en busca de defectos, sesgos, debilidades y fraudes.  
Promoción de la razón y del pensamiento crítico
La ciencia va de la mano de la lógica y de la filosofía, y por ello los escépticos también promueven una mejor comprensión de dichos campos y de la habilidad de ejercer el pensamiento crítico.  
Ciencia vs pseudociencia
Los escépticos constituyen la primera, y a menudo la última, línea de defensa contra las incursiones de la pseudociencia. Al desempeñar este papel, buscamos identificar y dilucidar las fronteras entre la ciencia legítima y la pseudociencia, denunciar ésta como lo que es y promover el conocimiento que permita detectar las diferencias. Si tuviera que describir brevemente cuál es nuestro campo de especialización principal, diría que la pseudociencia. Cuando se rebaten creencias comunes pero falsas, no basta con comprender los datos científicos pertinentes, sino que también hay que saber en qué falla la ciencia, cómo las personas forman y conservan sus falsas creencias y cómo las promueven. Este aspecto suele brillar por su ausencia en los centros educativos convencionales, lo que explica la presencia de los escépticos.  
Libertad ideológica/ investigación libre
La ciencia y la razón sólo pueden progresar en una sociedad libre en la que no se imponga ninguna ideología (religiosa o de cualquier tipo) a los individuos ni a los procesos de la ciencia y de la investigación libre.  
Humildad neuropsicológica
Ser un escéptico funcional requiere tener conocimiento acerca de las distintas formas que tenemos de engañarnos a nosotros mismos, de los límites y los defectos de la percepción y de la memoria humana, de los sesgos y falacias inherentes a la cognición, y de los métodos que pueden contribuir a mitigar todos estos defectos y sesgos.  
Protección del consumidor
Los escépticos pretendemos protegernos a nosotros mismos y a los demás del fraude y del engaño. Esto lo hacemos denunciando los embustes y educando al público y a los legisladores con tal de que sepan reconocer las afirmaciones o prácticas que son engañosas o falaces. Además, los escépticos tendemos a ser una fuente de memoria institucional. Las mismas estafas y falsas creencias tienden a volver una y otra vez, como si cada generación necesitara cometer los mismos errores por sí misma. Es muy útil que quienes estudian la historia de las estafas, de los errores y de la pseudociencia nos ayuden a reconocer y evitar este tipo de cosas cuando, inevitablemente, resurgen. Y aunque los activistas escépticos tendemos a ser divulgadores científicos, no somos únicamente eso. Tenemos un bagaje específico y de nicho que abarca el conocimiento de la pseudociencia, de los mecanismos del engaño y cómo luchar contra la información errónea. Hace una generación, los divulgadores científicos pensaban que lo único que tenían que hacer para combatir las creencias de la pseudociencia y de los mitos era enseñar ciencia. Ahora sabemos que, desgraciadamente, ése no es el caso. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo por John Cook et al en 2017, que confirmaba investigaciones previas, demostró que exponer a las personas a informaciones erróneas sobre el consenso científico acerca del calentamiento global tenía consecuencias polarizadas según su ideología política. Quienes ya habían aceptado el consenso se obstinaban aún más a él, y quienes lo rechazaban se aferraban a su postura con mayor convicción. Corregir esa información errónea prácticamente no logró reducir la polarización, ya que, sencillamente, los hechos no bastaban para hacer que los sujetos cambiaran de opinión. Sin embargo, si se empezaba por explicar a los sujetos que se puede utilizar a expertos falsos para rebatir el consenso científico con datos ficticios, el efecto polarizante de la información errónea se veía completamente neutralizado. Ésa es precisamente la razón por la que decidimos promover la ciencia, en parte mediante la denuncia de la pseudociencia, y no centrarnos solamente en la información falsa de la ciencia de mala calidad, sino también en las tácticas tramposas (en ocasiones de autoengaño) de las que se sirven los pseudocientíficos. No basta con enseñar ciencia al público, también hay que enseñarles cómo funciona la ciencia y cómo pensar de forma válida. Este libro pretende ser una efectiva vacuna contra la ciencia de mala calidad, el engaño y el pensamiento defectuoso.

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