Sergio Fernández y su lectura personal de 'El Quijote”

lunes, 6 de enero de 2020 · 22:57
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El 23 de enero de 2005, el gran cervantista de El Quijote, Sergio Fernández (1926-2020), habló extensamente con Proceso de su lectura personal de esa obra maestra. Este es el texto íntegro de la entrevista realizada con el también maestro emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ensayista y novelista, fallecido por complicaciones tras una neumonía, este lunes 6, en Guanajuato, donde su cuerpo es velado en la funeraria “El cubilete”: Son múltiples las veredas a las que conduce Cervantes en una lectura de El Quijote vertical, profunda, “con lupa”, como llama a la suya el especialista en el Siglo de Oro, Sergio Fernández: Una lectura que arroja menos respuestas que dudas… Una de ellas, la imposibilidad de encontrar la manera de unir al soldado que peleó en Lepanto con el autor de “un loco exquisito” aparecido en un lugar de la Mancha hace 400 años. Para Sergio Fernández, narrador, ensayista, doctor en literatura, Maestro Emérito de la UNAM y amante del personaje de ‘El Quijote’ por sobre todos los del Siglo de Oro, es la primera lectura, la ingenua, la anecdótica, aquella que fascinó a los contemporáneos de Cervantes, la misma que fascina a los lectores de hoy. Pero él tuvo que acercarse después de otra manera, y no fue sino hasta los 26 años cuando se metió de lleno a El Quijote. Desde entonces, lo ha seguido “con lupa” por caminos que se bifurcan siempre, al punto de que no hay posible lectura completa de la novela –al menos para él–, sino acaso interpretaciones personales. Del lejano prólogo que escribió para la edición de Trillas en su colección La Linterna Mágica –de ahí comenzó a empaparse de El Quijote, tras mucho tiempo leyéndolo y tomando notas–, y del cual derivó Una visión interna de El Quijote, en su casa llamada “Los Empeños”, en honor de Sor Juana Inés de la Cruz, habla Fernández, cercano a los 80 años, dueño de una obra en varios géneros (novela, ensayo, teatro). Y cuenta, con la misma frescura que cuando leyó por primera vez El Quijote, su periplo cervantino. Un periplo que empezó con el miedo y continuará en dos meses cuando dé una conferencia magistral sobre el tema: “Yo tenía mucho miedo de acercarme a Cervantes a pesar de que estaba, hacía muchos años, dando un curso monográfico sobre literatura de los Siglos de Oro, y mi miedo resultó absolutamente verídico en el sentido de que la primera lectura fue deliciosa porque estaba recargada muchísimo en la acción, en la anécdota, que es para un cierto tipo de lectores muy primarios como yo en ese momento. “Pero la cercanía en la segunda lectura me dio la posibilidad de entender que en Cervantes la lectura es más bien vertical, no horizontal, uno debe ir hacia adentro. Y que las palabras tienen una serie de connotaciones impredecibles… y a veces hasta perderse, porque él nos está diciendo cosas fundamentales, y si uno no está sobre los diccionarios se pierde realmente, y ésa es la intención primaria del escritor.” –O sea que hay una lectura oculta de El Quijote. –Sí, claro. Hay muchas lecturas y todas van sucediéndose, ocultándose, o bien dejando paso a las lecturas antecesoras, por decirlo así. A mí lo que me preocupa mucho es saber que nunca voy a poder dilucidar --con las noticias que hasta hoy tengo en la mano-- cómo sería la posibilidad de unir a Cervantes, digamos al soldado que fue, con un loco exquisito que es su personaje fundamental. “No sé cómo unirlos, lo he estado intentando en muchas lecturas, lo desconozco cada vez que intento una nueva aproximación. Es un libro muy engañoso, primeramente porque su sintaxis no es aparentemente barroca; pero lo es porque siempre está alterando los términos de la gramática. “Por más que le busco, como ya le digo, y recorro la vida de Cervantes, pensando que en el momento de salir de Argel, que era una ciudad muy pintoresca en donde había esta venta de esclavos (en este caso españoles o franceses jóvenes y bonitos, que se le vendían al postor más adinerado), digamos que naturalmente yo en esta ciudad le pierdo la huella, porque fuera de lo que dice en ‘El capitán cautivo’, que es una de las novelas investigadas en ‘El Quijote’ (por cierto una novela 50%, diría yo, autobiográfica; la otra, pues, de una forma, digamos, de imaginación), nunca se dice claramente nada; pero de pronto resulta que, como todo Cervantes, se transforma, se bifurca, y salen muchas veredas que uno tiene que perseguir. “Le voy a presentar el caso de ‘El capitán cautivo’, donde supuestamente el capitán ha sido preso en Argel. En este momento seguimos las huellas digamos del propio Cervantes. Él sale de ahí porque una mora muy hermosa, hija de un noble muy rico, Agi Morato, se enamora de él y a partir de un momento determinado pueden escapar, a pesar de que el padre llora lágrimas de sangre porque la hija se le va para siempre; pero hay un momento de la relación en que dice ‘pero este soldado que escapó con otros seis o cinco’ –ya no me acuerdo… “Es decir, lo que estamos nosotros leyendo no es propiamente, o no sólo, la vida del capitán cuyo apellido o nombre quedan en el anonimato, sino que es la vida que narra el capitán de él mismo y de este tal Saavedra, que naturalmente pudiera ya llegar hasta el corazón de Cervantes; pero no se dilucida precisamente porque todo tiene este tono un poco impreciso.” Entonces Fernández da tres muestras de la sutileza de Cervantes, que para el ensayista mexicano contrastan con la vida dura que debió vivir el soldado prisionero en Argel: “Por ejemplo, si don Quijote se lanza contra los molinos de viento, en parte es que les ve formas de gigantes, pero en parte es porque estos gigantes se mueven, pero los mueve el viento; es decir, hay un agente que está en medio de los molinos y de la mente de don Quijote, me explico: Este objeto intermediario siempre está presente en la obra, hay algo que no es locura, sino que es delicadeza de movimientos de la mente y los que hacen que don Quijote transmute la realidad. “Otro caso sería el de los ejércitos que se van a juntar en una gran batalla, según dice don Quijote, y que no lo son, dice Sancho, sino por una parte cabras y por otra ovejas. Entonces don Quijote le dice ‘no, lo que pasa es que tú no has visto bien’, pero nadie ve bien porque hay polvo, entonces el polvo es el objeto que se interpone para que don Quijote pueda hacer esta transmutación. “Un último caso sería el de la bacía de barbero, es decir, aquellos objetos que existían para que al cliente le rodearan la cara y lo rasuraran. Entonces viene por ahí un borrico con un barbero que viene de paso y se cruza con ellos y le dice don Quijote a Sancho: ‘Mira, nos hemos encontrado nada menos que con el yelmo de oro de Mambrino’, y Sancho le contesta ‘no, su merced está equivocada, porque lo que es esto no es un yelmo de oro sino una bacía de barbero’. Pero, ¿qué es lo que pasa? Que empieza a haber una llovizna y esta llovizna se interpone entre los ojos de don Quijote y el objeto aquel que trae el barbero, y eso es lo que hace posible esta tercera transmutación… con estos ejemplos se tiene la idea de la infinita exquisitez con la cual don Quijote va enhebrando sus aventuras”. Retrato de Cervantes Pero volviendo a la historia de Argel, señala, se ha hecho un retrato mental de Cervantes: “¿Y cómo lo encuentro? Lo encuentro de más que mediana estatura, muy robusto, medio rubio, muy atractivo: Quiso escapar seis veces o cinco veces, en cinco años y medio que estuvo preso en Argel, y posiblemente, yo deduzco que haya sido amante de uno de estos custodios árabes, porque qué curioso que habiendo huido con varios de estos españoles a todos los demás los empalaron durante las veces que se fugaban y él quedó completamente indemne. Lo regresaban y lo regresaban y no pasaba nada. –¿O sea que él se salva las cinco veces antes? –Sí. –¿Quizá gracias a ser amante de este personaje? –Sí, sí, sí… –Noble árabe. ¿No se menciona el nombre? –Sí se le menciona, es un renegado, es un veneciano renegado que se ha vuelto musulmán. Se convirtió, porque este veneciano lo que quería era tener un amante musulmán muy rico y después se hizo rey de Argel. Y entonces fue muy famoso porque era renegado, porque provenía de Venecia –la gran enemiga de los moros y de los turcos–, y porque pues estaba como quien dice casado con un extranjero. “Ahora, entre todo esto, entre este soldadote atractivo que fue Cervantes, la vida del soldado que tiene miserias por montones. Yo he leído unos libros muy bonitos que son las memorias de los soldados contemporáneos de Cervantes, como la vida del capitán Alonso de Contreras, anterior a él, en donde se describen unas atrocidades terribles. Yo recuerdo en una vida de Gerónimo de Pasamonte el dolor de muelas que tenía este pobre soldado en una de las iglesias romanas, en invierno. Imagínese usted, por ejemplo, en San Juan de Letrán, en invierno, con 10 grados bajo cero y un dolor de muelas encima. El caso es que la vida de soldado es una vida tremenda, que es propiamente la que yo supongo que debió haber sufrido Cervantes, junto a las calamidades de ser pequeño burgués… que si se casó, que si la hija, que si la separación, tantas cosas…”. Y reapunta Fernández: “¿Cómo se enclava un personaje tan alucinante, tan misterioso como don Quijote en la vida de este soldado? Yo no he podido saberlo. “Por otra parte, se dice constantemente que El Quijote se escribió en prisión. Bueno, en prisión no pudo haberse escrito porque la cárcel de Sevilla en aquellos tiempos era simplemente como una cárcel mexicana actual, ahí donde está este argentino ladrón, y el otro… Pero no es que Cervantes lo diga; lo que él dice es ‘como en una cárcel se engendró mi obra’, es decir, ‘como si yo hubiera estado en una cárcel se engendró mi obra’, dando a entender que ya sabe él de cárceles; pero no escribió ahí estas obras a las que él se refiere. “Y si El Quijote no se escribió en la cárcel, entonces yo pregunto: ¿A qué horas? Luego de la fuga él se metió a España y fue humildemente a perseguir empleo hasta que le dieron el de alcabalero, para cobrar rentas. Entonces él hacía un circuito entre Valladolid, supongo que no me estaré equivocando, Sevilla y Toledo, para hacer las alcabalas (impuesto castellano) a lomo de mula. “¿Ya había concebido Cervantes El Quijote o lo escribió a lomo de mula? Ésa es la pregunta que yo me hago y que yo no sé contestar. No sé contestar tampoco su homosexualidad… No sé contestar muchas cosas. Me intrigan, pero es imposible. Y hasta un cierto momento uno se queda realmente entre encantado y paralizado.” –¿O sea que no podríamos decir a estas alturas que se tiene una interpretación completa de la obra en general? –Pues de la obra es posible, cada quien puede decir lo que quiera de El Quijote, aunque siempre será en un sentido laudatorio. Pero Cervantes yo creo que es una figura muy susceptible de evasión y que no es fácil analizarla. –¿Qué es lo que llamó en El Quijote la atención de sus contemporáneos? –Yo siento que, no lo sé de cierto, pero creo que una primera lectura que es la que siempre le han dado, que es muy divertida. Yo recuerdo en Valle de Bravo a una tía que leía todas las tardes una parte de El Quijote y la recuerdo muerta de risa. Era como la sustitución de la televisión, del cine. En aquella época yo estaba muy chico. En Valle de Bravo El Quijote era el libro de cabecera de la gente sensible que quería leer cosas. Yo me imagino que la pregunta de usted, y que yo no puedo contestar categóricamente, es que a la gente le divierte y que este es el primer anzuelo de la obra, aunque no el único. –¿Cómo se puede leer El Quijote ahora? –Pues mire, yo lo leo con lupa. Estoy escribiendo una cosa sobre ‘El Quijote que me pidieron en la UNAM como una conferencia magistral que le llaman ahora, que a mí me choca un poco, porque magistral sería a posteriori, por lo pronto sería una conferencia inaugural. El caso es que lo que quiero es enfocarlo desde un punto de vista de la vida del soldado que fue Cervantes, aunque trate de la primera parte de El Quijote. –¿Y su experiencia con Cervantes de esta lectura personal, no se altera con las lecturas que se hacen de otras interpretaciones? --No, a mí me parece que en algunas cosas estoy de acuerdo con otras interpretaciones y en otras para nada, me parece que andan muy equivocados, como podría yo estarlo para ellos. “Me acaba de hablar gente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) para preguntarme si yo tengo conocimiento de muchas personas en México que escriban sobre Cervantes. Pero la verdad es que yo pienso que no, que muchos lo estudiarán o lo leerán, pero así como grandes conocedores de ‘El Quijote’ que además hayan escrito sobre él, tengo entendido que no.” –En las interpretaciones más modernas, la que ha hecho por ejemplo Rico en la Real Academia, se trata de mostrar ya a un Quijote contrario al de la interpretación romántica; más enfocado a ridiculizar las novelas de caballería que a crear un héroe. ¿Está de acuerdo? –No precisamente. Yo creo que Cervantes era un gran admirador de las novelas de caballería, pues si no, además, no hubiera leído tantas. Él las conocía todas, pero conocía todo porque es un hombre cultísimo. Por ejemplo, conocía la literatura italiana anterior a él, a Ariosto, a Tasso, conocía la literatura latina, La metamorfosis y todas estas cosas, y conocía, claro, la literatura romana y griega. Todos estos conocimientos me dan a entender que él, no sé a qué horas, pero leía, y leía mucho, y que además absorbía como una esponja todo lo que leía. Y es muy difícil llegar a Cervantes, como ya le dije antes, sin revisar los diccionarios. Tiene una cantidad de palabras que es imposible que nadie sepa ahora cuál es su actual acepción en un léxico determinado. “Nosotros no hablamos como él, estamos muy lejos del vocabulario de Cervantes, tiene una cantidad de vocablos monstruosos en uso. Uno dice ‘esta cosa’ y él dice ‘no, esta cosa no, esto se llama así’. El filo del vaso, el sonido del vaso cuando se toca con agua y un dedo, todo eso tiene un nombre. En castellano la riqueza idiomática es increíble y él parece como que lame estas cosas, como que navega a la sombra del idioma. Y de esa manera se fue apoderando de ella.”

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