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"Fragmentos de una mujer"

Fragmentos de una mujer no puede leerse a manera de película de acción, donde el coctel de sorpresas y picos de adrenalina mantiene en vilo a su público; aquí lo importante es lo que sigue, la tensión
sábado, 23 de enero de 2021 · 18:58

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– En el anuncio de Fragmentos de una mujer (Pieces of a Woman; EU, 2019), Netflix resume la trama con una dosis de morbo y melodrama: una mujer pierde a su bebé en un parto y, posteriormente, aislada de su pareja y de su familia, debe enfrentar un abismo de dolor. Si a esta descripción se agrega el comentario, generalizado, de que lo mejor es la estupenda actuación de Vanessa­ Kirby, a la cinta del húngaro Kornél Mundruczó (Johanna, 2005), primera que realiza en inglés, le costará obtener el reconocimiento que merece de principio a fin, comenzando porque no se trata de un melodrama.

En unos cuantos trazos la relación de familia queda clara: Elizabeth (Ellen Burstyn, la formidable maestra del Actor Studio) es la madre fuerte y suegra detestable que se impone por carácter y dinero; Martha (Kirby), en estado avanzado de embarazo, se mantiene al margen. De inmediato viene una secuencia de 25 minutos, sin corte aparente, la cámara documenta cada momento del parto, encuadres y ángulos responden a las reacciones corporales de Martha, al impacto que provoca, primero en su pareja, Sean (Shia LaBeouf), y pronto en la partera (Molly Parker). Admirable, la secuencia capta la lucha que resulta entre vida y muerte de un cuerpo por salir de otro, y es este antagonismo el vector que organiza la coreografía.

A nivel dramático, el trabajo de parto y sus condiciones, un poco de sangre, agua, latidos irregulares debido al sufrimiento fetal, condensan introducción y peripecia; la muerte súbita de la criatura hace pedazos a Martha, y esta mujer rota ya no puede entenderse con un entorno donde cada quien intenta imponer su propia lectura de la desgracia, desde Sean como macho herido, o Elizabeth que espera que la hija denuncie a la partera como responsable, y de paso alimente el canibalismo de las redes sociales.

Fragmentos de una mujer no puede leerse a manera de película de acción, donde el coctel de sorpresas y picos de adrenalina mantiene en vilo a su público; aquí lo importante es lo que sigue, la tensión, la emoción oscura de eso que se agita en el alma de una mujer y que sólo ella sabe qué siente, y que aún no sabe qué quiere, o cómo llegar ahí; pero esto no debe confundirse con falta de dirección, como si Kornél Mundruczó y su guionista, Kata Wéber, no supieran hacia dónde dirigirse.

Vista a fondo, la acción contenida de la segunda parte, menos espectacular, es aún más intensa; quienes rodean a Martha son meras comparsas, ninguno busca entender qué piensa ella, sólo pretenden saber lo que tiene que hacer, desde los compañeros de trabajo hasta su pareja, un hombre básico, trabajador de la construcción, carente de lenguaje y moral adecuada para mirarla de frente.

Aunque es muchas cosas más, Fragmentos de una mujer podría funcionar como la versión moderna de Una mujer bajo la influencia, la obra clásica de John Cassavetes; sólo que ahora, casi medio siglo después, una mujer tiene mejores recursos personales, en principio.

Reseña publicada el 17 de enero en la edición 2307 de la revista Proceso.

 

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