Cine

"La vida ante sí"

Los ingredientes de la fórmula que componen "La vida ante sí" provocan desconfianza. "Demasiado para ser buena"
sábado, 27 de febrero de 2021 · 22:27

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Los ingredientes de la fórmula que componen La vida ante sí (La vita davanti a sé; Italia, 2020) provocan desconfianza. “Demasiado para ser buena”…: regreso al cine luego de varios años de una las grandes divas del siglo XX, Sofía Loren, dirigida por su hijo Edoardo Ponti, peor aún, remake aparente de Madame Rosa (1977), la bien lograda adaptación de la novela de Romain Gary (La vie devant soi, bajo el pseudónimo de Émile Ajar) protagonizada por Simone Signoret, en uno de sus mejores roles.

No se trata, en realidad, de un remake, pues apoyado por Ugo Chiti (guionista de Gomorra), Ponti reescribe la historia sin traicionar la esencia de los personajes; del lúgubre suburbio parisino donde vivía Madame Rosa –antigua prostituta sobreviviente del Holocausto, y que ahora sobrevive cuidando hijos de otras prostitutas–, la acción se traslada a Bari, un lugar soleado en la costa italiana; los guionistas asumen un riesgo al cambiar las circunstancias del encuentro entre Madame Rosa (Sofía Loren) y Momo (Ibrahima Gueye), el chico musulmán de 14 años de quien está a cargo, pero mantienen la fuerza y complejidad del vínculo.

En la versión original, Momo, musulmán de origen argelino, vive desde pequeñito con ella, por lo que la relación ya está establecida, y el desarrollo de la trama depende justo de ello; en la de Ponti, Momo es de origen senegalés, es negro, vende drogas, roba, y un médico lo lleva a vivir con Madame Rosa; así, el eje del drama es el encuentro y la construcción del vínculo afectivo pese al abismo generacional, de raza y cultura; el mensaje de Romain Gary contra esos prejuicios se acomoda bien al contexto del conflicto social europeo actual. El director entiende que dicho mensaje, por supuesto, no es la meta, sino el medio para encontrar la fuerza de vida y amor en estos personajes marginados.

Lleno de rabia y dispuesto a trasgredir las reglas, Momo es uno de esos hijos de inmigrantes que se ven en las noticias; Ponti llevó a Ibrahima a convivir con su madre mucho antes del rodaje para crear liga afectiva, por eso no hay sentimentalismo en la relación. Un enfoque fácil, al estilo Hollywood, habría dependido del descubrimiento de la bondad y el buen corazón en ellos; aquí, lo que cimienta el vínculo es el reconocimiento mutuo de la fuerza y de la capacidad de sobrevivencia de cada uno. El fondo de La vida ante sí es oscuro y lodoso, Ponti entiende que la sensiblería carece de lugar, pero sí lo hay para el humor.

No hay explotación ni chantaje al espectador: Del pasado siniestro del campo de concentración nazi, el público entiende el miedo, nunca superado, que habita la psique de Madame Rosa, angustia que la pendiente hacia el Alzheimer no hace más que dejar sin control; Momo lo entiende todo de manera instintiva.

Dicho de manera anecdótica, a sus 86 años, Sofía Loren despliega su carisma de forma natural, quizá porque, como lo describe su hijo y director, siempre aborda cada película y cada escena como si fuese la primera vez que va a actuar; por su lado, ella se queja de que como el hijo la conoce demasiado bien, la obliga a explotar todos sus recursos.

Artículo publicado el 21 de febrero en la edición 2312 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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