Ópera

La peor cantante del mundo

La historia de Florence, de primer nombre Narcissa, es verdaderamente singular y de plena concordancia con su nombre, ya que su inmenso narcisismo la tuvo convencida siempre de que era una gran cantante y se autocomparaba, favorablemente, con las auténticas divas de la ópera.
jueves, 26 de agosto de 2021 · 14:36

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La ópera es un mundo auténticamente mágico en el que cualquier cosa puede pasar. Incluso, como en verdad sucedió, que una mujer que cantaba realmente horrible, pero horrible en serio, horripilante, se convirtiera en un fenómeno de atracción para el público amante de --véase que contradicción- el arte del buen cantar. Así sucedió con Florence Foster Jenkins, la criatura más desafinada que se haya parado jamás sobre escenario alguno.

La historia de Florence, de primer nombre Narcissa, es verdaderamente singular y de plena concordancia con su nombre, ya que su inmenso narcisismo la tuvo convencida siempre de que era una gran cantante y se autocomparaba, favorablemente, con las auténticas divas de la ópera. Las risas, francas carcajadas en prácticamente todos sus conciertos, y las críticas de los especialistas, los atribuía a envidia de sus colegas que, por supuesto, no podían igualar sus éxitos.

Nacida el 18 de julio de 1868, Florence fue hija única de padres millonarios, lo que le proporcionó una esmerada educación como ejecutante de piano desde muy niña. Sin embargo, esa educación y el talento y habilidades que demostró desde muy temprano servirían solamente, según su papá, para las reuniones familiares y entretener a un buen marido. En consecuencia, cuando Florence quiso estudiar piano en serio y dedicarse a ello, tuvo que huir de su casa en Pensilvania y refugiarse en Nueva York, en donde se casó con Frank Thorton Jenkins, un tarambana que le contagio la sífilis, enfermedad que se trató con mercurio, lo que la dejó completamente calva. Por lo cual se obligó a usar grandes pelucas y dejó secuelas musculares que le impidieron seguir tocando y dando clases de piano. Para su fortuna, su millonario padre murió dejándola como heredera universal y eso le permitió, a cambio del piano, dedicarse al canto.

Se divorció y se hizo familiar en los círculos musicales, era habitual en los clubs de ópera que reunían a los aficionados ricos, y fundó el suyo propio, The Verdi Club, que funcionaba en el exclusivo Hotel Ritz. Allí presentaba espectáculos extravagantes que en realidad divertían a todos por lo cómico o patético de la cantante. Como tenía tanto dinero y era generosa, todo mundo la aplaudía, y era habitual en las secciones de sociales en las que se elogiaba siempre el éxito de sus reuniones.

Así llegó hasta a grabar un disco con, nada menos que el aria de “La Reina de la Noche” de La flauta mágica del Divino Mozart. Tan horrible era que tuvo éxito inmediato, todo mundo quería tener uno. Fue necesario hacer más de una edición. Sin ninguna técnica de canto lo grabó a los 62 años.

La culminación de su carrera y vida llegó con un concierto que ella misma se organizó en el Carnegie Hall el 25 de octubre de 1944, en el que “todo Nueva York” estuvo presente. Entre los asistentes, la esta sí gran soprano Lily Pons y el gran Cole Porter. Pero esta osadía fue la gota que derramó el vaso y la crítica fue despiadada. A manera de ejemplo, lo que dijo Newsweek: “Aullidos de risas ahogaron los esfuerzos celestiales de madame Jenkis. Lo que alguna vez fueron sonrisas reprimidas en el Ritz, se transformaron en rugidos descarados en el Carnegie”.

Cinco días después, la peor cantante del mundo sufrió un ataque cardiaco, y falleció el 26 de noviembre. Florence Foster Jenkins, película ganadora de varios premios protagonizada por Meryl Streep, nos cuenta de esta cantante singular.

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