Cine

Antes de la Nueva Ola

El ciclo que organiza la Cineteca, "El cine francés antes de la Nueva Ola", descubre que los grandes maestros de ese cine de las décadas anteriores siguen vivos, y que quizá sin sus aportaciones la Nouvelle Vague no habría significado lo mismo, o quizá ni existido.
sábado, 11 de septiembre de 2021 · 23:31

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– No es tanto que la Nueva Ola francesa llegue a fastidiar, pues siempre será fuente de inspiración para cualquiera que descubra el cine como medio de protesta y expresión personal, en cualquier parte del planeta. Pero la cinematografía gala no puede reducirse al canon de esta corriente.

Por eso el ciclo que organiza la Cineteca, “El cine francés antes de la Nueva Ola”, descubre precisamente justo que los grandes maestros de ese cine de las décadas anteriores siguen vivos, y que quizá sin sus aportaciones la Nouvelle Vague no habría significado lo mismo, o quizá ni existido.

La selección incluye algunas de las cintas clave de maestros como Jean Vigo, Henri George Couzot, Jean Renoir, una probadita de Jean Pierre Melville, Grémillon, Duvivier, y del santo del cine francés, Robert Bresson, con Pickpocket; aunque el aspecto novelístico del que la corriente de Jean Luc Godard buscó escapar es inseparable de este cine, el universo es abierto y no pierde su frescura.

Ingenuidad, malicia y desenfado respiran en las obras del irreverente Jean Vigo, quien murió a los 29 años, un poco el Rimbaud del cine francés; en Cero en conducta (Céro de conduite; Francia, 1933), revuelta de estudiantes contra la autoridad en un internado, Vigo era hijo de un famoso anarquista, nunca se ciñe a esquema alguno, experimenta con las imágenes como si fueran plastilina, y a cada instante descubre posibilidades con la cámara, todo sin perder el pulso formal. La obra de Vigo estuvo prohibida hasta 1946. De L’Atalante, poema de amor que los exhibidores mutilaron sin escrúpulos, se exhibe la versión restaurada.

Descubrir o redescubrir el cine de Clouzot provoca un tanto de pena, propia y ajena; después de tanto brinco y efectos especiales, el cine de acción no ha superado obras como El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1953), por lo menos en su pureza y economía de recursos; imposible separar en este cineasta la adrenalina y la crítica social. O la combinación de suspenso y terror en Las diabólicas (Les diaboliques, 1955), con personajes femeninos poderosos, sorprendentes, en constante desarrollo.

Obra maestra del cine mundial, cinta antibélica, censurada bajo la ocupación nazi, el mensaje de La gran ilusión (La grande illusion, 1937) no queda en el discurso, empapa la psique del espectador y se aloja ahí; Jean Renoir, hijo de Auguste Renoir, incluye como actor a su director favorito, Erich von Stroheim,­ y construye un relato de honor caballeresco en el contexto de la primera Guerra Mundial.

Bresson, místico jansenista empeñado en buscar la pureza, no sólo en sus temas, sino en el cine como arte completamente separado del teatro, confesaba que se sentía solo como artista, pero lo que le interesaba no era que el público lo entendiese a él, sino a sus películas; Pickpocket, con sus giros inesperados y paradojas al absurdo, postula la conciencia del individuo como ley suprema.

En fin, este ciclo nada tiene que ver con la nostalgia de un cine que habría sido antes la Nueva Ola, sino que constata la vigencia de otro canon, un poderoso legado que sigue vivo.

Crítica publicada el 5 de septiembre en la edición 2340 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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