Cultura en la Mira

Armando Molina y los rollos perdidos de Avándaro

En días pasados fue recordado el Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, sin que se recogiera el testimonio del propio organizador, el músico Armando Molina (1946-2019). Ofrecemos la entrevista que concedió a Proceso hace 15 años.
jueves, 23 de septiembre de 2021 · 22:51

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En días pasados fue recordado el Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, alzándose voces diversas en torno de aquel evento a medio siglo de distancia, sin que se recogiera el testimonio del propio organizador, el músico Armando Molina (1946-2019), quien fundara el grupo La Máquina del Sonido. 

A continuación ofrecemos a nuestros lectores la entrevista que ofreció a este reportero, hace 15 años, el músico y promotor, quien comenzó diciendo:

“Muchos no se acuerdan del 11 de septiembre de 1971 en Avándaro, en parte porque se recuerda más el golpe de Pinochet a Allende en Chile y después por la caída de las Torres Gemelas. Toda la generación veinteañera de ese 1971 estamos sesenteando, la brecha generacional se bifurcó y cae en el olvido. El mentado mal del ‘Al-Jaime’ (Alzheimer)”.

Echeverría y Tlatelolco

Molina había acabado entonces su libro Avándaro 35 años después que le rechazaron las editoriales Grijabo/Mondadori y Diana porque, según manifestó, “me dijeron que no vendería más de cinco mil ejemplares”.

La entrevista ocurrió en la colonia Educación, al sur de la capital:

“Cada año he procurado hacer reuniones por Avándaro y todavía en 1998 con ayuda de Tala Meléndez, que en paz descanse, hicimos en el Metropolitan un espectáculo muy bonito. Tú como reportero de Proceso participaste en conferencias con Óscar Sarquiz y Jorge Pantoja, del Tianguis del Chopo; tocaron Canned Heat, también el grupo de Manis Joplin, Big Brother and Holding Company, y como productor a mí me quedó la espina clavada, porque si no vas a hacer algo mejor, no hay que hacer ni convocar nada”. 


A la desmemoria por celebrar Avándaro 1971, Molina agregó:

“Mira, a Kiko, el magnífico vocalista de Bandido que vive de jingles [melodías para anunciar productos comerciales], le dio una embolia y Quique, trombonista de Love Army, padeció algo por el estilo. Algunos roqueros ya ni tienen ánimos de recordar Avándaro… Todavía el año pasado con Sergio Jalife, en Canal Once, acudí a un programa especial, y este año no pasó nada”.

--¿Qué significa Avándaro después de 35 años?

--Sociológicamente, fue muy importante porque se dio la convivencia entre clases sociales en total paz y amor, pese a ser una filosofía adoptada de los jipis de Estados Unidos, quienes reaccionaron contra la Guerra de Vietnam. Aquí por reflejo nos tocó, pensando en que los jóvenes y los estudiantes habíamos sentido la matanza del 68 sin ton ni son por un gobierno autoritario y represivo encabezado por Díaz Ordaz y por Echeverría en Gobernación.

“Pelón como lo ves, [a Echeverría] todavía se le quiere hacer juicio político, pero lo defienden sus abogados y alegan pendejadas... Porque mira, hay madres que aún añoran y siguen buscando a sus hijos. Hubo presos políticos desparecidos, además de muertos que arrojaron a la fosa común o en los campos militares, se dice, en el 68. Pasaron tres años y vuelve la represión con Los Halcones, un grupo de choque instrumentado, auspiciado y preparado por el gobierno mismo que comete tropelías contra la juventud el Jueves de Corpus Cristi en junio de 1971 y dijimos: ‘¡Híjole!, pues ojalá no vaya a pasar nada en el festival’”.

Recordar es rolar

“Aquel festival empezó con la idea de ellos cuando me hablaron, o sea, de Luis de Llano, Eduardo López Negrete y Justino Compeán, para organizar una noche mexicana con dos grupos, concretamente, La Revolución de Emiliano Zapata, de Guadalajara, y Javier Bátiz, de Tijuana. Mi grupo La Máquina del Sonido ya había tronado”, recontó Molina.

“Yo estuve rolando por Brasil y Argentina en el setenta con el pianista Lalo Toral, de Los Locos, y que ahora está con el Tri, pero manejaba al Ritual, Peace and Love de Tijuana, al Epílogo y a Bandido con Kiko. Se lo planteé así a La Revolución y a Javier Bátiz: ‘Va a haber una noche mexicana, queremos que vayan. Aquí hay un cheque para que se lo repartan’, pero el cuate [Bátiz] dijo que no: quería toda la lana para él; eran 40 mil pesos. Incluso, llegué a devolverles el dinero a los organizadores y me dijeron: ‘No, no es para tanto, si la Revolución tiene comprometida la fecha y Bátiz no quiere, lleva de los tuyos, Peace and Love y Ritual’.

“Mis otros grupos inmediatamente también me pidieron que los llevara, como El Epílogo, y Bandido, que acababa de integrarse. Consulté a los organizadores; se negaron porque iba a salir muy caro, y les respondí: ‘No, con los mismos 40 mil van los cuatro’, y ellos: ‘¡A todo dar!, así hay más chorcha y más animación’, comenzaríamos más temprano la noche mexicana...”.

La tocada en Avándaro iba a ser al día anterior de la carrera de autos deportivos, refirió Molina:
“Pero, luego, otros conjuntos, como Tinta Blanca, Los Yaki con Mayita Campos, Los Tequila y los Dug Dugs, me pidieron su inclusión”.

--¿Y Ela Laboriel?

--Trabajaba con nosotros en Telesistema Mexicano, hoy Televisa. Éramos del equipo de Luis de Llano y Carlos Alaraki, Jaime Almeyda, Enrique y Michelle Strauss, así como Eduardo Davis y Roberto Naranjo, quienes ya fallecieron. Con esos ocho grupos vuelvo a otra junta y me dijeron: “Estás loco, Molina, no hay dinero”, y yo les contesté que por la misma lana irían tochos... Luis de Llano me pidió: “A ver, repíteme la lista”, vio quiénes estaban puestos y dijo: “No, pues vamos mejor a hacer un festival”.

Pusieron “los demás” el grito en el cielo: “¿Y la carrera?”. Siguió Molina: “Luis, muy hábilmente, propuso que fuera un Festival de Rock y Ruedas, que así se llamaría. Las disqueras se acercaron a mí de última hora. Jorge Alberto Riancho, también que en paz descanse, de la Capitol, quería que incluyera a El Amor, de Monterrey, y el señor Enrique de Noriega, de Polydor, que si metía a La Tribu, también de Monterrey, que a la mera hora no fue, pero nos mandaron a La División del Norte, de Reynosa”.

Molina invitó a Love Army, que era de lo mejor que había, “pero no llegaron, se quedaron bloqueados en la carretera, y a Three Souls in my Mind, con El Oso Milchorena y Ernesto de León, que eran de mi banda de La Máquina del Sonido y acababan de integrar Three Souls, y ya ves, les tocó un amanecer padre. A la postre, Alex Lora se convirtió en el icono del rock mexicano cuando ahí en Avándaro comenzaba y era el más malo.

“Sociológicamente --insistió-- se da en Avándaro 1971 el fenómeno de la convivencia de paz y amor. Sí, hubo mucha experimentación en cuanto a probar la mariguana, los hongos, el peyote, el LSD, las drogas de ese tiempo, y la juventud fue a Avándaro a liberarse una o dos noches por ese lastre que arrastraba de las masacres de Tlatelolco 68 y que donde hubiera reuniones juveniles podía haber desorden. Avándaro demostró lo contrario. Con un muy deficiente sonido y escasa tecnología, aunque muchas ganas, sacamos adelante el festival. Hubo saldo blanco con alguno que otro intoxicado, como en cualquier fiesta... Y ya. Sin embargo, la prensa amarillista se encargó de desvirtuar esta imagen de paz, concordia y amistad, diciendo que se trató de un exceso de droga, amor libre y muchos encuerados. De ahí se agarraron para satanizar el rock, al grado de que prohibieron toda manifestación, porque el gobierno vio que los chavos, aunque se portaron bien, dijeron: ‘¡Ah, caray, eran 250 mil cuates!’, todos cantando ‘Tenemos el poder’, de Peace and Love y ‘Mari mariguana’, o ‘Libertad ahora’, de Bandido...”.

El famoso Festival de Rock y Ruedas en Avándaro fue promocionado “generosamente” por la hoy cadena Televisa “a través de multitud de spots que anunciaban mentes periodísticas antiroqueras”, como Jacobo Zabludowsky. Molina programó a quince bandas, que en total fueron 12, pero una no llegó. Y en el curso del 11 de septiembre actuaron otros conjuntos. Sin broncas, muertos ni heridos”.

Música de satanás

Acerca de su libro, Armando Molina declaró:

“De Hank González no pudimos actualizar un testimonio tras mucho tiempo. De Echeverría sería interesante ver qué opina, luego de haber tenido a su comando a Los Halcones; oír qué piensa de que en Avándaro, con una reunión juvenil tan grande, no hubo problemas.

“Y Justino Compeán, quien precisamente hoy asume la presidencia de la FMF (Federación Mexicana de Futbol), hay que felicitarlo por ser una persona emprendedora, capaz y entusiasta, pero muy alejada de la música. Fue un garbanzo de a libra en ese festival, porque de aquellos que organizamos ‘el Avandarazo’ prácticamente quienes hemos vivido en la música y del espectáculo sólo somos el productor Luis de Llano y yo.

“Cualquier recuerdo de Compeán en Avándaro 1971 lo tengo como medio nublado... Creo que Justino fue satanizado y se tuvo que ir del país. Corrió la amenaza de que nos iban a meter al bote por organizar el toquín. Yo había tratado de hablar con él, pues no lo veía desde hacía 35 años, imagínate... Justino dice que sí huyó del país, porque curiosamente, tras tanto tiempo sin verlo, la otra tarde estaba oyendo la estación 730 en radio y escuché que lo entrevistaban en un restorán argentino de la colonia Condesa, el Quilmes, y seguro era martes, pues ahí se reúnen cada semana los cronistas deportivos de antaño con exjugadores, como el gaucho Lavolpe y Toño Roca, para comer pizzas o carnes asada y espagueti, hablan de fut. No lo pensé dos veces y me lancé para verlo y charlar con él allá”.

--¿Conversaron en torno de lo que sucedió luego de Avándaro?

--¡Y antes y durante, claro! Estaba con un montón de reporteros de la vieja guardia, pero eso sí, elegantemente vestido, con corbata de moño y mancuernas doradas. Ahí se unió a nuestro cotorreo Mora (Morita) fumando puro. El señor Mora fue corresponsal de France Press y escribía en La Afición y La Prensa, pero cuando Justino se puso a hablar del Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, haz de cuenta que les hablaba a las paredes; ninguno de los viejitos le agarró la onda...

“Justino comentó que sí había tenido que huir del país, ¿a dónde? No lo sé. También dijo que trabajaba en Ericsson y que acudió a solicitar apoyos económicos para la tocada al ahora presidente Vicente Fox, que entonces era gerente de la Coca-Cola o algo así. Te digo que yo recibí un cheque por 40 mil pesos. No sé si sea cuento de Justino Compeán. Lo cierto es que Luis de Llano está vivo y debe saber mejor este rollo”.

--¿Hubo persecución del gobierno de Echeverría a los organizadores?

--A mí no me tocó, pero el otro día lo vi a Compeán, como te digo, y Justino mencionó que a él sí. Por eso sería interesante ver si le afectó o lo acosaron a raíz del festival, tal vez porque él y otros de ellos como organizadores fueron quienes tramitaron el permiso que, a lo mejor, ni hubo para hacer el festival. Hank González se llevó a la tumba el secreto, pues, al parecer, había permiso para una noche mexicana, no para un festivalote. Y como la cosa estaba muy avanzada, prefirieron no suspenderlo porque hubiera sido peor y sí se habría armado un tremendo alboroto”.

--Javier Bátiz relataba que fue un error cuando Peace and Love cantó su rocanrol “Mari mariguana, fuma mariguana”, pues se cortó la transmisión radiofónica y vino el silencio con que el gobierno prohibió las tocadas de rock mexicano por tres décadas...

--Ricardo Ochoa, el cantante de Peace and Love y, luego, guitarrista de Kenny y Los Eléctricos, por ahí echó un “Chingue a su madre el que no cante”, se cortó la emisión de radio, y Bátiz lo oyó porque venía con su banda en camino a Avándaro. Él a fuerza quería tocar y ya, de plano, ni me cobraba. Lo que deseaba es estar en el escenario, aunque no le pagara, gratis. Porque yo cuando vi que se quería agandallar los 40 mil varos del festival, le cerré las puertas, y como todo mundo anhelaba tocar, él me suplicó que le permitiera subir con su banda Love Army por una feriecita, pero lo rechacé: no era justo que en plena época de paz y amor no evolucionara. Para mí Bátiz fue el gran ausente, ya que desde Tijuana trajo el sonido negro, las bases del soul y del blues a la ciudad de México”.

--Bátiz siempre se ha arrogado ser el maestro de Carlos Santana.

--No… Santana tuvo la visión de mezclar rock con lo tropical y empezó con cosas de Tito Puente y Willie Bobo, como el “Oye cómo va” y “Caminos del va”, guajiras, guaguancós y rock, lo hizo excelente. Nosotros no la hicimos ni la hacemos porque nos quedamos en un país que ahora [2006] va a tener dos presidentes y dos públicos, dos estilos de rock. Calderón, pa’ los fresas, y Andrés Manuel López Obrador, pa’ la banda... ¿Cómo la ves?”.

“El rock ha muerto”

Armando Molina estudió licenciatura en comunicación en la Universidad Iberoamericana cuando estaba en la colonia Campestre Churubusco, edificio que se cayó con el temblor del 14 de marzo de 1979. Hizo una especialización en publicidad y periodismo. Señaló entonces:

“También he realizado dos películas en Estados Unidos para el público latino, Pesadilla en Las Vegas y Los taqueros. He dirigido radio y traído bastantes artistas a México. Nací en 1946 y, además, el 13 de noviembre, igual que don Andrés Manuel López Obrador, soy orgullosamente lopezobradorista. Comencé en el periodismo por 1966 como redactor en México Canta, luego jefe de redacción y director. De 1972 a 1973 dirigí Pop, de Armando Blanco Labra, la más popular de las revistas de onda”.

Junto a la puerta abierta de su casa lucen dos carteles del Festival de Rock y Ruedas Avándaro 1971, uno con la llamada “encuerada de Avándaro” mostrando los senos en concierto, y el oficial, de un chavo caminando por una carretera psicodélica con su guitarra a cuestas. Armando Molina al piano de su hogar interpretó en góspel la balada “Love Me Tender”, que lanzara a Elvis Presley por las pantallas gigantes del mundo. 

“Yo escribí un libro que es un testimonio real y honesto de lo que sucedió en el Festival de Avándaro hace 35 años. No hubo realmente nada que ocultar. Estaba muy fresca la represión de Los Halcones a los estudiantes en junio de 1971 y se temía que pudiera haber una provocación de cualquiera de ambas partes, de los chavos hacia el orden establecido o del Ejército, como venía ocurriendo desde el 68. Pero no, pasó tranquilísimo y, de hecho, los organizadores no pensamos que llegara tanta gente. Calculábamos que irían unos treinta o cincuenta mil, cuando mucho”.

Para él, hace tres lustros hacían faltas “lugares de expresión comenzando por la tele, que está tendenciosamente manejada política y musicalmente con artistas totalmente de plástico, cerradas las puertas al verdadero talento, y esto es ya desesperante. A causa de Avándaro de ahí se agarraron, y en lugar de que el rock floreciera en salones de baile, se cae y se va a lo que Parménides García Saldaña bautizara como ‘el hoyo fonqui’. En esos espacios sórdidos de la periferia sobrevivió Alex Lora y Three Souls, Lora se enfrentó a todo público y ha recibido su recompensa de la banda por andar en la clandestinidad”.

Molina lamentó:

“Ahora, musicalmente, el rock murió... Porque aquellos grandes grupos, como Bandido, Tinta Blanca, La Tribu, Love Army, Máquina del Sonido, Dug Dugs, etcétera, desaparecen y los que permanecieron ya no son iguales como en aquella época. Los Dugs eran sensacionales en la Pista Hielo Insurgentes, increíbles, y ahora navegan sin pena ni gloria. Yo en La Máquina del Sonido intento no sonar monótono, sigo componiendo para algún día tener aquel grado de calidad, pues antes, los grupos sí que ensayábamos; ahora, los músicos quieren que la gloria les caiga del cielo”

El libro de Molina, Avándaro 35 años después, expuso “lo que se dijo y lo que no se había dicho”; detalla la organización “y cosas que la gente no sabe, pues no existe bibliografía al respecto”.

Citó:

“Nada más conozco el libro Nosotros, de Humberto Ruvalcaba, representante de la Tinta Blanca, y otro librito que sacamos en Ediciones Latinoamericanas, los que hacíamos la revista México Canta, de René Claire, hace muchos años, y párale. Lo mismo sucedió con cosas fílmicas, porque en aquel tiempo Avándaro se grabó en formato de dos pulgadas, que además de ser obsoleto, nadie tenía máquinas así en casa. Ni el mismo Luis de Llano tuvo acceso a ese material. Lo que había era fílmico, de súper ocho y 16 milímetros; es lo que ha sacado Notimex, Alfredo Gurrola o Sergio García.

“El documental que hizo Arturo Lara de Avándaro es el más completo (https://youtu.be/V9H9tecoAew); pero según cuenta Luis de Llano, cuando llegó a Telesistema le preguntaron: ‘A ver, hicieron un degenere, drogas y encueradas, presta el material’, y nunca lo volvió a ver. No se inventaban todavía los caséts, las grabaciones eran todas de carrete. Yo llevé a mi libro con mucho entusiasmo a una persona que conocía en Editorial Diana, Fausto Rosales, y me dieron allí un dictamen precioso, que una gran obra. Pero, lástima: no calculaban que venderían más de cinco mil ejemplares. ¡Fuera!, me dio mucho dolor. Lo mismo con su hermano, Ariel Rosales, en Grijalbo/Mondadori, ni siquiera porque tocábamos en 1962 en un grupo que se llamaba Twistnics se animó. La verdad, me apachurré un resto”.

Consideró a Avándaro como irrepetible.

“En aquel tiempo se dio por las circunstancias porque la juventud quiso decir o demostrar que ‘¡ah!, ¿sí?, nos matan pero tenemos nuestro festival’; ese fue un incentivo extra, además de oír música, pues nunca habíamos visto grupos extranjeros, salvo Eric Burdon, en el Metropolitan, Los Doors, en el Fórum de Los Hermanos Castro, muy elitista; los Union Gap y Byrds, en el después llamado Festival del Naranjazo del estadio de la Ciudad de los Deportes, o a Canned Heat, grupo de buen blues y boggie, donde tocaba la bataca el nacional Fito de la Parra. 

“Le abrí con la Máquina por el 69 en el Hotel Aristos y en la Alameda. Los trajo Mario Olmos y, luego, en CU, también le abrimos al Canned y a Tower of Power, de California, en el Maxim’s, que hoy es el salón rumbero La Maraka... Sabíamos que había acontecido un fenómeno como el de un grandioso Woodstock y todos los grupos mexicanos en 1971 convocaban a tres mil o nueve mil gentes por semana: cabían tres mil en el salón Chicago, tres mil en el Salón Maya, tres mil en el Mandril, mil en la Avenida 8 siempre. Entonces pensamos que sería buena onda un festival con esas doce mil gentes y otros doce mil más, tal vez, porque era al aire libre en prados de Avándaro.

“Hoy sólo un menso que haya ido gracias a Ocesa a ver a Britney Spears o a Madonna se mete a ver a Kenny o a Julieta Venegas, quien es puro pop. Después de que vimos interpretar a fabulosas voces nuestras como Marisela o la Baby Bátiz en Avándaro, pues ahora no sabes si reír o llorar cuando asistes a una tocada de la pobre Julieta. ¡Es verdad! Quienes fueron a ver a Rod Stewart, Billy Joel o Pink Floyd, qué me tienen que ver a mí con La Máquina del Sonido o qué le escuchan a Chac Mool.

“Los que sobreviven son los que tienen influencias, como lo cantó Lora en aquel tiempo con ‘Abuso de autoridad’: Ya sólo va a tocar el hijo de Díaz Ordaz, hoy sólo podrá tocar el hijo de Paty Chapoy en el Grupo Motel o cosas así, un Alex Sintek que es Chiquilladas en escena, con un teclado. El rock se fue con [el presidente] Calderón a un pop muy light, ya no hay lo grueso de antes con versos filosóficos de Peace and Love, como: ‘Oye Cristo, no regreses, no te vayan a rapar. Es la era de Acuario y nadie te comprenderá... Sindicatos y patrones me han bajado la moral. Si me dejo, los calzones también me van a bajar’… Había rolones de El Ritual, un ‘Bajo el sol y frente a Dios’... ‘Satanás’, ‘Prostituta’... Eran temáticas realmente interesantes, tanto esotéricas como urbanas. El rock urbano tiene más de dos décadas y no avanza. Los grupos que tocan en la periferia que creció con la explosión demográfica exagerada después de Avándaro, no entran al meritito corazón de México”.

Armando Molina finalizó con un largo rollo:

“Los estrellas entre comillas de Avándaro ya no tenemos convocatoria con el público para otro homenaje. Fuimos una generación que no dejamos hits ni éxitos en el radio como Los Teen Tops o Los Locos del Ritmo. Entonces, si no va Alex Lora con El Tri, va a pasar sin pena ni gloria; pero si está podremos echar un buen palomazo. Estamos esperando que su domadora Chela Lora nos dé una fecha, que podría ser el 21 ó 28 de septiembre; ellos mismos Alex y Chela dicen que ahí se conocieron, en pleno toquín de Avándaro. En el bar La Resaca lo hicimos, pero no hay documento, pues ni Chela ni Alex quisieron que se grabara, mala idea. Tendríamos un testimonio muy interesante, como si no hubiera ya suficiente piratería...

“Es tonto, mira: ya murieron varios que allí andaban esa noche, como Óscar Vallejo, del grupo El Amor. Hubiera sido bonito testimonio, y así vamos a ir faltando. Habría que rescatar esos documentos para la posteridad. Con Avándaro demostramos al sistema y a la sociedad que sí se pudo. Que sí se puede convivir en paz y amor, en armonía, al conjuro de la magia de la música de rock. Sin importar clases sociales ni ideologías, se puede estar fraternizando con el pretexto de escuchar buena música. La generación de Avándaro fue hermandad. Si yo tenía frío, te quitabas el saco y me lo dabas. No tenías que comer; toma tú, ahí te va una lana, una torta...

“Yo entrevisté hace dos años, cuando dirigía el canal de Valle de Bravo, a don Juan Montes de Oca, el que fuera presidente municipal durante esos días del festival. Lo tengo en mi libro, y dos cosas me llamaron la atención. Una, dice que cuando comenzaron a llegar los chavos al festival, le hablaron a la presidencia: ‘¡Oiga, don Juanito, fíjese que está llegando un ejército aquí, todos son greñudos, barbudos...!’. Y él preguntó: ‘Pero y qué, ¿traen armas?’. ‘No, señor, sus sleeping bags nomás, al parecer...’. ‘¿Ni palos, algún garrote?’. ‘Pues no, don Juan, nada de nada, están desarmados, pero medio locos, por eso venimos a preguntarle: ¿Qué hacemos, les cerramos el mercado?’. ‘¡No, ustedes están más locos!, dejen abierto el tianguis porque si no, sí que pueden meterme en problemas’. Y me dijo que el reporte fue que no se robaron ni un casco de Coca Cola siquiera; se portaron excelente. Los que tenían sed tocaban en su casa después, los colonos de ahí salían y les daban agua”.

 

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